
La educación es la base de cualquier sociedad civilizada y de nuestro futuro. Es uno de los factores fundamentales en el desarrollo de cada persona y de un país. Es, básicamente, la herramienta para ser libres.
Por eso, la divulgación de los contenidos pornográficos que se les enseñan a los chicos en la ESI de la provincia de Buenos Aires es quizás la gota que rebalsó un vaso de hartazgo y una verdadera muestra de dónde tiene focalizadas las prioridades el gobierno de Axel Kicillof que distribuye pornografía a menores de edad.
Es también la muestra de hasta dónde son capaces de llegar con sus ideologías perversas. Porque hay que ser muy retorcido para esconder detrás de una política pública educativa la corrupción de miles de menores sometiéndolos a leer pornografía.
A esta aberración la enmarcan con el título de “Identidades Bonaerenses”. Una colección de libros que se distribuyen en escuelas y otros establecimientos educativos, como una política pública: los libros se distribuyeron entre 2350 escuelas y muchos más establecimientos educativos, promovidos con recursos del gobierno bonaerense como un contenido formativo.
Nada parece casual en la lógica del kirchnerismo que ha promovido y sostenido un Estado adoctrinador que le ha sido funcional para sostenerse en el poder. Es así que en su lógica tiene bastante sentido que no solo no se escandalicen por la viralización de estos contenidos sino que defiendan y militen la perversión de los niños.
Nada es casual ni inocente. La ideologización de la educación, y en particular, la sexualización de los niños con la puesta en práctica de la educación sexual integral nos deja a entrever que es muy fácil que el aparato del Estado adoctrinador ponga en funcionamiento prácticas educativas que lejos de ayudar al desarrollo de nuestros niños los pervierten, los confunden y los vulneran en su derecho a educarse libres de ideologías.
Agustín Laje ha definido claramente lo que significa que a un niño le enseñen que “hay niños con vulva y niñas con pene”: la ideología de género, ese conjunto de ideas anticientíficas que con propósitos políticos autoritarios desarraigan de la sexualidad humana su naturaleza y la explican exclusivamente a partir de la cultura. Excluir a la evidencia científica de la educación de nuestros niños trae consecuencias aberrantes para su psiquis, su salud física, su desarrollo.
En el mismo sentido, el gasto de más de mil millones de pesos que destinaron a la perversión de nuestros niños refleja lo alejados que están de la realidad educativa: 1 de cada 2 chicos de tercer grado no entiende lo que lee; 7 de cada 10 estudiantes argentinos no logra niveles básicos de matemáticas; cada ocho minutos un estudiante abandona la escuela secundaria; y cuesta mucho que los chicos puedan ir a la escuela y que, si pueden ir, tengan aseguradas las clases.
Tenemos numerosos desafíos educativos. Una educación sexual que no esté basada en la evidencia científica, que excluya el fortalecimiento de las familias como primeras educadoras, y que pervierta a los chicos, es el flagelo del futuro de nuestros niños y la peor depravación de su presente.
Hay una necesidad imperiosa de auditar, revisar y eliminar todo tipo de contenido pornográfico y adoctrinador en la provincia. Los niños no pueden esperar. Kicillof, con los chicos no.
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