
“Nos alejamos del just in time propio de una fábrica, porque ninguna obra es igual a otra”, asegura Gustavo. Durante esta entrevista, aborda cómo se planifica y ejecuta la logística en la industria de la construcción, los retos de coordinar traslados a grandes distancias y el impacto que tienen las condiciones económicas y climáticas en los cronogramas.
¿Qué representa el área de logística en la industria de la construcción?
El área de logística dentro de la construcción significa poder proveer en tiempo y forma materiales, equipos o personal a la obra para cumplir con los fines contratados. En obras urbanas hablamos de materiales y equipos; en obras suburbanas, lo mismo. Pero cuando se trata de proyectos en lugares más alejados —como la Pampa, la cordillera o locaciones remotas— también hay que garantizar la logística de las personas que van a trabajar: desde el personal obrero hasta el de conducción.
Además, es necesario contar con la cantidad adecuada de equipos para cada obra. En general, la logística está ligada al área de equipos, lo que implica no solo movilizarlos, sino también administrarlos, mantenerlos y repararlos. Eso exige llevar información precisa sobre mantenimientos preventivos y correctivos, costos asociados, momentos de reemplazo y previsión de compras futuras.
El trabajo no es menor porque las constructoras no suelen tener una sola obra: somos como proveedores centrales para todas las obras de la compañía. En el pasado, el gran motor de las obras de gran escala era el Estado. Hoy, al no estar en ese rol, cayeron operaciones vinculadas a la importación de maquinaria, ya que la fabricación local es muy limitada.
Además de esto, ¿cuáles son los principales desafíos que enfrenta la logística en la construcción?
Los principales desafíos tienen dos orígenes: conseguir los elementos en tiempo y forma, y lidiar con factores externos. Las obras siempre tienen un plan de trabajo que marca en qué momento deben llegar materiales y equipos. Eso exige previsión y experiencia. Si no, los problemas aparecen.
Un profesor me decía que la Ley de Murphy se cumple inexorablemente en la construcción. Es decir, pueden surgir imprevistos ligados al clima, a condiciones económicas u otros factores fuera de nuestro control.
En obras cercanas a las ciudades, mover equipos no es complicado porque son distancias cortas y los equipos no son tan grandes. El desafío mayor aparece en polos como Vaca Muerta, donde los traslados pueden ser de cientos o miles de kilómetros y la cantidad de equipos es muy grande.
Por eso siempre digo que nos alejamos del “just in time” propio de una fábrica. Ninguna obra es igual a otra, y no todas las necesidades se pueden prever. Siempre hay que estar atentos a cubrir emergencias que aparecen sin aviso.
¿Qué aspectos son más críticos al coordinar materiales y equipos para que lleguen a destino?
En obras de gran envergadura trabajamos con un plan de trabajo muy complejo, con hitos que marcan cuándo debe llegar cada material. La previsión es clave: la experiencia de quien arma el plan es lo que asegura que la programación funcione. La misión de logística es que ese cronograma se cumpla.
Un punto central es la gestión de proveedores, que normalmente depende de compras, pero de la cual la logística depende para que la obra avance. Además, hay factores difíciles de controlar, como el clima, que también impactan.
Los obradores, equipamientos y accesos deben estudiarse a fondo. Hay que conocer el terreno, definir qué camión puede entrar, qué peso soporta, si se trata de cargas fuera de medida o si se requiere un permiso especial. No todas las provincias tienen los mismos requisitos ni todos los clientes —a los que llamamos comitentes— exigen lo mismo.
Por ejemplo, para ingresar maquinaria pesada a una destilería, la preparación puede llevar un mes de papeles y ensayos. En cambio, para entrar en una obra rural basta con coordinar el acceso. Esa diferencia exige una planificación muy cuidadosa.
¿Cómo definirías la actualidad de la industria de la construcción en Argentina?
Hoy la situación es compleja. Muchas obras públicas fueron detenidas por decisión del Gobierno, lo que dejó equipos parados y sin renovación. Varias empresas buscan trabajo en otros sectores, como arquitectura, redes, instalaciones o ingeniería.
Actualmente, las áreas con más movimiento son minería y energía, tanto renovable como fósil. En energías renovables, se desarrollaron varios parques eólicos en distintas provincias. En energía solar, todavía no hay grandes emprendimientos, en parte por la dificultad de acumular electricidad a gran escala. Sin embargo, el futuro de lo renovable es muy prometedor.

En arquitectura, los desarrollos se concentran en grandes ciudades, sobre todo proyectos de nivel medio e inmobiliarios. El problema es que el costo de construcción subió mucho y no fue acompañado por el valor de venta de las unidades, lo que complica la ecuación para los desarrollistas. Aun así, algunos siguen apostando a nuevas obras.
En el área comercial no se ven demasiados proyectos: ni shoppings ni supermercados nuevos, e incluso algunas cadenas buscan irse o vender activos. La energía, en cambio, ha sido un buen puntapié para dinamizar el sector, con participación tanto en obras convencionales como en renovables.
¿Cómo vincularías la industria con el comercio internacional?
La relación entre construcción y comercio exterior tiene dos ejes: materiales y equipos. En equipos entran grúas, torres, elevadores o maquinaria vial. En 2022 ingresaron al país 11.741 unidades, un año récord. Pero en 2024 esa cifra cayó un 70%, a solo 3.642 unidades, con 2023 como año intermedio.
Esto responde a la decisión oficial de detener o congelar muchas obras públicas, que son las principales consumidoras de equipos. Ante esa caída, lo que seguimos importando mayormente son piezas y repuestos.
Hoy, la importación de maquinaria está prácticamente detenida, y hasta que no haya un panorama más claro con obras privadas o viales de gran escala, es difícil que se retome el ritmo de años anteriores.
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