
Al referirse al futuro del consumo del café, la entrevistada comenta que “el mercado argentino tiene un enorme potencial de crecimiento”. En esta entrevista explica cómo la diversificación de proveedores, la logística internacional y la sustentabilidad son claves para sostener el abastecimiento y acompañar nuevas tendencias.
¿Cuáles son las particularidades de trabajar en la importación de un producto como el café?
En Argentina, el café depende 100% de la importación. Localmente hay algún ensayo en Misiones, pero todavía es muy incipiente. Entonces, todo el café que consumimos llega del exterior: puede ser grano verde para tostar, café molido, en cápsulas o instantáneo.
Esto implica muchos factores: la volatilidad de las divisas, el costo de los fletes, la disponibilidad de proveedores, las condiciones climáticas en los países productores, y también las normativas cambiarias que determinan cómo y cuándo se pueden pagar las importaciones. Todo eso obliga a estar atentos permanentemente.
¿Qué diferencia hay entre importar café a granel y traer el producto ya terminado?
Es muy distinto. Traer café a granel implica procesos de tostado y envasado en Argentina. Cuando se importa el producto terminado, como café molido, en cápsulas o en grano, hay que prestar mucha atención al empaque sellado al vacío, que conserva las propiedades y la humedad del café.
Si un paquete llega “pinchado”, con aire dentro, ese café pierde calidad. Por eso el packaging es clave, tanto para el transporte como para el almacenamiento. En logística, a veces se consolidan cargas con otros productos para optimizar costos, pero siempre hay que garantizar que el café viaje bien protegido.
¿De qué países suele provenir?
Hoy los principales orígenes son Brasil, Colombia y Vietnam, entre otros. Brasil es un actor muy fuerte en la región, pero depender de un único proveedor no es conveniente. Factores como sequías, lluvias o cuestiones aduaneras pueden frenar un envío y dejar desabastecido al mercado.
Por eso es importante diversificar proveedores, tanto en orígenes como en formatos: café en grano, molido o instantáneo. Esa estrategia permite tener alternativas frente a imprevistos.
¿Qué desafíos logísticos implica el transporte internacional?
El traslado se hace en contenedores y pallets, como si fueran ladrillos en el caso del café molido. Cada tipo de café tiene sus particularidades: el café en grano, el molido, el instantáneo.
En general, el producto terminado viaja más protegido que el café a granel, porque ya viene envasado al vacío. Una vez que llega al depósito en Argentina, se revisa la mercadería para detectar si hay paquetes en mal estado. Si los hay, no se comercializan.
El mayor desafío es planificar el lead time, que suele rondar los 65 días desde origen hasta que la carga está disponible en destino. Eso exige previsión y coordinación con proveedores, transportistas y aduanas.
¿Cómo influyen las normativas cambiarias en este sector?
Muchísimo. En los últimos años hubo cambios importantes. Antes se debía nacionalizar la carga antes de poder girar divisas al proveedor. Eso generaba complicaciones porque exigía que el proveedor confiara en cobrar una vez que la mercadería ya estaba en el país.
Hoy hay más flexibilidad: se puede pagar un porcentaje por adelantado y el resto al nacionalizar. Eso genera más confianza, aunque sigue siendo un desafío. En este rubro, los cambios pueden aparecer de un día para el otro, y hay que estar constantemente actualizados.
¿Por qué es tan relevante diversificar proveedores?
Porque el café es un producto sensible a los factores externos. Si solo se depende de un país, cualquier problema climático, político o económico puede cortar el suministro.
Diversificar permite tener alternativas y garantizar continuidad. Por ejemplo, si hay sequía en Brasil, se puede recurrir a Colombia o Vietnam. Esa estrategia reduce riesgos y ayuda a sostener el abastecimiento del mercado argentino.

¿Qué certificaciones se consideran en la importación de café?
Lo más importante es el certificado de origen y el cumplimiento de las normas alimentarias vigentes, como las que emite SENASA en Argentina. También es clave que los países exportadores cuenten con certificaciones claras y transparentes, que avalen tanto la calidad del producto como las prácticas de producción.
La trazabilidad es fundamental: saber de dónde viene el café, cómo fue cultivado, procesado y transportado. Eso es algo que cada vez más consumidores valoran.
¿Cómo es el consumo de café en Argentina comparado con otros países?
Es bajo. En Argentina el consumo promedio es de un kilo por persona al año, muy por debajo de lo que ocurre en Brasil o en Europa.
Sin embargo, el mercado tiene mucho potencial de crecimiento. Cada vez más personas buscan cafés de especialidad, con origen certificado y producción sustentable. Eso marca una tendencia interesante para el futuro de la industria en el país.
¿Qué rol ocupa la sustentabilidad en la industria?
La sustentabilidad está presente en varias etapas. Por un lado, en el origen: los consumidores quieren saber cómo se produce el café, bajo qué condiciones laborales y ambientales. Por otro, en la logística internacional, donde cada vez más se pide transparencia sobre huella de carbono, empaques reciclables y prácticas responsables.
La trazabilidad y la sustentabilidad se volvieron criterios de decisión, no solo para empresas, sino también para los consumidores.
¿Qué reflexión te gustaría dejar el café en Argentina?
Que el café en Argentina depende totalmente del comercio exterior. No tenemos producción local significativa, y eso nos hace vulnerables a factores externos como el clima, los costos logísticos o las normativas cambiarias.
La clave está en diversificar proveedores, prever los tiempos logísticos y asegurar la trazabilidad y la sustentabilidad del producto. A pesar de las dificultades, el mercado argentino tiene un enorme potencial de crecimiento, porque cada vez hay más interés en cafés de calidad y en prácticas responsables.
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