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Flavio Fuertes es director ejecutivo
Flavio Fuertes es director ejecutivo del Pacto Global de Naciones Unidas en Argentina (Foto: Movant Connection)

Flavio Fuertes comenta que “la sostenibilidad ya no es marginal, es central. Es el negocio de los negocios”. En esta entrevista, reflexiona sobre la necesidad de compromisos colectivos, la influencia de los consumidores y el papel de las empresas como protagonistas del cambio.

¿Cómo fue cambiando la mirada de las empresas y de los profesionales sobre el compromiso con la sustentabilidad?

Hubo muchos cambios en estos 20 años. Uno primero, semántico. Hace dos décadas hablábamos de compromiso social, de responsabilidad social empresaria y de filantropía. Hoy hablamos de sostenibilidad. Y ese cambio de palabras trajo consigo un cambio profundo en cómo se integra la perspectiva dentro del negocio.

Antes era algo anexo, una acción marginal que la empresa hacía “para devolver a la sociedad”, generalmente en forma de donaciones o apoyo a organizaciones sociales. Hoy pasó al corazón del negocio. Ya no es un complemento, sino una estrategia central que mejora eficiencia, competitividad y la relación con los grupos de interés.

Para los profesionales también hubo un cambio: tuvimos que demostrar con datos y números que la sostenibilidad es inversión, no gasto. Pasó de ser un relato para convencer al dueño de la empresa a ser una propuesta seria frente al director financiero, con retorno medible.

¿Este cambio responde también a fenómenos globales, como el calentamiento climático?

Sin dudas. Hay fenómenos globales —cambio climático, pobreza, desigualdad— que impactan directamente en los negocios. Una empresa de logística, por ejemplo, no puede ignorar inundaciones o sequías, porque alteran sus operaciones.

Pero además hubo un giro en la responsabilidad del mundo corporativo: ya no se trata solo de adaptarse a esos fenómenos, sino también de aportar soluciones. Y hay algo más: si querés seguir haciendo negocios en el largo plazo, tus inversores, empleados, consumidores y reguladores van a exigirte un desempeño acorde.

Un inversor hoy elige dónde poner dinero según los valores de la empresa. No es lo mismo apostar a una compañía que discrimina mujeres que a otra que fomenta la igualdad. Tampoco es igual invertir en una organización con malas prácticas ambientales frente a otra que cuida el medioambiente. Estos factores ya forman parte del análisis de riesgo.

Pensando en las empresas que participan del comercio internacional, ¿qué lugar ocupan hoy estos temas?

El comercio internacional es uno de los motores más fuertes de la sostenibilidad corporativa. Tomemos el caso de la Unión Europea: existen directivas que obligan a reportar emisiones de carbono. Una empresa de cosmética con sede en Europa le pedirá a su operador logístico en Argentina que le informe cuántas toneladas de CO₂ generó en la última milla de distribución.

No podés responder “espérame tres años”. El cliente lo necesita ya, porque está legalmente obligado. Hoy, cuatro de cada diez empresas en Argentina miden su huella de carbono, pero solo el 25% trabaja esa medición con sus operadores logísticos. Falta mucho por hacer en la cadena de valor, y la presión del comercio internacional va a acelerar este proceso.

Y no hablamos solo de emisiones: también surgen preguntas sobre consumo de agua, condiciones laborales o uso de combustibles. Cuestiones que hace unos años no aparecían en un contrato comercial ahora están en el centro de las negociaciones.

Para Flavio, "hubo un giro
Para Flavio, "hubo un giro en la responsabilidad del mundo corporativo: ya no se trata solo de adaptarse a esos fenómenos, sino también de aportar soluciones" (Foto: Shutterstock)

Muchas veces se asocia la sostenibilidad únicamente con lo ambiental. ¿Qué otras dimensiones incluye y por qué son igual de importantes?

Es un error reducirla solo a lo ambiental. La sostenibilidad tiene tres dimensiones: económica, social y ambiental, todas atravesadas por la integridad y la transparencia.

Claro que lo ambiental es central, pero también lo son las condiciones laborales, la igualdad de oportunidades, la conciliación entre vida laboral y personal, y la lucha contra la corrupción.

En logística, por ejemplo, algunas empresas desarrollaron programas de mujeres choferes en minería, abriendo empleos dignos en sectores donde no participaban. Eso es sostenibilidad social. Y en lo económico, la integridad en la contratación es tan importante como la rentabilidad. Todo está conectado.

La sostenibilidad ya no es marginal, es central. Impacta en la agenda global, en el comercio internacional, en la logística, en la producción, en el consumo. Es el negocio de los negocios.

La clave está en integrar lo ambiental, lo social y lo económico con integridad, y en entender que el sector privado no solo puede, sino que debe liderar las soluciones. Si logramos eso, vamos a estar más cerca de alcanzar un modelo de desarrollo sostenible que beneficie a todos.

¿Qué lugar ocupa la economía circular en este panorama?

Es clave. Estamos en un mundo de recursos cada vez más escasos, y la economía circular es casi el único espacio donde los recursos pueden volverse más abundantes.

Hay oportunidades para crear nuevos negocios: convertir lo que hoy es desperdicio en recurso. Una batería de litio para autos, al final de su vida útil, puede usarse en scooters, celulares o paneles solares. Eso es darle segunda vida a los productos.

La verdadera circularidad empieza en el diseño: pensar desde el inicio en reutilización y reciclaje. No es fácil, pero abre caminos enormes. Además, genera valor social: muchos proyectos de reciclaje involucran comunidades vulnerables que encuentran empleo digno. Es resolver a la vez problemas ambientales y sociales.

Hoy vemos cada vez más empresas explorando estas oportunidades y compartiendo buenas prácticas que sirven de inspiración.

¿Qué balance hacés de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas?

Los datos no son alentadores. De los 17 objetivos y 169 metas de la Agenda 2030, algunos se cumplirán, otros no, y hay varios que están retrocediendo: emisiones, pobreza, desigualdad.

Sin embargo, hay un cambio positivo: el sector privado ya no es visto solo como causante de los problemas, sino como actor clave de las soluciones. Naciones Unidas insiste en que la innovación y las mejores prácticas empresariales son imprescindibles.

Por eso lanzamos campañas como “Aceleremos el cambio”, que pide a las empresas compromisos en cinco áreas: género, agua, emisiones, salario digno e inversiones sostenibles. Más de 3.000 compañías ya firmaron, y esa es la base para diseñar soluciones colectivas con el sector privado como protagonista.

Hablaste de inversores, pero ¿qué rol juega la sociedad en todo esto?

Ahí hay una contradicción. Por un lado, vivimos en una sociedad de consumo que busca precios bajos, aunque detrás haya malas condiciones sociales o ambientales. Por el otro, crece un movimiento contracultural de consumidores que privilegian productos responsables.

Cuando yo era chico no existían ferias orgánicas; hoy están en todas partes. Algunos consumidores ya están dispuestos a pagar más por productos sostenibles. Pero necesitamos reforzar la educación a todos los niveles: en escuelas, universidades y sobre todo en programas de negocios, para que futuros gerentes entiendan que la sostenibilidad agrega valor.

Y también necesitamos a los medios de comunicación. Difundir buenas prácticas ayuda a que los consumidores se pregunten: ¿qué hay detrás de este precio tan bajo?, ¿qué condiciones laborales implica? Esa reflexión colectiva puede cambiar hábitos de consumo y acelerar la transición.