
En relación con las exigencias de la industria automotriz, Gonzalo afirma que “es la más demandante de todas. Te obliga a trabajar 24/7, sin horario, con presión constante”. En esta entrevista repasa la complejidad del sector, los cambios recientes y las tendencias que marcarán el futuro.
¿Qué rol ocupa hoy el despacho aduanero en la cadena logística y cómo evolucionó con el tiempo?
El despacho de aduana es siempre el último eslabón de la cadena del comercio exterior. Entonces, cualquier problema o demora que haya en el medio, repercute en nosotros. Cuando llega la mercadería, siempre es urgente. Te diría que el 50% de las operaciones son urgentes. Y además depende mucho de la industria con la que trabajás.
En cuanto a la evolución, yo pasé por todo: desde el papel escrito a máquina de escribir, después impresoras, y hoy todo mucho más digital. Calculo que en poco tiempo será sin papeles. Eso cambió, pero lo que no cambia es la urgencia: cuando llega algo, todo es para ayer.
¿Cómo se gestionan las eventuales demoras en las operaciones desde el rol del despachante?
Hay que saber manejar esas situaciones. No siempre la culpa es nuestra, pero como somos el último eslabón, nos cae a nosotros. Lo más importante es explicar bien dónde estuvo el problema. Muchas veces son culpas ajenas, pero repercuten en nuestro trabajo. Yo creo que en general se entiende. Aunque claro, hay veces en que la Aduana misma tiene responsabilidad. Es como en todo: hay que hacerse entender y saber pararse frente al cliente.
La experiencia es muy importante. Porque muchos de los cambios que se hacen son como un rulo: ya pasaron antes. Este país tiene crisis recurrentes y las salidas suelen parecerse a las de hace 10 o 15 años. Entonces uno ya sabe cómo actuar, cómo transmitir tranquilidad. Eso no se aprende de un día para el otro, lo da haberlo vivido. Y también es cierto que, aunque haya cosas nuevas, hay muchas que se repiten.
¿Qué te aportó personalmente atravesar diversas crisis?
Te da calma. Al principio, cuando sos más joven, te ponés nervioso, buscás salidas rápidas que no siempre son las mejores. Con el tiempo aprendés que ciertas cosas son cíclicas: dólar estallado, varios tipos de cambio… eso lo vi mil veces. Hoy lo vivo de otra manera. Claro que también aparecen cosas nuevas, pero en general muchas situaciones se repiten. Y ahí la experiencia sirve para no desesperarse.
¿Qué particularidades tiene la industria automotriz para el despacho?
Yo la dividiría en tres: primero, la importación de vehículos terminados; segundo, los repuestos para la posventa; y tercero, las piezas para fabricar. Para esta última existe el régimen de Aduana Factoría, que fue un cambio muy positivo. Permite importar piezas y pagar los derechos solo por lo que va al mercado local; lo que va a exportación no paga nada. Además, se liquida una vez al mes, lo que da aire financiero y administrativo. Es un régimen que ayudó mucho a la industria.
En este último año, noté un aumento en la importación de unidades terminadas. El año pasado fue muy flojo para el comercio exterior, pero este año la automotriz repuntó bastante. Se siente en el ritmo de operaciones y en los clientes que tenemos.
¿Cambios en hábitos de consumo? ¿Qué pasa con autos chinos y eléctricos?
Los chinos son muy buenos, pero todavía tenemos cierta desconfianza para comprarlos. Y con los eléctricos el tema es la infraestructura. En Europa ves un tótem en la calle cargando un auto; acá no. ¿Te imaginás ir de Buenos Aires a Bariloche con un eléctrico? Yo tengo mis dudas. El cupo de 50.000 unidades que habilitó el gobierno va a mover el mercado, y las empresas que entran son muy grandes. Algunas ya tienen plantas en Brasil y en poco tiempo podrían abastecer desde ahí con arancel cero. Eso va a cambiar bastante el panorama.
¿Qué transformaciones profundas viste en la industria en los últimos años?
Yo te diría que lo más importante fue el Régimen de Aduana en Factoría, que ya tiene como veinte años, pero para mí fue un cambio enorme. Antes era mucho más rígido: si importabas algo para fabricar, tenía que ir a fabricación sí o sí, y si lo importabas temporal para exportar, quedaba solo para exportación. No había forma de mover eso. Con este régimen se unifica todo en una sola destinación y vos después podés decidir, según lo que necesites, si va al mercado local o si va a exportación. Eso le dio a la industria una flexibilidad muy grande. Además, se paga una vez al mes y solo por lo que va al mercado interno, lo que te da aire financiero. Para mí fue un antes y un después, porque simplificó muchísimo el trabajo y le dio dinamismo a las operaciones.
Y ahora, lo otro que me parece un cambio fuerte es el tema del cupo para eléctricos. Porque al importar al 0% van a empezar a entrar jugadores muy grandes, empresas que no vienen a probar suerte sino a vender en serio, con precios muy agresivos para ganar mercado. Eso va a mover el tablero. Incluso algunas ya pusieron plantas en Brasil, entonces en un futuro van a abastecer desde ahí sin necesidad de cupos, también con arancel cero por el acuerdo automotriz. Así que yo creo que ahí vamos a tener un desafío enorme para ver cómo reacciona el mercado local y cómo se acomoda toda la industria.

¿Qué desafíos ves para las próximas generaciones de profesionales de Comex?
Van a tener que lidiar con temas nuevos como la inteligencia artificial, que ya se habla para clasificación arancelaria. También con cambios normativos que abren la puerta para que cualquiera pueda ser despachante. Eso es un desafío, porque no es fácil ser despachante: hay que conocer mucho.
¿Creés que la profesión está perdiendo protagonismo?
Un poco sí. El despacho de aduana va perdiendo lugar, y por eso hay que hacerse valer, demostrar lo que sabemos hacer. Muchas empresas creen que el comercio exterior es sencillo, y no lo es, menos en Argentina. Ese es uno de los grandes desafíos: que se entienda el valor que aportamos.
Dentro del mundo aduanero, ¿qué sentís que atrae a varias generaciones de tu familia a este sector?
Yo creo que es algo que siempre estuvo. Desde chico lo vivía en casa porque mi padre era socio con un hermano y se hablaba de eso todo el tiempo. Para mí la oficina era como un programa: ir con él, mirar y pasar el rato. Y de a poco me fui metiendo. Dejé la facultad, mi padre me dijo “bueno, vení a trabajar conmigo” y arranqué a los 19 años.
Hoy tengo 67, o sea, casi 50 años en esto. Y empecé de abajo: primero cadete, después al puerto, a la Aduana y luego con los clientes. Hice todas las etapas, todas desde cero.
Para cerrar, ¿te gustaría dejarnos una reflexión sobre logística, comercio exterior y la automotriz?
La automotriz es la más demandante de todas. Te obliga a trabajar 24/7, sin horario, con presión constante. Y a mí eso siempre me gustó. Es una industria que exige mucho, pero también apasiona. Y creo que, si el país encuentra un rumbo estable, hay muchísimo por crecer: caminos, rutas, trenes, todo. El potencial está. Lo difícil es la inversión.
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