
Francisco I. Madero, originario de Coahuila, dio pie a la Revolución Mexicana el 20 de noviembre de 1910 con el llamado Plan de San Luis, en el cual pedía al pueblo levantarse en armas contra el régimen de Porfirio Díaz, quien sumaba más de 30 años en la presidencia de la República.
Si bien Madero logró llegar a la presidencia de México y convertirse en uno de los héroes nacionales, también fue blanco de una intensa crítica y ataques, debido a su inclinación por el espiritismo.
Era usual que en la prensa capitalina se refirieran a Madero como el “loco que se comunica con los muertos”, debido a las sesiones en las que supuestamente el político entraba en trance.
Más allá de su formación intelectual, Madero tenía una convicción espiritual que influyó de manera decisiva en su trayectoria política y en la historia de México.

El vínculo de Madero con el espiritismo se remonta a 1891, cuando, de manera fortuita, descubrió las obras de Allan Kardec, considerado el fundador de esta doctrina.
Ya al inicio del siglo XX, instalado en su natal San Pedro de las Colonias, Coahuila, y próximo a cumplir treinta años, Madero formalizó su adhesión al espiritismo.
Tras regresar de París, donde había participado en círculos espiritistas y descubierto su capacidad como médium escribiente, decidió poner en práctica esta facultad en México.
La Sociedad de Estudios Psíquicos de San Pedro, fundada y presidida por el propio Madero, se convirtió en el epicentro de sus actividades espiritistas.
En sus Memorias, Madero dejó testimonio del impacto que estas experiencias tuvieron en su vida: “Estas comunicaciones me hicieron comprender a fondo la filosofía espiritista y, sobre todo, su parte moral, y como en lo íntimo me hablaban con gran claridad de los invisibles que se comunicaban conmigo, lograron transformarme, y de un joven libertino e inútil para la sociedad, han hecho de mí un hombre de familia, honrado, que se preocupa por el bien de la patria y que tiende a servirla en la medida de sus fuerzas”.
La publicación de La sucesión presidencial en 1910 (en diciembre de 1908) y el inicio de su lucha democrática en 1909 constituyeron hitos fundamentales que abrieron paso a la Revolución Mexicana, la cual transformó la historia de México.
Aunque la prensa de aquél entonces demeritaba su labor política debido a sus convicciones internas, el movimiento que inició tuvo una sólida base intelectual y democrática, lo que le permitió cambiar el curso de la historia nacional.

