
La calle era estrecha y oscura. Brenda Catalán avanzaba sola con una maleta en una mano y su computadora en la otra, temiendo que cualquier sombra se convirtiera en un asaltante.
Era Italia, no México. Acababa de recorrer Francia, España y Mónaco, y ese hostal barato en un callejón parecía la peor decisión de su viaje de mes y medio por Europa.
Los insectos en la cama, los idiomas desconocidos y la certeza de que “ese día me iban a robar” dibujan una escena que no aparece en los videos brillantes de YouTube. Pero es parte de la misma historia: la de una mujer que viaja sola para mostrar culturas y comunidades invisibles.
Ese momento resume la paradoja de su trabajo. Brenda Catalán se define como valiente. Su primer viaje internacional fue sola a Cuba; después Marruecos, donde, al contrario de los prejuicios, se sintió segura y respetada. Pero también ha enfrentado la vulnerabilidad y el miedo, situaciones que rara vez cuentan los creadores de contenido.
Hoy, con más de 200 millones de visualizaciones en YouTube y casi 500 videos, su canal no sólo enseña paisajes. Es un archivo vivo de tradiciones, desigualdades y resistencias culturales en México.
Un canal que narra realidades invisibles
Aunque evita llamarse activista, su trabajo funciona como crónica de un país desigual. Recorre comunidades que mantienen tradiciones sin ayuda estatal y muestra rutas turísticas fuera del mapa oficial.
Invierte su propio dinero en hospedajes, vuelos y casetas, desmintiendo el mito de que “los influencers viajan gratis”.
El resultado es un archivo audiovisual que mezcla identidad, turismo y vida cotidiana. Desde fiestas populares hasta paisajes remotos, sus videos circulan imágenes que de otro modo quedarían invisibles.
La pandemia y el giro de su vida
Antes de 2020 trabajaba en televisión. La pandemia la dejó sin empleo y sin equipo técnico. Decidió subir un video semanal por su cuenta, justo cuando millones estaban encerrados. Ese esfuerzo coincidió con una necesidad social: contenidos que conectaran con las raíces y ofrecieran compañía a la distancia. Su audiencia en Estados Unidos —segundo país con más seguidores— encontró ahí un lazo con su origen.

Viajar como trabajo, no como lujo
Catalán ha recorrido casi todo México y varios países en cuatro continentes. Cada destino deja aprendizajes más allá de la postal: esquiar en Canadá, grabar un volcán activo en Guatemala, perderse en mercados brasileños. Habla de ello sin exotismo: “cada viaje te va puliendo”, dice, consciente de los riesgos de viajar sola con equipo en lugares desconocidos.
El canal también es un espejo de la responsabilidad cultural: representar a un país ante millones con honestidad. Aunque mantiene un tono cercano y optimista, no oculta sus miedos ni su tristeza. Esa autenticidad fortalece el vínculo con su audiencia y expone la precariedad de quienes producen contenidos culturales sin respaldo corporativo.
Incluso la apropiación no autorizada de sus videos abre un debate sobre propiedad intelectual en la era digital. Mientras ella lo ve como publicidad indirecta, su equipo denuncia que otros moneticen material en el que invirtió tiempo y dinero.

Un archivo social en construcción
Más allá de las cifras, el canal de Brenda Catalán se ha convertido en un archivo social y cultural en construcción. Su narrativa permite que mexicanos dentro y fuera del país reconozcan su propio territorio y que públicos extranjeros se acerquen a realidades complejas.
En tiempos de contenidos descartables, su experiencia demuestra que un proyecto individual —sin patrocinios masivos ni estructuras institucionales— puede sostenerse y crecer cuando se convierte en una mirada comprometida con la diversidad y la memoria colectiva.