
Durante semanas, la narrativa previa a la llegada de Kendrick Lamar a la Ciudad de México giró en torno a un posible fracaso: rumores sobre poca venta de boletos, críticas por los precios y dudas acerca del impacto del rapero estadounidense en el país. Sin embargo, la noche del concierto disipó todas las especulaciones con una sola cifra: 62 mil 300 asistentes vibraron en el Estadio GNP Seguros, dejando claro que Lamar se impone como fenómeno global incluso bajo la lupa más escéptica.
Si bien algunos comentarios en redes sugerían que el show no llegó al sold out total, la atmósfera en el recinto contó otra historia. Desde el arranque, con el emblemático Buick Grand National ’87 sobre el escenario, el público —de todas las edades y esquinas del rap— se entregó por completo al espectáculo. La impaciencia se disolvió en cuanto Kendrick y su equipo irrumpieron entre luces, visuales y la promesa de un viaje sonoro único.

El espectáculo fue una sucesión de momentazos: “Wacced out murals” detonó la combustión general, “N95” elevó las voces y “King Kunta” desató el clásico “Olé, Olé, Olé, Kendrick, Kendrick”.
A lo largo de cuatro actos, el setlist abarcó canciones de la discografía más reciente y otros himnos coreados con la intensidad de quienes habían esperado años para este encuentro. “K-Dot está en la casa México, ¿están listos para cantar?”, lanzó el rapero, desatando un estruendo que se repitió tema tras tema.
La intensidad también se reflejó en el escenario: la grada móvil, la transformación visual a bordo del auto icónico y detalles como los dados de felpa y el odorizante de pino, todos símbolos de la cultura automovilística y urbana que forman parte de la personalidad de Kendrick Lamar. Cada canción fue acompañada por coreografías, un grupo de bailarines y elementos como lanzallamas y fuegos artificiales que mantuvieron el estadio en constante movimiento.

Entre cada bloque, el rapero aprovechó para conectarse con los asistentes: “Gracias México, qué noche”, dijo visiblemente emocionado. “No vamos a hacer de esto sólo una ocasión especial, lo vamos a volver algo habitual. Les doy mi palabra: voy a volver”, prometió a las 62 mil almas reunidas en la capital.
Y no se detuvo ahí: “Merezco todo porque es mío. Dime por qué crees que mereces al mejor de todos los tiempos”.

Los fans no tardaron en llenar redes sociales de testimonios y alabanzas: “KENDRICK LAMAR sí llenó el GNP y dio un concierto INCREÍBLE”, “Qué CONCIERTAZO dio Kendrick Lamar, voló mi cabeza y viví una experiencia inolvidable”, “Kendrick Lamar está en otra liga, es uno de uno, tenía toda la razón cuando dijo fuck the big three it’s just big me porque compararse a él es una aberración. El mejor rapero y escritor de nuestros tiempos, la cabra, punto final y nada que discutir”, “Valió todo” y “Volvimos a vivir historia en CDMX. Kendrick Lamar es un artista de primer nivel con todas sus letras”.
El último acto, compuesto por “Luther”, “Tv off part 2”, “Gloria” y el explosivo “Not Like Us”, cerró la jornada con el estadio convertido en celebración colectiva. A media canción, el silencio de Kendrick permitió que miles gritaran “a-minooor”, un instante de comunión que sólo logran los artistas de leyenda.

Lejos de fracasar o presentarse ante gradas vacías, Kendrick Lamar ratificó su estatus como figura de culto y fenómeno masivo. El concierto fue descrito por algunos asistentes como “el show más grande de hip hop que ha visto México” y para el propio rapero fue tan especial que dejó una promesa en el aire: volver pronto. Con 62 mil 300 presentes y una avalancha de elogios, la noche de Kendrick en CDMX demostró que la realidad superó, por mucho, a los rumores.