Estas son las desventajas de cenar muy pesado antes de dormir

Esto le pasa a tu cuerpo si comes mal previo a ir a la cama

Guardar
(Imagen Ilustrativa Infobae)
(Imagen Ilustrativa Infobae)

Comer en exceso durante la cena puede provocar diversos efectos negativos en la calidad del sueño y en la salud de las personas. Estudios de especialistas en nutrición y sueño advierten que durante la noche el cuerpo requiere menos energía y las funciones digestivas se vuelven más lentas. Cuando se consume una comida abundante o rica en grasas y azúcares antes de dormir, se incrementa la probabilidad de malestares físicos que afectan el ciclo nocturno y el bienestar general.

Uno de los impactos más inmediatos es la aparición de problemas digestivos. Durante la noche, el metabolismo disminuye su ritmo y los alimentos pesados se digieren con mayor dificultad. Esto puede provocar sensación de pesadez, reflujo gástrico, ardor estomacal y náuseas. Estos síntomas no solo resultan incómodos sino que interrumpen el sueño o dificultan conciliarlo, alterando el descanso necesario para la recuperación corporal.

El sueño fragmentado o de baja calidad suele estar vinculado con cenas copiosas. El sistema digestivo en plena actividad interfiere en la transición del cuerpo hacia las fases profundas del sueño. Además, el aumento de glucosa en sangre después de ingerir carbohidratos simples o azúcares procesados puede generar picos de energía y luego caídas abruptas, lo que favorece los despertares nocturnos.

Otros problemas de cenar pesado y las recomendaciones

Cenar mal se traduce en
Cenar mal se traduce en mal sueño (Imagen Ilustrativa Infobae)

Cenar tarde y en exceso también se asocia con alteraciones metabólicas a largo plazo. Diversos informes médicos señalan que esta práctica aumenta el riesgo de sobrepeso, resistencia a la insulina y desórdenes metabólicos. Al acumular calorías fuera del periodo de mayor actividad física, el cuerpo tiende a almacenarlas en forma de grasa, lo que repercute en el peso corporal y el perfil lipídico.

Los especialistas recomiendan realizar cenas ligeras, preferentemente dos o tres horas antes de dormir y enfocarse en alimentos de fácil digestión, bajas grasas y alto contenido de fibra. Así se promueve un proceso digestivo eficiente y un descanso nocturno más reparador. La elección del tipo y la cantidad de comida nocturna impacta no solo en el sueño, sino también en la salud a corto y largo plazo.