
La tarde del 10 de septiembre de 2025 una explosión causada por la volcadura de un camión cisterna de gas licuado de petróleo en el Distribuidor Vial La Concordia, en Iztapalapa, alteró la vida de cientos de personas y dejó una profunda huella entre quienes habitaban bajo el puente.
Armando, un joven en situación de calle que compartía refugio con otros cinco compañeros, sobrevivió a la tragedia gracias a que su perro escapó minutos antes del sitio donde ocurrió la deflagración. Sin embargo, tres de sus amigos murieron y dos permanecen hospitalizados en estado grave.
El accidente ocurrió poco después de las 14:20 horas, cuando una pipa de la empresa Gas Silza volcó y liberó una nube de gas inflamable que explotó segundos más tarde. El siniestro afectó automóviles, transporte público y a personas que se encontraban sin resguardo alguno en los alrededores del distribuidor vial. Hasta el más reciente corte de la Secretaría de Salud, la emergencia ha dejado al menos 13 muertos y dejó más de 90 heridos.
Su perro lo salvó

Armando, como dice llamarse, relató en conversación con Eva María Beristain para su canal de YouTube Ruido Social, que su grupo de seis personas improvisaba una casita con cobijas bajo el puente.
Vivían juntos, compartían alimentos y se consideraban una familia. “Aquí estaban mi casita y mis amigos. Hacíamos nuestra convivencia para comer y dormir, éramos seis”, cuenta.
El motivo que llevó a Armando a vivir en la calle fue un vicio, le contó. Sin profundizar en el tema, contó que su rutina implicaba largas caminatas: recorría desde el distribuidor vial hasta puntos como Ermita o Santa Cruz Meyehualco y regresaba para reunirse con sus amigos y descansar juntos bajo el puente.

Sobre ellos detalla sus edades: “Uno tenía 28, otro como 35 y el más joven 17”. Se desconoce si estas personas fueron contabilizadas en la lista de fallecidos oficial.
Fragmentado de sus lazos familiares, Armando reconoce que sus parientes nunca lo han rechazado, pero tampoco le brindan apoyo. “Ellos ya hicieron su vida, prefiero no ser una molestia para nadie”, afirma. Sabe que sus familiares están al tanto de su situación y que sale a buscar trabajo todos los días, pero prefiere enfrentarse solo a las dificultades antes que pedir ayuda.
Armando cuenta que su perro es su único amigo y principal apoyo tras la tragedia. Relata que el animal comenzó a comportarse de manera muy inquieta y nerviosa poco antes de la explosión, ladrando y aullando, hasta que logró zafarse y salir corriendo. Armando fue tras él para buscarlo, lo que lo alejó del sitio del accidente y, en palabras del propio Armando, eso le salvó la vida. Cuando finalmente encontró al perro en un puesto de tacos cercanos, escuchó la explosión.

“Cuando me quise acercar estaban todos quemados. Salía la gente quemada por todos lados”, dijo mientras sollozaba. Ante la pregunta de Eva sobre qué creía que lo salvó, él contestó: “No sé si fue suerte o destino”.
La explosión lanzó una onda expansiva que alcanzó a peatones, automovilistas y gente que, como el propio Armando y sus amigos, permanecía sin casa. El fuego destruyó completamente la zona donde dormía el grupo.
Tras la explosión, Armando intentó buscar a sus amigos heridos en el hospital, pero no le permitieron el acceso porque no hay vínculos de parentesco ni registros formales que lo relacionen con ellos.

Para él, solo ha sobrevivido su mejor compañía: “Mi único amigo que me quedó es mi perro, trato de sobrevivir, darle de comer, comprar lo indispensable, como agua o croquetas”.
“A veces, si platico con mi perro, pueden pensar que estoy loco. Pero es mi única compañía y no tengo con quién más hablar. Sacar lo que uno siente ayuda, aunque sea a solas”.
Al día siguiente Eva María regresó para buscar a Armando. Aunque no lo encontró, aparentemente instaló un altar para sus amigos donde convivían, pues dejó una veladora, una rosa y botellas de agua.