
A finales de los años noventa, Osiel Cárdenas Guillén, líder del Cártel del Golfo y conocido como “El Loco” o “El Mata Amigos”, ideó la creación de un grupo armado que superara en brutalidad y disciplina a cualquier otra célula criminal que se le opusiera.
Su objetivo era consolidar su poder tras asumir el mando de la organización en medio de una pugna interna y de la presión de las autoridades mexicanas y estadounidenses. De acuerdo con el libro “Narco” (2011) del periodista especializado Ioan Grillo, Cárdenas Guillén tomó el control del cártel en 1998, luego de la captura de Juan García Ábrego y el asesinato de Salvador Gómez, su antiguo socio.
Para reforzar su liderazgo fundó un brazo armado que pronto sería temido en todo el país: Los Zetas, un grupo integrado inicialmente por militares de élite que abandonaron sus filas para unirse al crimen organizado.

El origen de Los Zetas, el brazo armado que cambió el narco en México
Uno de los primeros en dar el salto fue Arturo Guzmán Decena, un teniente del Ejército mexicano enviado a Tamaulipas para combatir a las bandas de traficantes, pero que terminó cambiando de bando.
Según Grillo, el ofrecimiento era demasiado atractivo: en un mes, un sicario de Cárdenas podía ganar lo que un militar recibía en un año. Guzmán, que ya había recibido sobornos del cártel, aceptó la propuesta y se convirtió en el primer jefe de Los Zetas, dando inicio a una era de violencia sin precedentes.
Cárdenas Guillén no buscaba un sicario más para su organización, sino alguien capaz de estructurar un ejército privado con entrenamiento militar.
“Cuando Osiel Cárdenas contrató a Guzmán, no quería un pistolero más. Cárdenas pidió a su nuevo empleado que organizara la compañía de sicarios más feroz que encontrase”, expone Ioan Grillo. Con esa encomienda, Arturo Guzmán Decena, conocido después como Z-1, comenzó a reclutar a los primeros integrantes de lo que se convertiría en Los Zetas.
Aunque Cárdenas tenía la ambición de fortalecer su poder con una fuerza paramilitar, Grillo señala que gran parte de la iniciativa provino del propio Guzmán, quien conocía de cerca las capacidades del Ejército mexicano.
Documentos oficiales citados por el periodista muestran una conversación en la que Cárdenas le ordena: “Quiero los mejores hombres. Los mejores”. A lo que Guzmán respondió que esos perfiles solo podían encontrarse en las filas castrenses, recibiendo la instrucción directa de su jefe: “Quiero a ésos”.
El proyecto pronto se materializó. Guzmán Decena consiguió el reclutamiento de decenas de militares provenientes de distintas unidades —entre ellas el 7º Batallón de Infantería, el 15º Regimiento de Caballería Motorizada y el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE)—.
Lejos de ser una sola deserción en masa, como señalaron algunos medios, los archivos militares refieren que los soldados abandonaban sus filas de manera individual para sumarse a la naciente célula criminal.
Así nació “Los Zetas”, nombre tomado de una clave radial de los boinas verdes mexicanos, con Guzmán identificado como Z-1 al mando de 38 exmilitares. La violencia no tardó en escalar:
“Las calles de Tamaulipas presenciaron batallas muy reñidas entre el ejército y los Zetas. Enfurecido por esta resistencia, el ejército pidió refuerzos para atrapar a Cárdenas; la consigna era disparar primero y preguntar después. Esta política de andarse sin miramientos redundó en la eliminación de Z-1”, documenta Grillo.

La caída de Z-1 y la captura de Osiel Cárdenas
En noviembre de 2002, el Z-1 encontró un final sangriento en una marisquería de la costa. Mientras comía acompañado de su séquito, un comando de soldados irrumpió en el lugar y abrió fuego sin contemplaciones.
Guzmán fue alcanzado por al menos 50 disparos en la cabeza, el pecho, los brazos y las piernas. El joven oficial militar que había desertado para fundar el primer grupo paramilitar del narcotráfico mexicano quedó tendido en el suelo, acribillado.
La muerte de Z-1 no frenó la persecución contra Osiel Cárdenas Guillén, líder del Cártel del Golfo. Apenas unos meses después, en marzo de 2003, las fuerzas federales localizaron una de sus casas de seguridad en Matamoros, Tamaulipas.
El operativo se convirtió en una batalla campal: los guardaespaldas Zetas respondieron con miles de disparos y lanzaron granadas de fragmentación para intentar repeler el asedio. Sin embargo, la superioridad numérica del Ejército resultó decisiva.
Tras media hora de enfrentamiento, los militares irrumpieron en la vivienda y capturaron al capo, mientras las refriegas continuaban incluso hasta el aeropuerto, desde donde fue trasladado a Ciudad de México.
La detención de Cárdenas, ocurrida el 14 de marzo de 2003, fue considerada un logro político para el entonces presidente Vicente Fox. De inmediato, se le dictó auto de formal prisión por delincuencia organizada y delitos contra la salud, quedando recluido en el penal de máxima seguridad del Altiplano, Estado de México.
Años más tarde, el 19 de enero de 2007, fue extraditado a Estados Unidos, donde enfrentó cargos federales por narcotráfico. Tras cumplir su condena, en 2024 fue deportado nuevamente a México, donde lo esperan procesos judiciales por homicidio, delincuencia organizada y lavado de dinero, además de señalamientos por el asesinato de al menos seis personas, entre ellas testigos protegidos.