
El riesgo de botulismo infantil asociado al consumo de miel en menores de un año suele pasar desapercibido para muchos padres.
Esta afección, provocada por la presencia de esporas de Clostridium botulinum en la miel, puede desencadenar síntomas graves como estreñimiento, flacidez muscular, párpados caídos, pérdida de control de la cabeza, llanto débil e insuficiencia respiratoria.
Por este motivo, la recomendación médica es tajante: los bebés menores de 12 meses no deben consumir ningún producto que contenga miel, ni siquiera en pequeñas cantidades.
Más allá de este riesgo específico en la infancia, la miel frecuentemente promocionada como una alternativa saludable al azúcar presenta una serie de efectos secundarios que conviene conocer antes de incorporarla de forma habitual a la dieta.
Aunque su perfil nutricional incluye antioxidantes y minerales, su composición principal es agua, fructosa y glucosa, lo que la convierte en un edulcorante con un contenido calórico considerable.

Una sola cucharada de 21 gramos aporta 64 calorías, cifra que puede acumularse rápidamente si se consume en exceso y sin ajustar otros hábitos alimenticios.
El consumo regular de miel puede favorecer el aumento de peso. Al tratarse de un azúcar añadido, su ingesta frecuente se ha vinculado con el incremento del peso corporal, según advierte la Organización Mundial de la Salud, que recomienda mantener la ingesta diaria de azúcares por debajo del 10 % del total de calorías.
Además, la miel puede elevar los niveles de azúcar en sangre, un aspecto relevante para personas con diabetes o prediabetes. Estudios citados en el texto original señalan que la miel, el azúcar de mesa y el jarabe de maíz con alto contenido de fructosa pueden aumentar los triglicéridos y alterar la respuesta glucémica de manera similar.
Aunque algunos trabajos sugieren posibles efectos antidiabéticos, la recomendación es consultar con un profesional de la salud antes de incorporar miel a la dieta en estos casos.
Las alergias a la miel, aunque poco frecuentes, pueden presentarse especialmente en personas sensibles al polen o al propóleo, una sustancia utilizada por las abejas en la construcción de panales.

Las reacciones alérgicas pueden ir desde erupciones cutáneas y náuseas hasta anafilaxia, una condición potencialmente mortal.
Otro efecto secundario es la diarrea, resultado de la absorción incompleta de fructosa, así como la posibilidad de intoxicación alimentaria por contaminación secundaria durante el procesamiento o almacenamiento.
Por último, la miel puede favorecer la caries dental debido a su naturaleza pegajosa y su contenido de azúcar, especialmente en niños que utilizan chupetes impregnados en miel.
Consumir miel con moderación y prestar atención a estos posibles efectos adversos permite aprovechar sus beneficios sin comprometer la salud.