
Una herida pequeña puede no parecer peligrosa. Pero en una persona con diabetes, puede convertirse en un problema grave. Así empieza el pie diabético: una complicación silenciosa que, si no se detecta a tiempo, puede terminar en una amputación.
Este problema no aparece de un día para otro. Se desarrolla poco a poco, sin dolor al inicio. La persona no siente las molestias por el daño en los nervios y, además, su circulación es deficiente. Esto hace que cualquier lesión, por mínima que sea, tarde en sanar y se infecte con facilidad.
Según la American Diabetes Association, el pie diabético es una de las complicaciones más serias de la diabetes. Cada año, miles de personas en el mundo pierden un pie o una pierna por no tratarlo a tiempo.
Lo que parece simple, puede complicarse
El pie diabético se presenta cuando hay heridas, úlceras o infecciones en los pies de personas con diabetes. Las causas principales son la pérdida de sensibilidad (neuropatía) y la mala circulación. Juntas, provocan que las lesiones pasen desapercibidas y se agraven sin que el paciente se dé cuenta.
De acuerdo con la Biblioteca de Medicina de Estados Unidos, hasta el 15% de las personas con diabetes presentarán una úlcera en el pie en algún momento. Es más común de lo que se piensa.

Señales que deben prender la alarma
Es importante revisar los pies todos los días. Algunas señales de alerta son:
- Entumecimiento o falta de sensibilidad.
- Hormigueo o ardor constante.
- Heridas que no sanan después de dos semanas.
- Úlceras que huelen mal o tienen secreción.
- Cambios de color en la piel (enrojecimiento o zonas oscuras).
- Hinchazón o dolor fuerte.
- Fiebre o mal olor, que pueden indicar una infección seria.
Ante cualquiera de estos síntomas, se debe acudir al médico lo antes posible.

¿Quién tiene más riesgo?
Hay factores que aumentan las posibilidades de desarrollar pie diabético:
- Tener niveles altos de glucosa por mucho tiempo.
- No controlar la presión arterial o el colesterol.
- Usar zapatos que lastiman o no protegen bien los pies.
- Fumar, lo que empeora la circulación.
- Haber tenido úlceras o amputaciones previas.
Los especialistas advierten que quienes tienen daño en los nervios y problemas circulatorios son los más propensos a complicaciones graves.

Cómo se diagnostica y se trata
El diagnóstico comienza con una revisión física del pie. El médico puede hacer pruebas de sensibilidad, estudios de imagen como rayos X, análisis de flujo sanguíneo y cultivos si hay infección.
El tratamiento depende del daño. Puede incluir limpieza diaria de las heridas, antibióticos, retirar tejido muerto, control estricto de azúcar en la sangre y, en algunos casos, cirugía.
También existen tratamientos complementarios como oxigenoterapia o apósitos especiales para ayudar a sanar las heridas.

Lo más importante: prevenir
Cuidar los pies todos los días es clave para evitar complicaciones. Algunas recomendaciones son:
- Revisar los pies a diario.
- Lavarlos y secarlos bien, sobre todo entre los dedos.
- Usar crema hidratante (sin aplicar entre los dedos).
- Cortar las uñas rectas, sin dejar picos.
- Usar zapatos cómodos, evitar caminar descalzo.
- Acudir al podólogo al menos una vez al año.
La Cleveland Clinic afirma que estas medidas pueden reducir el riesgo de amputación hasta en un 85%.
Cuando acudir al médico
No hay que esperar si hay:
- Heridas que no cierran en dos semanas.
- Ampollas, callos con líquido o úlceras.
- Dolor intenso, fiebre o secreciones.
Cada día que pasa sin atención puede empeorar la situación. El pie diabético refleja cómo la diabetes afecta la salud general. Detectarlo a tiempo, seguir el tratamiento adecuado y cuidar los pies a diario puede marcar la diferencia entre seguir caminando o enfrentar consecuencias irreversibles.
