
En cada colmena, una sola abeja reina sostiene el orden social gracias a una compleja red de señales químicas, entre ellas, su olor, una mezcla de feromonas que regula el comportamiento de miles de obreras, sin embargo, esa fragancia puede desvanecerse, y cuando lo hace, la comunidad lo nota enseguida.
Las infecciones virales tienen la capacidad de alterar dicha química, provocando un cambio en el aroma de la líder que las obreras interpretan como un signo de debilidad, lo que trae como consecuencia que sea destronada, concluyó un estudio reciente publicado en la revista científica Actas de la Academia Nacional de Ciencias (Proceedings of the National Academy of Sciences, PNAS) por un equipo liderado por Alison McAfee de la Universidad de Columbia Británica.
En la apicultura moderna, las infecciones transmitidas por el parásito Varroa destructor, se han convertido en una amenaza. Estos virus, especialmente el Virus del ala deformada tipo B (DWV-B) y el Virus de la celda real negra (BQCV), pueden propagarse sin síntomas evidentes, pero las reinas infectadas producen menos huevos, viven menos tiempo y, según esta nueva investigación, también huelen distinto.
Un ejemplar sano puede poner entre 850 y tres mil 200 huevos por día durante la época de máxima actividad. Para sostener ese rendimiento, su fisiología está completamente orientada a la reproducción: sus ovarios son de gran tamaño y su metabolismo está optimizado para transformar la jalea real que recibe de las obreras en huevos y feromonas, pero cuando los virus interfieren, las consecuencias van mucho más allá del cuerpo de la reina, pues afectan la cohesión de toda la colonia.
El metabolismo detrás del perfume

Las feromonas reales, especialmente las conocidas como QRP, o del séquito de la reina, son una mezcla de al menos nueve compuestos que mantienen a las obreras atentas, disciplinadas y cohesionadas, entre ellos, destaca el oleato de metilo (MO), una molécula esencial en la comunicación química de la reina.
El equipo de McAfee descubrió que las reinas infectadas por virus mostraban una disminución en la producción de la sustancia mencionada. Este cambio químico no solo se observó en laboratorio, sino también en colonias reales, donde aquellas con menor cantidad de este compuesto tendían a tener ovarios más pequeños y eran reemplazadas con mayor frecuencia.
De acuerdo con las conclusiones de la investigación, los virus encogen los ovarios, reducen la producción de lípidos y alteran la feromona real. Así, cuando el olor de la hembra cambia, las obreras interpretan que su capacidad reproductiva y, por ende, su idoneidad como líder, está comprometida, entonces comienzan a criar una nueva reina.
Para entender cómo un virus puede afectar el olor de un insecto, los investigadores realizaron un análisis lipidómico detallado. Fue entonces cuando encontraron que las infecciones reducen de forma drástica los triacilglicéridos, las principales moléculas de almacenamiento energético. Esta “hambruna metabólica” limita la energía disponible para la síntesis de lípidos complejos, entre ellos el oleato de metilo.
Incluso cuando los científicos restringieron artificialmente la puesta de huevos, reduciendo el tamaño de los ovarios sin causar infección, observaron un descenso similar en la producción de la sustancia mencionada. Es decir, el tamaño de los ovarios y la producción de feromonas están directamente conectados.
Por otro lado, en experimentos de campo, las colonias huérfanas expuestas a feromonas que contenían este compuesto redujeron la construcción de nuevas celdas reales, mientras que las expuestas a mezclas sin oleato de metilo mostraron una tendencia mayor al reemplazo.
Consecuencias para la colmena y la apicultura

Las reinas de abeja viven en un equilibrio biológico extremo. Por un lado, deben mantener una alta tasa de reproducción; por otro, necesitan defenderse de patógenos. Ambos procesos consumen recursos, especialmente lípidos y proteínas transportadoras. Entre estas proteínas destacan vitellogenina, ApoLP-I/II y ApoLP-III, que cumplen las funciones de transportar lípidos y participar en la respuesta inmune.
El estudio sugiere que, cuando la reina se enfrenta a una infección viral, se produce una competencia interna por estos recursos. La energía que normalmente se destinaría a la producción de huevos y feromonas se desvía hacia la defensa inmunológica. Este “compromiso fisiológico” podría ser la raíz del proceso que termina por destronar a la reina.
El hallazgo tiene implicaciones profundas, pues la sustitución de una reina no siempre es un proceso suave; puede fragmentar la colonia y reducir su productividad.
Sumado a ello, el estudio resalta la necesidad de mejorar las herramientas de diagnóstico y selección de reinas sanas, especialmente en el contexto de la apicultura. La calidad de una colonia depende directamente del estado fisiológico de su reina, y ese estado puede deteriorarse por causas invisibles a simple vista. En otras palabras, los virus no solo enferman a las abejas, erosionan los cimientos sociales de la colmena.
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