
Un hombre entra a un museo y encuentra un cuerpo exhibido. No una recreación, no una figura de cera. Un cuerpo disecado de una persona de su mismo color de piel exhibido como si fuera una animal y eso lo lleva, sumido en la indignación, a realizar una denuncia que excedió los límites del lugar donde se llevaba a cabo la exposición.
La presión internacional y la controversia social en torno a la exhibición pública de restos humanos alcanzaron uno de sus episodios más emblemáticos en Banyoles, una pequeña ciudad catalana, con el caso del conocido como “Negro de Banyoles”. El hecho de que un cuerpo momificado de origen africano permaneciera durante 75 años en una vitrina del Museo Darder, junto a otros restos humanos y objetos científicos, generó una ola de conmoción que traspasó el ámbito local para convertirse en un asunto de debate global.

Teóricamente, la historia de ese hombre comenzó en el desierto de Kalahari, en una región entonces conocida como Protectorado de Bechuanalandia. En 1888, su cadáver fue desenterrado y vendido a los taxidermistas franceses Verreaux, quienes lo trasladaron a Europa, donde fue “preparado” para exhibición. En 1916, el cuerpo fue finalmente adquirido por el Museo Municipal de Banyoles, pasando a ser una de las principales atracciones del lugar, bajo la etiqueta de “El Bachuana” y el apodo local de ”El Negret“. Colocado en la Sala V, llamada “Sala de l’Home”, el cuerpo del guerrero san, tradicionalmente llamados de manera peyorativa como “bosquimanos”, compartía espacio con momias, fetos y otros restos humanos disecados.
Todo cambió en 1991, cuando el médico haitiano nacionalizado español Alphonse Arcelin visitó Banyoles (Bañolas en español). Al descubrir al hombre africano disecado en el museo, experimentó un “auténtico miedo” y se sintió profundamente insultado: “Yo soy negro y me siento insultado”, escribió el 29 de octubre de 1991, hace 34 años, en la carta dirigida al alcalde de la ciudad que inició el reclamo.

Arcelin, que ejercía su profesión en Cambrils y participaba activamente en la vida política local, no solo interpretó la exhibición como una ofensa personal, sino como una vulneración de los derechos humanos y un ejemplo de racismo institucionalizado.
Ese mismo año, cerca de que se llevaran a cabo los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, Arcelin inició una campaña pública para exigir la retirada del cuerpo del museo. Consiguió el respaldo de la Organización para la Unidad Africana (OUA) y de jefes de Estado africanos como Abdu Diuf de Senegal, quienes presionaron al entonces ministro español de Asuntos Exteriores, Abel Matutes. Arcelin incluso planteó la posibilidad de un boicot africano a Banyoles como subsede de remo de los Juegos Olímpicos si no se atendían sus demandas.
La iniciativa de Arcelin fue apoyada por nombres prominentes como el líder religioso afroestadounidense Jesse Jackson o el legendario basquetbolista de la NBA Earvin “Magic” Johnson. Kofi Annan, que años más tarde se transformaría en Secretario General de las Naciones Unidas (ONU), condenó la exhibición llamándola “repulsiva” e “insensible”.
La campaña no estuvo exenta de consecuencias personales para Arcelin, quien sufrió campañas de desprestigio, amenazas telefónicas y llegó a temer por su seguridad, asegurando que revisaba su vehículo a diario “por si acaso”. La polémica, alimentada por una notable cobertura mediática internacional, forzó las posturas del Ayuntamiento de Banyoles, cuyo alcalde, Joan Solana, reconoció: “Es una resolución precipitada, pero tarde o temprano tenía que llegar”. El debate se extendió a instituciones internacionales como la ONU y la UNESCO, esta última haciéndose cargo de dictaminar sobre el destino de los restos.
La decisión final fue tomada el 6 de marzo de 1997. El Museo Darder cerró sus puertas temporalmente y retiró al “Negret” junto con otros restos humanos, en un intento de “evitar un conflicto internacional”, según comunicó el gobierno.

El cuerpo fue almacenado y se cubrieron otros restos humanos a fin de ocultarlos al público. No obstante, la reacción en la ciudad fue de rechazo unánime: los 14.000 habitantes se manifestaron en contra de la retirada, remarcando la integración de la figura a Banyoles. Lo consideraban ya parte de la comunidad, hasta el punto de generar merchandising con mensajes como “Te queremos, quédate”, impresos en camisetas y adhesivos que circulaban por la localidad.
España, comprometida ante la presión internacional, anunció oficialmente la devolución de los restos a Botswana. El traslado se efectivizó en el año 2000, y el cuerpo fue recibido en Gabarone, la capital del país africano, donde fue enterrado en un parque público “con honores de héroe”.
Años después, se pudo constatar que los restos se encontraban cubiertos de hierbas y yacían bajo el banderín de un córner utilizado en los partidos de fútbol del parque principal de Botswana.

Arcelin no la tuvo fácil. Su lucha terminó por pasarle factura personal. A raíz de los litigios judiciales entablados con el Ayuntamiento de Banyoles, el médico caribeño terminó endeudado y afectado por el costo emocional de la controversia. Había sido concejal en Cambrils, se casó en España y tuvo dos hijos. Se separó de su esposa y terminó sus días en La Habana, Cuba, donde murió a los 73 años en agosto de 2009.
A raíz del caso, el debate internacional sobre la conservación y exhibición de restos humanos en contextos museísticos, así como las políticas de restitución y repatriación, se intensificó. Organismos como la UNESCO demandaron la “adecuada dignidad” en el tratamiento de objetos y restos procedentes de contextos coloniales o esclavistas, atendiendo a los derechos y la memoria de los colectivos y países de origen.
Pero allí no terminó la historia. Teóricamente el hombre cuyo cuerpo habían disecado, era de Botswana, pero años más tarde se puso en crisis esa teoría.

El escritor holandés Frank Westerman halló evidencias de que los hermanos Jules y Edouard Verreaux, que fueron los que desenterraron y disecaron el cuerpo, nunca se desplazaron más allá de 100 kilómetros al norte de Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Esto implica que el origen del personaje central de esta historia se sitúa a unos mil kilómetros al sur de la frontera con la actual Botswana.
Se podría decir que el Negro de Banyoles no fue un bosquimano del Kalahari botsuanés, como sostenían políticos catalanes y responsables culturales de la época del inicio del reclamo por parte de Arcelin. “Que ahora sepamos que está enterrado en un lugar equivocado supone añadir el insulto a la injuria”, dijo Westerman, autor del libro El negro y yo publicado en español en 2007.

Cuando se descubrió la atrocidad que subyacía a la pieza número 1004 del museo Darder, ningún país africano reclamó el cuerpo. Y Botswana fue el único país que levantó la mano para recibirlo. Por entonces, un vocero del gobierno del país que lo recibió, llegó a admitir que no le importaba que el hombre disecado pudiera haber nacido en otro país: “Es africano, uno de los nuestros”, concluyó.
Últimas Noticias
El vínculo oculto que cambió dos vidas en la NFL: cómo la verdad unió a Deland McCullough y Sherman Smith más allá del campo de juego
Durante años, una relación de guía y amistad en el deporte tejió una conexión profunda. Las claves de un revelador hallazgo familiar que mostró una conexión más estrecha que una carrera ligada al fútbol profesional

El día que 20 soldados españoles emboscaron a un ejército guerrero con una voraz estrategia
La sorprendente victoria de una pequeña guarnición liderada por Diego de Ospina y Medinilla Acosta en San Lorenzo de Maitó desafió la desventaja numérica y marcó un hito en la historia de la conquista

“Trenes cremallera”, la invención que conquistó las montañas y llevó el turismo a las alturas
Gracias a la creatividad de la ingeniería del siglo XIX, los recorridos que antes eran inalcanzables pasaron a formar parte de experiencias viajeras únicas, impulsando la curiosidad por descubrir paisajes extremos y fomentar el desarrollo de destinos remotos

Encuentran una botella con cartas de soldados de la Primera Guerra Mundial
Los mensajes de Malcolm Neville y William Harley durante su camino al frente emergieron en Wharton Beach, mientras se llevaba a cabo la limpieza de la playa

De ritual celta a juego infantil: cuál es el sorprendente origen de “truco o trato” en Halloween
La popular frase que usan millones de niños cada 31 de octubre va más allá que el solo pedido de dulces. Cómo esta afirmación atravesó transformaciones religiosas, sociales y hasta migraciones transatlánticas


