
En la primera de las películas de la saga de “Volver al futuro”, el joven Marty McFly se sorprendía al ver qué auto había utilizado el estrambótico doctor Emmett Brown para construir su artilugio para viajar en el tiempo.
-Doc, ¿me está diciendo que construyó una máquina del tiempo en un DeLorean?
-Como yo lo veo, si vas a construir una máquina del tiempo en un auto, tiene que ser con estilo...

La elección de ese vehículo por parte del director Robert Zemeckis y el productor Steven Spielberg para la película no fue obra del azar: corría 1985 y por entonces el DeLorean DMC-12 – así se llamaba el modelo – era el automóvil de diseño más futurista que existía en el mercado, con esas puertas que se abrían hacia arriba, como alas de gaviota, y las muy estilizadas líneas con forma de cupé diseñadas por el italiano Giorgetto Giugiaro. Ideal para la trama fantástica del filme, en el mundo real el auto lanzado al mercado por el ingeniero John DeLorean tres años antes ya era un estrepitoso fracaso comercial que había llevado a la quiebra a la DeLorean Motor Company y puesto en graves aprietos a su creador, que había estafado a gobiernos e inversores privados para llevar adelante su proyecto.
Porque John DeLorean era capaz de cualquier cosa para alcanzar y sostener los dos objetivos que se había planteado en la vida: llevar una existencia colmada de lujos y glamour, y construir el auto más hermoso del mundo. En ese hacer y deshacer, para mediados de 1982 ya venía cuesta abajo, pero su derrumbe definitivo se produjo el 19 de octubre de ese año cuando fue detenido por el FBI y acusado de participar de un plan para vender 100 kilos de cocaína, por un valor estimado de 24 millones de dólares, con la esperanza de que le daría suficiente efectivo para mantener su compañía a flote.

John DeLorean tenía 57 años y había llegado a lo más alto empezando desde muy abajo, pero su caída desde las alturas fue tan vertiginosa como brutal. Quizás por eso, al final de la tercera y última película de la saga futurista, Zemeckis y Spielberg decidieron que el fantástico DeLorean capaz de viajar en el tiempo terminara atropellado por un tren a alta velocidad.
Un típico <i>self made man</i>
John Zachary DeLorean nació en Detroit, Michigan, el 6 de enero de 1925, hijo de Zachary, un inmigrante rumano que se ganaba la vida como obrero de Ford y delegado sindical, y de Kathryn, una inmigrante austro húngara que trabajaba en General Electric. Pasó su infancia y su adolescencia en un barrio de clase trabajadora y se educó en escuelas públicas. En 1942, justo cuando terminaba la secundaria, sus padres se separaron debido al alcoholismo de Zachary, que dejó la casa familiar y se fue a vivir a una pensión. El joven John pudo seguir estudiando gracias a una beca en el Instituto de Tecnología de Lawrence, donde se graduó como ingeniero en 1948, luego de una forzada interrupción de sus estudios para combatir en la Segunda Guerra Mundial.
Con el título en la mano, en lugar de buscar trabajo como ingeniero se dedicó a vender seguros al mismo tiempo que, de noche, estudiaba Administración de Empresas. Quería aprender técnicas de venta y de conducción que, complementando su formación como ingeniero, le permitieran llegar alto en una compañía. Recién en 1952 hizo sus primeros pasos en la industria automotriz cuando se integró al equipo de investigación y desarrollo de Packard Motor Company, donde apenas se quedó un año para pasar a Chrysler, donde además de mejorar su salario pudo perfeccionarse en el Chrysler Institute of Engineering y obtener una maestría en ingeniería automotriz.
En 1953 se pasó a Pontiac, una marca de General Motors, donde pronto se destacó liderando el equipo de producción del Pontiac GTO, el primer muscle car, un tipo de coche deportivo que luego sería imitado por el Ford Mustang, el Dodge Charger y el Chevrolet Camaro. El auto fue un verdadero éxito de ventas, con 32.450 unidades durante 1964, que catapultó a DeLorean a los más altos niveles de la compañía.

Era un ejecutivo atípico, que rompió los moldes de comportamiento y de vestimenta de la época. Llevaba el pelo más largo de sus colegas y en lugar de utilizar corbata como era de rigor, iba a trabajar con la camisa abierta. Fuera de la oficina, se lo solía ver en costosos restaurantes, acompañado por su tercera mujer, la modelo Cristina Ferrare, mucho menor que él. Con un sueldo que superaba el medio millón de dólares y las gratificaciones que recibía por sus éxitos, podía darse todos los lujos, pero aún así se sentía descontento: “Disfrutar de la vida ocupaba una posición muy alta en mi lista de prioridades. Incluso con 650.000 dólares al año, si el trabajo no te satisface, hacés otra cosa”, explicó cuando ya tenía su propia empresa.

El auto más lindo del mundo
Tenía 48 cuando en octubre de 1975, después de abandonar Pontiac, fundó su propia compañía automotriz a la que bautizó con su propio nombre, DeLorean Motor Company. Quería producir el auto más atractivo del mundo y buscó a los mejores para hacer el prototipo. Convocó a Colin Chapman, de Lotus Cars para diseñar el chasis y la suspensión, y la carrocería se la encargó al diseñador italiano Giorgetto Giugiaro, que le dio al DeLorean una forma futurista que rompía todos los moldes. El producto fue un automóvil llamativo hecho de acero inoxidable, con estilo deportivo y puertas en forma de alas de gaviota. El propio John DeLorean se ocupó del motor, un V6 2.85 litros, montado en la parte trasera que producía 130 caballos de fuerza, una potencia escasa para un auto con tantas pretensiones.

Pese a su poca fuerza los inversionistas quedaron encantados con el producto. Así consiguió un préstamo del Bank of América y logró que personajes como Sammy Davis Jr., Roy Clark y Johnny Carson desembolsaran una buena cantidad de dólares para sumarse a la aventura. Además, sedujo a los concesionarios con un programa por el que le anticipaban dinero a cambio de acciones en la compañía.
A DeLorean solo le faltaba encontrar el lugar ideal para montar la fábrica e iniciar la producción en serie y luego de estudiar posibilidades en los Estados Unidos y Canadá se decidió por Irlanda del Norte porque el gobierno británico le prometió una inversión de 120 millones de dólares para el proyecto y la promoción para que se sumaran nuevos aportantes privados. La fábrica se construyó en Dunburry, en las afueras de Belfast, una zona que estaba en una situación económica complicada producto de la influencia del IRA. La fábrica abriría nuevas fuentes de trabajo y, dado el escenario, podía pagar bajos salarios.
La planta fue inaugurada a mediados de 1981 y desde el principio las cosas no salieron como DeLorean esperaba. El DMC-12 se llamaba así porque tenía previsto un precio final de 12.000 dólares, pero el cálculo erró por mucho, porque por problemas de fabricación el precio terminó en casi 30.000, más dos veces y media que lo previsto. “El problema más grande que teníamos es que el primer plan de negocios que desarrollamos apenas el proyecto llegó a Irlanda del Norte nos dejó en claro que nos íbamos a quedar sin plata el día que fabricáramos el primer auto”, explicó después Barrie Wills, director de Ventas y luego CEO de la empresa. Además, ese precio era muy alto para un auto de poca potencia y eso se vio en las ventas: de las 9.000 unidades fabricadas, solo se pudieron vender unas 6.000.

La compañía quedó al borde del colapso y la situación se complicó aún más cuando el gobierno británico no aprobó un plan de reestructuración de la empresa y bloqueó posibles inversiones locales, lo que la llevó a la asfixia. Corría 1982 y frente a la inminente la quiebra de la planta de Belfast, John DeLorean salió desesperadamente conseguir dinero para pagar las deudas y evitar el cierre.
Detenido por el FBI
Con las puertas cerradas a la inversión británica, DeLorean puso todas sus expectativas en los Estados Unidos, donde armó un plan de salvataje buscando un préstamo de diez millones de dólares de inversores privados. Más tarde se descubrió que ese plan era en realidad una estafa para conseguir los fondos y que no había intención de pagarlos. La jugada estuvo a punto de funcionar, porque el 19 de octubre de 1982 DeLorean tenía todo los para firmar los papeles que le garantizarían las nuevas fuentes de financiación, pero ese mismo día una nueva catástrofe le cayó encima.
John DeLorean iba a estampar su firma cuando fue detenido por el FBI. La acusación era gravísima: un equipo de agentes federales había grabado una conversación en la supuestamente aceptaba un plan para vender 100 kilos de cocaína, por un valor estimado de 24 millones de dólares, con la esperanza de que le daría suficiente efectivo para mantener su compañía a flote. Cuando la noticia trascendió, la planta de Belfast cerró sus puertas y dejó a los empleados en la calle.
El caso tuvo una amplia cobertura mediática y las informaciones publicadas por esos días relataban que la propuesta de vender droga era en realidad una trampa montada por el FBI a través de un informante que se acercó a DeLorean. El empresario le respondió que estaba interesado, pero que no tenía dinero en efectivo para pagar la cocaína por adelantado. Entonces el informante le prometió organizarle la financiación a cambio de que pusiera su compañía como garantía de la operación.

En el juicio por drogas fue absuelto, no porque no estuviera dispuesto a traficar drogas sino porque la maniobra de los agentes federales quedó en evidencia y fue considerada ilegal. De todos modos, ya era tarde: pocos días después de la detención, DMC Inc. fue declarada en quiebra. Más tarde, DeLorean debió enfrentar varios procesos por malversación de fondos y fraude por parte de fiscales federales y una investigación de las autoridades británicas. Tampoco fue condenado, pero debió desembolsar casi 100 millones de dólares para pagarles a los acreedores. DeLorean fue declarado en bancarrota y tuvo que vender su casa en Nueva Jersey, una propiedad con más de 200 hectáreas que fue adquirida por Donald Trump y convertida en un club de golf del que el actual mandatario de los Estados Unidos es presidente.
John DeLorean, el hombre que quiso producir el auto más lindo del mundo, murió a los 80 años, el 19 de marzo de 2005, luego de sufrir un derrame cerebral. Vivía en un pequeño departamento de Bedminster, en Nueva Jersey, con Sally, su cuarta esposa y vendía relojes que llevaban su nombre para sobrevivir. Tenía, eso sí, la satisfacción que todo el mundo conociera al auto que había creado gracias a la saga cinematográfica de “Volver al futuro”.
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