
La versión oficial de los hechos puede contarse en muy pocas líneas. La tarde del viernes 30 de agosto de 1918, Vladímir Ilich Uliánov, más conocido por su nombre de guerra, Lenin, líder de la Revolución Bolchevique, pronunció un encendido discurso en una fábrica de armas en Moscú. Llegó sin custodia, solo acompañado por su chofer, Piotr Guil, y al salir para dirigirse al coche que lo esperaba escuchó el grito de una mujer:
-¡Camarada Lenin!
Cuando el jefe bolchevique giró para ver a quien lo llamaba desde la multitud, la mujer les disparó tres veces con una pistola Browning. La primera bala no impactó en su cuerpo sino que le atravesó el abrigo e hirió a una mujer que estaba detrás, a quien se identificó como Popova; la segunda le dio en el hombro y el cuello, y la última le entró en el pecho y le rozó el pulmón izquierdo, sin orificio de salida. Cayó herido en el patio de la fábrica, cerca de la puerta. mientras la mujer escapaba. Nadie la detuvo en ese momento, tampoco hubo testigos que pudieran describirla bien. A Lenin lo subieron al auto y lo llevaron de inmediato al Kremlin, donde fue atendido por dos médicos.
El líder se negó terminantemente a que lo trasladara a un hospital por temor a que volvieran a atentar contra él. Pasó los primeros días encerrado en el Kremlin y luego continuó su recuperación en una casa de campo en las afueras de Moscú hasta que volvió a aparecer en público el 25 de septiembre. Sobrevivió, pero las heridas impactaron para siempre en su salud. Vladímir Ilich Uliánov murió en Gorki, cerca de Moscú, el 21 de enero de 1924, cinco años después del atentado. Hay quienes aseguran que una de sus últimas frases fue “Cuídense de Stalin”.
La versión oficial
No hay documentos ni testimonios que den cuenta de cómo la mujer que supuestamente ejecutó los tres disparos fue detenida esa misma tarde. Se trataba de Fanya Yefímovna Kaplán, también conocida como Fanni, rondaba los treinta años y sufría una ceguera parcial, lo que quizás explicara que sus balazos no hubiesen sido tan certeros. Se reconocía anarquista, pero hubo quienes sospecharon que en realidad militaba en las filas de una organización terrorista del Partido Socialista Revolucionario, que había sido mayoritario después de la toma del poder, pero que había sido desplazado cuando Lenin y los bolcheviques disolvieron la Asamblea Constituyente en enero de 1918.

Sin embargo, siempre según la versión oficial, no hizo falta que ningún testigo reconociera a Kaplán como la autora del atentado. Interrogada primero por la Cheka, la primera organización de inteligencia soviética que antecedió a la KGB, reconoció que había disparado contra Lenin, aunque no quiso decir si había actuado sola ni tampoco sus razones. Tampoco le encontraron el arma y se negó señalar dónde la había dejado. La llevaron entonces a la cárcel de Lubianka, donde fue interrogada de nuevo, ahora por altos funcionarios del gobierno soviético.
Fue allí donde firmó su declaración, el único documento indudable que existe sobre el atentado contra Lenin: “Mi nombre es Fanya Kaplán. Hoy disparé a Lenin. Lo hice con mis propios medios. No diré quién me proporcionó la pistola. No daré ningún detalle. Tomé la decisión de matar a Lenin hace ya mucho tiempo. Lo considero un traidor a la Revolución. Estuve exiliada en Akatúy por participar en el intento de asesinato de un funcionario zarista en Kiev. Permanecí once años en régimen de trabajos forzados. Tras la Revolución fui liberada. Aprobé la Asamblea Constituyente y sigo apoyándola”, dice la confesión que lleva su firma. Los investigadores de la Cheka no lograron encontrar el arma usada en el atentado y sólo después de cerrar la investigación el 2 de septiembre de 1918 se anunció la entrega de una pistola, que no se pudo asegurar que fuera la utilizada para perpetrar el atentado.
Fanni Kaplán fue ejecutada en un pasillo del 3 de septiembre de 1918 y su cadáver fue calcinado. El caso quedó oficialmente cerrado, pero las dudas sobre su actuación continúan hasta hoy. Las preguntas que siguen sin respuesta son, entre otras: ¿Cómo una mujer casi ciega pudo dispararle a Lenin? ¿Actuó realmente sola o fue parte de una conspiración mayor? ¿Con su confesión se convirtió en un voluntario chivo expiatorio para proteger a sus jefes o a sus cómplices? Con el correr del tiempo se plantearon algunas respuestas parciales, pero ninguna que disipara del todo uno de los grandes enigmas políticos del siglo pasado.
Historia de una revolucionaria
Fanya Kaplán no era una desconocida en el mundo de la Revolución Rusa cuando supuestamente perpetró el atentado contra Lenin. Nacida un día indeterminado entre 1887 y 1889 en Volinia, por entonces un territorio en la frontera occidental del Imperio ruso que hoy forma parte de Ucrania, se sabe muy poco de sus primeros años. Era una de las ocho hijas de un maestro de origen judío y un ama de casa. La educó su padre fuera de las aulas y cuando era apenas una adolescente dejó el hogar paterno para trabajar en una fábrica de Odesa. Allí comenzó a participar de las luchas antizaristas, algunos sostienen que en las filas del anarquismo y otros la ubican como militante del socialismo revolucionario.

En diciembre de 1906, participó, junto con dos compañeros, en el atentado con explosivos fallido contra el gobernador zarista de Kiev. Fue arrestada y condenada de por vida a un campo de trabajo en Akatúy, Siberia, por la muerte de una empleada de limpieza del hotel donde colocaron la bomba. Estuvo allí dos años y después la trasladaron a la prisión de Máltsev, también en Siberia, uno de los centros de encierro para mujeres socialistas o anarquistas. El encierro la afectó física y emocionalmente, tanto que en 1909 comenzó a sufrir fuertes dolores de cabeza que fueron el preludio de una ceguera temporal. Eso terminó de quebrarla y trató de suicidarse, aunque sus compañeras lograron detenerla. Gracias a una de ellas aprendió braille y a valerse por sí misma mientras profundizaba su formación política.
En 1912, todavía ciega, la trasladaron a la cárcel de Akatúy, donde fue tratada por un médico y recuperó parcialmente la visión, aunque nunca volvió a ver bien. Llevaba 11 años presa cuando la amnistía para presos políticos dictada por el Gobierno Provisional ruso formado después de la revolución de febrero de 1917 la puso en libertad. Volvió entonces a la Rusia europea para vivir en Moscú con una excompañera de reclusión. En abril de ese año viajó a Crimea y poco después a Járkov para continuar con el tratamiento de sus ojos.
El Partido Socialista Revolucionario tenía, sin embargo, un fuerte apoyo entre los soviets, a los que Lenin había calificado “El Estado y la Revolución” como el único camino hacia el gobierno postrevolucionario; sin embargo, en las elecciones a la Asamblea Constituyente de noviembre de 1917, los bolcheviques no pudieron obtener mayoría absoluta, mientras que un social-revolucionario fue nombrado presidente en enero de 1918. Los bolcheviques, favoreciendo a los soviets, ordenaron la disolución de la Asamblea. Durante los siguientes meses, los enfrentamientos entre socialistas y bolcheviques llevaron a la ilegalización de todos los partidos excepto el que lideraba Lenin. Kaplán decidió volver a Moscú para participar activamente en la lucha contra los bolcheviques.
No se sabe nada sobre las actividades de Kaplán en la capital rusa hasta que fue capturada el 31 de agosto, después del fallido atentado contra Lenin en el patio de la fábrica de armamentos.
¿Sola o acompañada?
En la confesión que firmó – forzada o no – en la cárcel de Lubianka, Fanny Kaplán aseguró que apoyaba a la Asamblea Constituyente que habían disuelto los bolcheviques, pero no aclara a cuál de las facciones políticas opositoras pertenece. No dice si es anarquista o socialista revolucionaria. En “El año I de la Revolución Rusa”, Víctor Serge la ubica en este último partido.

“El Comité Central del partido socialista revolucionario se declaraba, cinco días después, ajeno al atentado (contra Lenin). Esta desautorización, arrancada evidentemente por el temor de terribles represalias y por el sentimiento de la impopularidad -la tradición del partido consistía en reivindicar y en jactarse de los atentados cometidos por su organización de combate-, produjo en los terroristas una impresión de abatimiento abrumador. ‘¡íbamos a la muerte -dice uno de ellos- en nombre del Comité Central, y el Comité Central nos desautorizaba!’. La duplicidad de los dirigentes de los socialistas-revolucionarios era tan grande, que en el momento mismo en que redactaban esta desautorización, en la noche del 6 de septiembre, sus hombres preparaban el descarrilamiento del tren de Trotski”, escribió.
Serge sostiene también que Kaplan no actuó sola, sino que formaba parte de un grupo que desde hacía semanas preparaba el atentado contra el líder bolchevique. “Los ejecutores eran dos mujeres: Konopleva y Kaplán, y dos obreros: Usov y Kozlov. Estos dos últimos tuvieron sendas oportunidades de atacar a Lenin, pero desfallecieron. El 30 de agosto, al igual que los viernes procedentes, esperaban los terroristas a Lenin en todos los grandes mítines obreros. Un anciano obrero socialista-revolucionario, Novikov, apostado en los alrededores del establecimiento industrial Michelson, lo vio llegar; la terrorista Fanny Kaplan, antigua anarquista, se hallaba en la sala, armada con una pistola cuyas balas creyó haber envenenado el jefe del grupo. Lenin llegó solo; no lo escoltaba nadie; nadie lo recibió. Al retirarse, lo rodearon algunos obreros un momento, a pocos pasos de su automóvil. En aquel momento hizo Fanny Kaplán tres disparos contra él, hiriéndole gravemente en la espalda y en el cuello”, reconstruyó en su libro.
Por último, asegura que la conspiración era mayor y conecta el ataque a Lenin con otro atentado cometido por los socialistas revolucionarios el mismo día. “Se actuó en las dos capitales a la vez. El mismo día en que caía Lenin, en Moscú, era asesinado el presidente de la Checa de Petrogrado, Moisés Salomonovich Uritski, por Kaneguiser, un estudiante socialista-revolucionario que intentó refugiarse en el club inglés”, explica.
Las dudas de Lenin
Cuando, durante su convalecencia, Lenin supo que Fanya Kaplán, la presunta autora del atentado, había sido fusilada y su cadáver incinerado, no ocultó su sorpresa. Le resultó extraño que la mujer no hubiese sido interrogada más a fondo y que no se la sometiera a un proceso público. Sospechó que esa urgencia por ejecutarla y hacerla desaparecer de la escena había sido un recurso para impedir que una investigación más a fondo pusiera al descubierto a los ideólogos de la maniobra y, quizás, a otros autores materiales.
Lenin sabía que tenía muchos enemigos dentro de su propio partido y llegó a preguntarle a Trotsky si él también sospechaba de otros dos líderes bolcheviques que parecían querer disputarle el poder: eran Yacob Sverdlov y Nilolai Bujarin. De hecho, después del atentado, Sverdlov se convirtió de hecho en el hombre que daba las órdenes mientras Lenin convalecía. Murió repentinamente la mañana del 16 de marzo de 1919, media hora después de reunirse con Lenin. Nunca se supo de qué hablaron en esa última conversación. Lenin llamó por teléfono a Trotski y le dijo: “Ha muerto”, sin siquiera mencionar el nombre del difunto. Tampoco, a pesar de que era uno de sus colaboradores más cercanos, pronunció una sola palabra en su funeral.
Hubo que esperar cuarenta años, hasta que en 1958 Pável Malkov – comandante del Kremlin en 1918 – hiciera público que él había sido el encargado de ejecutar a Kaplán luego de recibir una orden directa de Sverdlov.
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