
Tom Hanks cumple 69 años consolidado como una de las leyendas vivas de Hollywood. Pero su historia personal es mucho más que una sucesión de premios, éxitos de taquilla y contratos millonarios. Nacido el 9 de julio de 1956 en Concord, California, construyó una carrera monumental en paralelo a una narrativa íntima atravesada por la soledad, el desarraigo y un proceso nunca sencillo de autodescubrimiento.
Los años de infancia y soledad
La vida familiar del pequeño Thomas Jeffrey Hanks pronto se deshizo: cuando tenía cinco años sus padres, Amos Mefford Hanks y Janet Marylyn Frager, se separaron y esto marcó el primer gran quiebre del futuro actor. Junto a dos de sus hermanos, pasó la infancia mudándose de ciudad en ciudad —diez veces antes de los diez años, según contó a Graham Bensinger en septiembre de 2020—, bajo la custodia de un padre ocupado, con una madre ausente y con el desafío constante de adaptarse a nuevas escuelas y entornos sociales.

Aquella infancia itinerante forzó a Hanks a desarrollar habilidades para sobrevivir lo emocional y lo cotidiano: “Había cierto grado de soledad porque realmente no había nadie. Pasaba inadvertido y no tenía adultos que me cuidaran”. Los cambios frecuentes de ciudad y de círculo social lo llevaron a convertirse en un observador nato y un experto en descifrar ambientes: “Mi hermano mayor era muy tímido y no le iba bien. A mí en cambio me encantaba. En cierto modo, me gustaba. Me gusta entrar en una nueva circunstancia. Creo que aprendí habilidades, como seducir en una habitación. Nunca entré en una nueva circunstancia social y me sentí torpe, raro o tímido. Entraba como mirando. Moviéndome de un lado a otro. Mirando. Buscando acción”.
Pese a todo, la orfandad afectiva y una sensación de ser casi invisible en la multitud de mudanzas y rutinas domésticas nunca se transformaron en resentimiento. Para Hanks, esas circunstancias formaron la base, insospechada pero fértil, sobre la que edificaría más tarde su arte.
Sopa de tomate
De la infancia le quedó un mal recuerdo asociado a la sopa de tomate, que no volvió a tomar: “Nos encargaban preparar nuestros propios almuerzos y cenas, abrir una lata de sopa de tomate Campbell’s en una sartén. En la cocina. A fuego alto. Hierve y desborda enseguida. Y si estás discutiendo con tu hermana e intentas ver un capítulo de ‘Leave It to Beaver’, casi se te olvida que la olla está en la cocina y el olor a sopa de tomate quemada [...]. Menos mal que no había detectores de humo en los departamentos en aquella época. Habríamos disparado uno cada tres días”.

Solo con su alma también cumplió un ritual de ir al teatro y al cine. Lejos de ser un simple pasatiempo, para el actor de “Philadelphia” fue una escuela. “¡Dios mío, qué bien! La educación que recibí como público de ese lugar fue invaluable. Y más aún porque estaba solo y lo asimilaba todo por mi cuenta. No hablaba con nadie. No tenía una cita. No estaba tonteando. Iba en auto solo. Me compraba un sándwich. Debo decir que a veces, en la fila, tenía que rechazar las insinuaciones de algún señor mayor que estaba muy interesado en el joven que iba solo al teatro. Pero incluso yo entendía los aspectos sociales de eso”.
Vocación teatral y la revelación de Dowling
Al llegar a los veinte, encontró refugio en el teatro. La primera experiencia relevante llegó de la mano del director Vincent Dowling, quien le dijo una frase memorable: “Trabajar en el teatro es más divertido que divertirse”. El joven actor reconoció en ese momento de qué estaba hecho: “Preferiría estar en una obra que hacer cualquier otra cosa con mi vida. Preferiría estar en una obra que ir a esquiar. Preferiría estar en una obra que ir a un partido de béisbol. Preferiría estar en una obra que ir al cine. Preferiría estar haciendo esto que cualquier otra cosa”.
En ese mismo contexto, Dowling dio con la clave de una afinidad existencial —la soledad compartida— que lo capturó: “Todas las grandes obras tratan sobre la soledad. Todos estamos luchando. Hamlet trata sobre la soledad”. Para Hanks, ese mensaje lo atravesó: “Creo que tenía razón. Todas las grandes historias siguen hablando de nuestro deseo como seres humanos de no estar solos”.
Vínculos sólidos
Tom Hanks ha construido un sólido núcleo familiar junto a su esposa, la actriz y productora Rita Wilson, con quien comparte proyectos profesionales y bienes así como también una vida cotidiana marcada por la estabilidad y compañerismo.
Hanks es padre de cuatro hijos: Colin y Elizabeth, frutos de su primer matrimonio con Samantha Lewes, de quien se divorció en 1987 (murió de cáncer de hueso en 2002) y Chet y Truman, de la relación con Wilson. En varias oportunidades, el actor destacó que la familia constituye su verdadero sostén para sobrellevar las exigencias y las incertidumbres de la industria cinematográfica.
En 2013, sumó un capítulo inesperado a su vida fuera de la ficción: la confirmación pública de su diabetes tipo 2, diagnosticada tras años de hiperglucemia. El propio actor admitió que las demandas de ciertos roles —engordar y adelgazar para transformarse en personajes— pudieron haber afectado, pero subrayó la carga genética y los malos hábitos en la alimentación en buena parte de su vida: “Creo que tenía predisposición genética a padecerlo. Y creo que, de hecho, se debe a un estilo de vida que he llevado desde que tenía probablemente siete años”.
El refugio de la escritura y la mirada sobre Hollywood
Más allá de su monumental carrera en el séptimo arte, Tom Hanks encontró en la escritura un modo alternativo de canalizar su creatividad y reflexionar sobre el mundo del cine. Según contó a la BBC en 2023, escribir su novela debut, La creación de otra gran obra maestra cinematográfica, fue una manera de “liberarse de la presión constante” de hacer películas. Esta obra, inspirada a partir de su propia experiencia en la industria, nació del hábito de redactar relatos en cada momento disponible: “Escribía entre películas, dondequiera que estuviera, en aviones, en habitaciones de hotel, durante las vacaciones”. Hanks admitió que siempre escribió “de una forma u otra”, y ya había dado muestras de esa inclinación con su colección de relatos cortos, Uncommon Type.

El lanzamiento de la novela, publicada sin atravesar rechazos editoriales, recibió una recepción dispar por parte de la crítica. Mientras algunos, como David Sexton del Sunday Times, destacaron que Hanks “explica con desparpajo la creación cinematográfica”, otros consideraron “torpe” la escritura y señalaron que, aunque retrata la monotonía del ambiente de Hollywood, le falta la magia que el actor logra en pantalla. La trama, centrada en la filmación de una superproducción llena de egos y excentricidades, permitió a Hanks tomar distancia y confesar, desde la ficción, que él mismo fue actor y testigo de conductas erráticas en los sets. Lejos de negar la controversia y las dificultades, el propio Hanks expuso las luces y sombras de la industria y defendió la independencia del autor frente a los intentos de censura o reescritura por “sensibilidades modernas”, sosteniendo: “Déjenme decidir qué me ofende y qué no. Estaría en contra de leer cualquier libro de cualquier época que diga ‘abreviado debido a las sensibilidades modernas.’”
Adaptación permanente
La disposición para abrazar los cambios y nuevos desafíos que lo acompañan desde muy chico, se traduce, décadas después, en su valiente salto a proyectos innovadores. A los 68 años le dijo que sí al director Robert Zemeckis, que le propuso ser reconstruido digitalmente mediante inteligencia artificial.

Ya en la madurez, la estrella cinematográfica exploró nuevos límites con Here, una película que desafía el tiempo. Para la producción, dirigida a partir de una novela gráfica y rodada en Pinewood Studios, la empresa Metaphysic empleó efectos visuales capaces de rejuvenecer digitalmente a Hanks y su coprotagonista, Robin Wright, su compañera de Forrest Gump, en tiempo real. “Sabíamos que esta supercomputadora haría todo el trabajo de seis meses de posproducción en un nanosegundo”, declaró a Radio Times sobre el proceso que les permitía observar, en dos monitores, la versión real y la digital, con la edad que cada escena requería.
Mientras que muchos actores se manifestaron en contra del uso de la IA en la industria cinematográfica como Julianne Moore, Robert Downey Jr. Kevin Bacon y Rosario Dawson, Hanks se subió al tren y no deja de sorprenderse de sus posibilidades. “Es increíble cómo ambos nos volvimos tan técnicos desde el principio”, dijo y reconoció que lo más difícil fue lograr que el lenguaje corporal y su desempeño actoral coincidieran con lo que se vería en pantalla. “Necesito tener una mejor postura; vos tenés que levantarte del sofá un poco más rápido; ambos tenemos ojos que saben demasiado. ¡Tuvimos que encontrar la manera de eliminar esa sensación de cansancio!”.
<b>Contratos millonarios</b>
El espejo económico de la carrera de Hanks es tan impactante como su talento actoral. Según Celebrity Net Worth y The Numbers, su fortuna se estima en 400 millones de dólares, con más de 9 mil millones recaudados en taquilla por sus películas. Sus salarios habituales rozan los 25 millones de dólares por largometraje, pero ha logrado picos mucho más elevados, como los 40 millones por ‘Saving Private Ryan’ o los ingresos excepcionales por ‘Forrest Gump’, donde prefirió puntos porcentuales de taquilla y embolsó unos 70 millones de dólares solo en el primer año.
Sumando inversiones inmobiliarias compartidas con su esposa Rita Wilson, valuadas en 150 millones de dólares, y cifras multimillonarias acumuladas en derechos, dirección y producción, Hanks es también un símbolo de la astucia y la proyección en la industria del entretenimiento.
En más de cuatro décadas de carrera, Hanks se mantuvo como un referente de la actuación, la narración y la reinvención, incluso cuando los escenarios y las tecnologías cambian.
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