La fuga de Punta Carretas: la noche que “Pepe” Mujica y otros 105 tupamaros se escaparon por un túnel de la cárcel

Se llamó “Operación El Abuso”, se concretó la madrugada del 6 de septiembre de 1971, y todavía hoy es el mayor escape de presos políticos de la historia. La planificación, la construcción del túnel, las maniobras de distracción y los recuerdos del ex presidente uruguayo, que fue uno de los líderes de la espectacular huida

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José "Pepe" Mujica fue uno
José "Pepe" Mujica fue uno de los presos políticos que se fugó de Punta Carretas

Cuando se repasa la vida del ex presidente uruguayo José “Pepe” Mujica, fallecido el martes pasado a los 89 años, su participación como uno de los fundadores del Frente Amplio y, sobre todo, su gestión al mando del país entre 2010 y 2015 ocupan un lugar central en todas las crónicas.

La relevancia política que alcanzó en lo que va del siglo, no solo en Uruguay sino en toda América latina –que contrastó siempre con su estilo campechano y su hablar sencillo-, dejó en un segundo plano otros hechos que en su momento también tuvieron gran impacto.

Uno de ellos, sin duda el más importante, fue su espectacular escape, junto con otros 105 militantes de izquierda y cinco presos “comunes”, del Penal montevideano de Punta Carretas el lunes 6 de septiembre de 1971, en lo que hoy sigue siendo la mayor fuga de presos políticos que se haya registrado en el mundo. Planificada hasta el último detalle, la operación –que irónicamente llamaron “El Abuso”– se realizó del principio al fin en total silencio y sin disparar un solo tiro.

El Penal de Punta Carretas
El Penal de Punta Carretas se había construido como cárcel para presos de máxima seguridad

Los pormenores y el éxito de la fuga fueron noticia de tapa en cientos de diarios de casi todo el planeta y puso en ridículo al gobierno represivo del presidente Jorge Pacheco Areco. Porque el escape no solo fue impactante por su magnitud sino también por la importancia de los fugados, entre los que se contaban Mujica y otros tres dirigentes históricos de la organización guerrillera uruguaya Tupamaros: Raúl “El Bebe” Sendic, “El Ñato” Eleuterio Fernández Huidobro y Jorge Amílcar Manera Lluberas, un ingeniero civil que resultó clave a la hora de planificar y llevar a cabo la operación.

Cuando, tiempo después, los protagonistas relataron con todo detalle la preparación y la concreción de la fuga, “El Abuso” adquirió la dimensión de una leyenda: durante treinta días, sin ser descubiertos, los tupamaros presos habían creado –con herramientas muy precarias, fabricadas dentro del penal- una red de boquetes que intercomunicaban todas las celdas del primero, el segundo y el tercer piso del penal, habían hecho dos agujeros en el piso de las últimas celdas de cada piso para deslizarse hacia la planta baja, y habían cavado un túnel de cuarenta metros, desde la celda número 73 –la última de la planta baja – por debajo del muro de la cárcel y de la calle hasta llegar a una casa ubicada en la vereda de enfrente. Nadie los vio, nadie los escuchó y nadie descubrió el escape hasta que los 106 evadidos y todos los guerrilleros que habían dado apoyo y logística del exterior ya estaban lejos del penal, en distintas casas de seguridad distribuidas por toda la ciudad.

Los tupas comunicaron todas las
Los tupas comunicaron todas las celdas del primer y segundo piso entre sí. Y consiguieron llegar a la planta baja de la cárcel

Con esa fuga, los Tupamaros, una casi desconocido grupo guerrillero de un pequeño país sudamericano, se hicieron famosos en todo el planeta.

“Los Tupas”

El Movimiento de Liberación Nacional “Tupamaros” –o “Los Tupas”, como también se lo llamaba- había surgido a principios de la década de los ’60, a partir de la confluencia de militantes de partidos legales de izquierda en apoyo a la huelga de los cañeros uruguayos, donde Raúl “El Bebe” Sendic tuvo un rol protagónico. Sendic era miembro del Partido Socialista y se radicalizó tras la Revolución Cubana de 1959. “Los primeros integrantes formábamos parte de fuerzas políticas legales, pero a su vez nos juntamos en estas actividades con el intento de construir algo que sirviera para luchar y resistir clandestinamente si se nos venía la dictadura. Naturalmente teníamos diferencias de puntos de vista, pero había una unidad en los hechos”, recordaba José “Pepe” Mujica al contar su historia.

La presentación en sociedad de los Tupamaros fue el robo de armas que el Ejército uruguayo tenía en el Club de Tiro de Nueva Helvecia, una localidad cercana a Colonia, para armar los grupos de autodefensa de los cañeros. Corría 1963 y en varios países de América Latina se formaban grupos armados rurales. Tupamaros fue distinto: fueron los iniciadores de la guerrilla urbana.

Para la segunda mitad de los ’60 y principios de los ‘70, los Tupamaros no sólo habían crecido en número de militantes sino que también se habían hecho notorios por sus operaciones sofisticadas, desde copamientos de comisarías para obtener armas, robos de bancos en busca de fondos. También secuestraron a funcionarios extranjeros: desde diplomáticos hasta agentes de la CIA encubiertos en la embajada norteamericana. Tanto la espectacularidad de sus acciones como los comunicados enviados a la prensa, les permitieron estar constantemente presentes en la escena política uruguaya.

Su golpe más espectacular fue la toma de la ciudad de Pando, el 8 de octubre de 1969, cuando un numeroso grupo de guerrilleros llegó en una caravana fúnebre y copó la comisaría, el cuartel de bomberos, la central telefónica y tres bancos, de los cuales obtuvieron el equivalente a 357.000 dólares. La operación se realizó en apenas veinte minutos, pero durante la huida algunos de los vehículos utilizados por el comando fueron interceptados por la policía, que logró capturar a una veintena de guerrilleros. Raúl Sendic –el jefe máximo de los Tupamaros– logró romper el cerco pero tiempo después fue capturado.

La prensa se ocupó del
La prensa se ocupó del caso de la fuga que trascendió las fronteras uruguayas

La vida política de ese país laico, democrático, de gente amable, había cambiado: Jorge Pacheco Areco había ganado las elecciones en 1967 pero las protestas sociales y el accionar guerrillero motorizaron una fuerte represión.

El penal de Punta Carretas

Al comienzo de 1971 toda la cúpula de Tupamaros –de la que Mujica formaba parte- y cientos de militantes de la organización estaban presos. La mayoría de las mujeres estaban en la cárcel de Cabildo, en el Centro de Montevideo, mientras que más de cien hombres –entre ellos los máximos dirigentes– habían sido concentrados en el viejo Penal de Punta Carretas.

El penal de Punta Carretas había sido inaugurado en 1915 en una zona que por entonces estaba en las afueras de Montevideo, para alojar a delincuentes peligrosos bajo máximas condiciones de seguridad. Pocos años después fue lugar de alojamiento forzado de presos políticos.

A fines de la década del ’20 ya había allí una decena de anarquistas que habían sido detenidos por el asalto de una casa de cambio de la capital uruguaya. No permanecieron mucho tiempo en Punta Carretas. El 18 de marzo de 1931 se fugaron por un túnel que sus compañeros cavaron desde un local de venta de leña y carbón que habían montado como fachada en un lugar cercano al penal. El hecho tuvo mucha repercusión en la época y se lo conoció como “La fuga de la carbonería”.

Para fines de los ’60, cuando los militantes tupamaros y de otras organizaciones más pequeñas empezaron a ser concentrados en el penal, Punta Carretas distaba mucho de ser la moderna cárcel construida a principios de siglo. La estructura edilicia estaba deteriorada y la argamasa de las paredes podía removerse con facilidad. Eso resultaría clave para la planificación y la ejecución de la fuga del 6 de septiembre de 1971.

Dos planes fracasados

Desde el primer momento, los tupamaros concentrados en el penal montevideano se plantearon la posibilidad de escapar y buscaron diferentes caminos. “Fugarse para retomar la lucha” no sólo era una consigna del MLN sino de todas las organizaciones guerrilleras de América Latina. Por eso, no demoraron en formar la “Comisión Aspirina”, integrada por un reducido grupo de guerrilleros –entre los que se contaban Mujica y los otros tres “históricos”- que estudiaría todas las alternativas posibles para la evasión.

Jorge Amílcar Manera Lluberas, el
Jorge Amílcar Manera Lluberas, el ingeniero civil e integrante de Tupamaros que "dirigió" la obra del túnel

En los meses siguientes se hicieron dos planes, pensando en sacar a los presos por grupos que operarían desde el exterior de la cárcel. El primero de ellos, la “Operación Mangangá”, fue descartado rápidamente por el tiempo que llevaría su implementación. Consistía en alquilar un local a cuatro cuadras de la cárcel y desde allí cavar un túnel hasta ella, por el cual se fugarían los presos.

El restante, la “Operación Gallo”, que sólo permitiría la fuga de unos diez guerrilleros, se llevó a la práctica, pero fracasó. Un comando de Tupamaros cavó un túnel hacia la cloaca que pasaba cerca del penal y allí armó una base -con herramientas, bolsas de dormir y municiones– para desde ese punto seguir haciendo un túnel hacia el penal. La maniobra fue descubierta cuando una inundación arrasó con todos los elementos que había en la base y las bolsas de dormir aparecieron flotando en la superficie.

Ese fracaso estuvo a punto de abortar cualquier otra posibilidad de evasión. El gobierno uruguayo empezó a planificar el traslado de los detenidos a la cárcel de la Isla de Flores, en el Río de la Plata, desde donde les sería imposible escapar. A los tupamaros presos les quedaba poco tiempo. Fue entonces cuando se plantearon la pregunta que daría lugar a la “Operación Abuso”: ¿Y si lo hacemos desde adentro?

El arte de hacer agujeros

Cuando se planificó, la fuga parecía trabajosa pero sencilla. Los presos políticos estaban alojados en las celdas del primer y segundo piso del penal. Como primer paso, abrirían boquetes en las paredes de las celdas, para intercomunicarlas y armar un “pasillo” que los llevara hasta la última de cada planta. Agujerear las paredes –incluso con elementos muy precarios como cubiertos y alambre – tampoco sería difícil: la argamasa se desprendía con facilidad. Para tapar los agujeros utilizaron posters que conseguían o les traían sus familiares en las visitas: equipos de fútbol, actrices, y modelos empezaron a poblar las paredes de las celdas. También colgaban la ropa de ganchos para dificultar más la visión de los carceleros.

Al mismo tiempo abrieron boquetes en los pisos de las últimas celdas del segundo y del primer piso para poder llegar a la última de la planta baja, la Celda 73, donde había un preso común al que habían convencido con la promesa de que podría fugarse con ellos. “Estaba medio pirado”, recordaría mucho después Pepe Mujica.

El preso común se apellidaba Salazar pero todos lo llamaban Arión. Tenía obsesión por los Ovnis y decía que se comunicaba con los extraterrestres. Así y todo, los tupamaros evaluaron que era confiable, porque el tipo se mostraba solidario y discreto. Desde la celda de Arión se empezaría a cavar el túnel, de unos cuarenta metros, que los llevaría debajo de una casa ubicada enfrente de la cárcel y que oportunamente sería copada por un comando de Tupamaros para abrir un boquete en el piso y conectarlo con el túnel.

Ocultar los escombros de las paredes y la tierra del túnel era más difícil. Decidieron esconderlos debajo de las camas de las celdas y cubrirlos extendiendo las cobijas hasta el piso. De todos modos, el problema serían las requisas. La única solución era sobornar a los carceleros. No sólo les dieron dinero sino también supuestos “documentos” de la organización. “A los Tupamaros búsquenles papeles, les pedían a los guardias y nosotros les dimos papeles para que quedaran bien con los jefes”, recordará años después Jorge Zabalza, uno de los guerrilleros evadidos. A cambio lograron que las requisas se hicieran cada treinta días, mayor plazo no pudieron conseguir.

Una maqueta muestra el túnel
Una maqueta muestra el túnel que comunicó la cárcel con las casas vecinas

En un mes debían hacer todo. Pusieron manos a la obra, con el fantasma de un posible traslado a la Isla de Flores que les quitaría definitivamente la posibilidad de recuperar la libertad.

El túnel del ingeniero

“La construcción del túnel comenzó el 11 de agosto de 1971, después de las siete de la mañana, cuando terminó el control de presos en las celdas. En verdad, habíamos comenzado a desarrollar el plan mucho antes, cuando empezamos a abrir los huecos entre celda y celda que nos permitirían formar un gran corredor interno por el que pasaríamos todos hasta la Celda 73. Una última parte consistía en abrir huecos en los techos de algunas celdas para conectar los pisos”, relató “El Ñato” Eleuterio Fernández Huidobro mucho tiempo después.

A través de un preso común que hacía tareas en la cárcel y podía moverse con cierta libertad obtuvieron unos viejos planos del penal, donde también figuraba la profundidad de los cimientos. Pero incluso con los planos, la construcción del túnel sería una labor compleja.

Pero el comité de la fuga contaba con un hombre providencial para planificarlo y diseñarlo: Jorge Amílcar Manera Lluberas, un ingeniero civil que había sido fundador de Tupamaros y era uno de sus máximos dirigentes. El ingeniero no sólo hizo los cálculos en base a los planos, también ideó herramientas para poder hacer el túnel. “Manera Lluberas hizo una cantidad de instrumentos caseros que permitían tomar mediciones para mantener la línea recta y calcular los metros” recordó Jorge Zabalza en su relato de la fuga. “Había hecho un aparato, un nivel. Con eso yo establecía la línea, ponía una varilla en el techo del túnel, clavada con alambre y así calculábamos”, ratificó en un documental sobre la fuga el tupamaro Julio Marenales.

Bajo la dirección de Manera Lluberas el túnel avanzaba, pero no sin dificultades. Había un primer tramo desde el piso de la celda 73, de unos 50 centímetros de ancho, con unos cuatro metros de profundidad. Desde allí debía continuar en línea recta por tierra blanda, pero se encontraron con los cimientos del muro, sobre una placa de grava. De avanzar cuatro metros por días, pasaron a hacer apenas 10 centímetros diarios hasta que pudieron sortearlo. Trabajaban en equipos de tres: uno de los presos cavaba con una herramienta improvisada con alambre, otro metía la tierra en una bolsa y un tercero la llevaba hacía el boquete de la Celda 73 para que los de arriba lo izaran. A medía que el túnel se iba haciendo más extenso encontraron otra dificultad: la falta de aire. Debieron reducir los turnos de los equipos porque se ahogaban rápidamente.

Un primer alivio llegó cuando encontraron el viejo túnel que los anarquistas habían construido en 1931 desde la carbonería. Allí había un poco de oxígeno, aunque no mucho. Finalmente llegaron a una cloaca, que los inundó con un aire fétido pero que se iba renovando. El 4 de septiembre de 1971, 24 días y cuarenta metros después de iniciar la excavación, estaban debajo de la casa. Tenían que seguir hacia arriba, pero antes debían recibir una señal.

José "Pepe" Mujica contó años
José "Pepe" Mujica contó años más tarde cómo fue aquella histórica fuga de Punta Carretas

El relato de “Pepe” Mujica

Ya no sabían qué hacer con tanta tierra. “Buscamos establecer todo un mecanismo complejo dentro de la cárcel, por el cual empezamos la obra e íbamos trasladando la tierra, la íbamos comprimiendo debajo de las camas y como teníamos unas cobijas, la tapábamos. Teníamos calculados los metros cúbicos. A último momento nos llegaba al cogote y tuvimos que poner tierra en lugares inverosímiles”, contó Pepe Mujica muchos años después de la fuga.

Aún así, los habrían descubierto si no hubieran sobornado a los guardiacárceles. Mujica recordaba que antes de tomar la iniciativa fueron estudiando las posibles debilidades de cada uno. “Cuando buscábamos los puntos débiles que tenían los carceleros, nos dimos cuenta de que el de uno de ellos era la plata. Entonces teníamos una consigna: ‘Todo el poder a Luquini’, y Luquini quería decir plata en la jerga que hablábamos”, explicó al contar la huida.

La fuga debía concretarse el domingo 5 de septiembre a la madrugada, pero un hecho fortuito obligó a postergarla: el militante que debía armar la logística y las citas para llevar a los fugados a casas seguras tuvo un accidente en moto. Cómo los organizadores del exterior no sabían si lo habían detenido o no, decidieron cambiar todas las citas, lo que les llevó 24 horas.

La fuga exitosa

Finalmente, la noche del 5 los presos recibieron la señal de que las dos casas ubicadas frente a la prisión ya estaban tomadas por los guerrilleros que daban el apoyo externo. Así, desde el túnel, los presos ya podían hacer el tramo final: excavar hacia arriba de la primera casa. La señal para que hicieran ese último tramo era la llama de un encendedor desde una ventana de esa casa. Al mismo tiempo, decenas de militantes de Tupamaros iniciaron manifestaciones y actos relámpago en el barrio La Teja, en el otro extremo de la ciudad, para distraer a las fuerzas policiales.

“Mientras se iba perforando la tierra hacia arriba yo pensaba que si fallábamos por apenas cincuenta centímetros al boquete que iban a hacer desde el piso de la casa nos íbamos a quedar en la cárcel para siempre”, recordaría años después Jorge Manera Lluberas.

Su preocupación resultó infundada. Uno de los integrantes del comando que había tomado la casa estaba escuchando con un estetoscopio y pudo ubicar el lugar exacto desde donde sacaban la tierra desde abajo. Recién entonces, desde arriba abrieron el boquete que debía coincidir con el agujero que abrían desde abajo.

Eran casi las 5 de la mañana del lunes 6 de septiembre. De a uno, 111 presos fueron izados a través del agujero. Una vez en la primera casa, pasaban a una segunda que estaba atrás –tomada por otro comando de Tupamaros– donde se cambiaban la ropa y recibían armas y dinero. Los máximos dirigentes se fueron rápidamente en dos autos. El resto de los evadidos se distribuyó en dos camiones que los fueron dejando en citas ya fijadas en distintos lugares de la ciudad, donde los esperaban autos para llevarlos a casa seguras.

Donde funcionó la cárcel de
Donde funcionó la cárcel de la que fugaron los Tupamaron se construyó un shopping

Dentro de Punta Carretas recién se enteraron de la fuga a la mañana, cuando llegó la hora “del recuento”. Tan sigiloso fue todo. Tan preciso el mecanismo de relojería para lograr la libertad. Los 111 fugados “se habían abusado” de quienes los tenían encerrados.

En 2015, cuando era presidente de Uruguay, “Pepe” Mujica hizo un recorrido por el shopping de Punta Carretas, construido en el lugar donde estaba la cárcel de donde se había fugado. “Es increíble lo que han hecho, esto era un monumento a lo gris, al dolor, y hoy tiene toda una apariencia de festividad. Son las mismas piedras, pero tienen otra pintura”, dijo cuando salió.

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