La historia de Patricia Sosa trasciende los escenarios. La espiritualidad ocupa un lugar central en su vida y en su arte -”soy meditadora desde el año 96”- marcando cada paso de su recorrido. La meditación, la percepción de los dones como misión y la búsqueda de lo trascendente han sido pilares en su camino.
Al igual que Lio Messi, Patricia Sosa habla de su talento con humildad: “Tomé conciencia de que tengo un don. Los dones son otorgados y los dones otorgados son para compartirlos.”
Esta conciencia de ser portadora de algo debe poner al alcance de todos, determina también su carácter solidario: “A mí me gusta participar de lo social. Y con el canto participo muchísimo, porque al lugar que me llaman para ir a tocar, voy.”

“Cuando estoy cantando, soy más oyente que intérprete”, dice, como si la música la atravesara y la luz que recibe desde “planos superiores” se canalizara a través de su voz para iluminar a quienes la escuchan. “Ese sonido no era mío. Me lo habían dado para que lo cuide”, asegura, convencida de que el ego debe quedar relegado para que el don cumpla su verdadero propósito.
Meditación y conexión interior
Define a la meditación como una práctica indispensable para mantener el equilibrio en medio de las exigencias de la carrera artística y la vida cotidiana. Aprendió a “poner el pie en el freno” cuando las obligaciones la sobrepasan y considera que la meditación no se limita a momentos de quietud, sino que puede extenderse a la acción. Ha logrado meditar en situaciones tan caóticas como en medio de un piquete en Bangalore, India, junto a su mánager.

Para ella, la respiración es clave tanto en la meditación como en el canto, permitiéndole alcanzar un estado de conexión interior. Reconoce que llegar a la calma mental requiere años de práctica y paciencia, pero asegura que, con el tiempo, la mente aprende a desacelerar y a encontrar paz incluso en medio del vértigo.
En la charla, comparte varias experiencias trascendentes que ha tenido y que han marcado su vínculo con su arte y que hasta han determinado elecciones de dónde constuirse una casa.
Una de estas experiencias significativas fue la aparición de la figura de su padre fallecido en una fotografía tomada en un lugar de alta energía, junto a amigas y la cantante Lucía Galán. Conserva esa imagen en su celular y la interpreta como una confirmación de la presencia de los seres queridos más allá de la muerte. “Tal vez cuando somos jóvenes somos más inconscientes de que el tiempo pasa o nos preguntamos menos qué habrá después”, dice e invita a prestarle atención a esas cosas y estar atentos a las señales que, asegura, siempre llegan cuando se busca orientación.

Espiritualidad en la vida cotidiana y profesional
La calma y la introspección que cultiva a través de la meditación le han permitido enfrentar la vorágine del éxito y las exigencias del medio artístico. Ha aprendido a quedarse en los lugares donde se presenta, a disfrutar del entorno y a conectar con la gente, en lugar de apresurarse de un compromiso a otro. Su visión del servicio se extiende más allá de la música: presidió una fundación durante diez años y participó activamente en proyectos sociales.
El vínculo con su público es otro aspecto fundamental de su misión. “Hay gente a la que sé que le hago compañía. Y me lo dicen mucho, que les hago compañía.” Por ejemplo, relata cómo la canción “Aprender a volar” se convirtió en un himno de esperanza para muchos durante la pandemia, y cómo la inspiración para componerla llegó de manera repentina, en lo que describe como un proceso de creación “asistido”.
Vive la música como un canal para transmitir mensajes que no le pertenecen del todo, sino que le son entregados para compartir.
En la charla, surge la inevitable referencia a Oscar Mediavilla, su compañero de toda la vida, productor, esposo, amigo, padre de su única hija. Atribuye a la vorágine del éxito y las exigencias profesionales el pasado distanciamiento entre ellos y el divorcio. “Estábamos re enojados”, recuerda. Pero la meditación y la introspección la ayudaron a reconectarse consigo misma y a dar el primer paso para la reconciliación, luego de tres años de separación. “Siempre sabiendo que estábamos peleando para volver… Hasta que pasó y ahora somos muy felices”.

La madurez emocional y la capacidad de mirar hacia adentro fueron determinantes para reconstruir el vínculo, que hoy se sostiene en la independencia y el respeto mutuo, viviendo en casas separadas y evitando discusiones innecesarias. Su hija Marta, testigo de esta transformación, la describe como “un buda” por la serenidad con la que maneja los conflictos.
Aprendizajes, igualdad y legado
Su experiencia en la industria musical ha estado marcada por desafíos y aprendizajes. Recuerda los años 80 como una época de vértigo y dificultades, especialmente para las mujeres en el rock. Fue pionera en liderar una banda en un ambiente dominado por hombres. “No existía el término feminismo. Era: agarráte como puedas”. Cree que abrió camino y celebra que hoy haya “muchas mujeres cantando” y asegura que “las redes ayudaron muchísimo, porque nosotros no teníamos redes.”
Valora la importancia de canalizar la experiencia hacia lo positivo y de transmitir a las nuevas generaciones el mensaje de que todos los seres humanos nacen con un talento, una semilla que debe ser plantada y cuidada. Su recorrido, desde los inicios tocando en bares y esperando horas para entregar un disco a un productor, hasta la actualidad, en que la difusión es instantánea, le permite apreciar el valor del esfuerzo y la perseverancia.
En la actualidad, Patricia Sosa continúa de gira, presentando su disco “Alquimia” junto al mexicano Mijares y repasando sus éxitos, acompañada de una banda que considera “soñada”. Disfruta de la vida en el micro de gira, de la cercanía con su gente y de la posibilidad de seguir compartiendo su don con el público. “Me muero si no estoy de gira. Me muero, ¿eh? No, no me gusta. Envejezco, me pongo de mal humor." En las giras y en los escenarios, en cambio, “no existe el tiempo, ahí existe la música, nada más”.
Patricia Sosa quiere morir con las botas puestas: “Retiro no voy a tener, no. Que me alcance el final en lo mejor de mí, cantando, girando con mi gente. No, no, retiro ni lo pienso”.
FOTOS: Maximiliano Luna
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