
El impacto de la convivencia intergeneracional se ha consolidado como una de las estrategias más eficaces para combatir la soledad y el aislamiento de las personas mayores, al tiempo que promueve el desarrollo personal y social de los jóvenes.
Diversos programas implementados en Argentina y España han demostrado que el intercambio entre generaciones no solo enriquece a quienes participan, sino que también contribuye a la construcción de comunidades más solidarias e inclusivas.
La esencia de la convivencia intergeneracional radica en la interacción significativa entre personas de distintas edades, con el objetivo principal de ampliar el entorno social y estimular tanto la actividad física como mental de los participantes.

Estas experiencias pueden surgir de manera espontánea en el ámbito familiar o ser organizadas en centros de cuidado y programas institucionales. Actividades tan sencillas como compartir una comida, participar en juegos de mesa o mantener una conversación pueden convertirse en poderosas herramientas para fortalecer los lazos entre generaciones.
Los referentes activos
La relación entre abuelos y nietos constituye un pilar fundamental en el desarrollo emocional y social de ambas generaciones. Así lo sostiene Myriam Mitrece (MN.12.161), doctora en Psicología y profesora en la Universidad Católica Argentina (UCA), quien destaca que “el contacto frecuente entre los abuelos y los nietos influye de una manera muy positiva en el desarrollo tanto emocional como social, y tanto para los más chicos como para las personas mayores”.
Mitrece, quien también se desempeña como asesora técnica en el Instituto para el Matrimonio y la Familia de la UCA, subraya que este vínculo intergeneracional aporta beneficios recíprocos. Según sus palabras, “los jóvenes adquieren en ese contacto referentes afectivos, valores que están ligados a la historia familiar, un sentido de pertenencia a esa familia, mientras que los mayores encuentran en ese vínculo también una fuente de energía vital, de compañía y de sentido de la vida”.
La especialista enfatiza que la interacción entre abuelos y nietos no solo fortalece la identidad familiar, sino que también propicia un aprendizaje mutuo. “Esta interacción genera aprendizajes mutuos. Sirve a los dos, a las dos puntas.”
En este proceso, los nietos incorporan la experiencia de los mayores, mientras que los abuelos se enriquecen con la vitalidad y la perspectiva contemporánea de las nuevas generaciones.
La convivencia intergeneracional emerge como un factor decisivo en la salud mental y el bienestar de las personas mayores, según el análisis del doctor Enrique De Rosa Alabaster, médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista. Al abordar los efectos de la soledad prolongada, el especialista advierte: “el impacto de la soledad se considera que es prácticamente de un deterioro general del psiquismo, con hasta pérdida de expectativa de vida”, afirmó.
La importancia de combatir a la soledad
El deterioro asociado a la soledad no se limita a un solo aspecto, sino que abarca “lo físico, lo cognitivo, lo emocional, de todo tipo, y está absolutamente evaluado y medido”, explicó.

Frente a este panorama, el contacto con personas más jóvenes se presenta como una estrategia eficaz para mitigar estos efectos. El especialista sostiene que “es una práctica común en Japón, en culturas o grupos más tradicionales, pero quizás más antiguos, en que se respeta la interacción entre las diferentes generaciones, y eso es absolutamente saludable.”
La transferencia de experiencia y la seguridad que brinda la familia ampliada son elementos que, según De Rosa Alabaster, redundan positivamente: “Los jóvenes tienen una especie de proyección de su propio camino, y lo ven en el otro. En cuanto a los adultos, están permitidos a legar algo, y que entienden que no se van con las manos vacías.”
Esta dinámica, donde el adulto mayor transmite un legado y el joven lo recibe, resulta fundamental para la salud psíquica de ambos. “El gran punto de una persona adulta está en la sensación de que se va sin poderle entregar ‘algo’ a alguien, entonces este pasaje del testimonio, por eso se utiliza en ciertas religiones la idea de pasar el testimonio, es tan importante porque en realidad uno le pasa un legado al más joven, y el más joven de alguna manera le asegura a ese adulto mayor que su legado va a perdurar”, detalló.
“Esta idea del linaje y del legado es central para la proyección psíquica del individuo. En algún punto, las fantasías sobre la muerte y el envejecimiento comienzan a naturalizarse, y deja de existir esa separación entre compartimientos estancos: ambas dimensiones se integran y el sujeto ya no necesita entrar a un territorio desconocido”, detalló.
El intercambio entre generaciones, según Mitrece, tiene un “impacto muy favorable en la autoestima y en el sentido de pertenencia”, especialmente en adultos mayores y niños. “Para los mayores, el sentirse escuchados o valorados o útiles les refuerza la identidad, la autovaloración y también les devuelve esa percepción de la dignidad personal”, explicó. La transmisión de relatos y de historias familiares “los pone en un rol activo que contrarresta el aislamiento emocional o la sensación de pérdida que muchas veces acompaña el envejecimiento”.
Cómo derribar prejuicios
“La interacción entre las generaciones justamente lo que hace es derribar prejuicios o estereotipos que están relacionados con la edad, porque genera una experiencia real, una experiencia real de encuentro”, dice Mitrece. Al compartir actividades y proyectos, “se van desdibujando esas etiquetas. Ya no son los viejos, es mi abuela, mi abuelo, o no son los chicos de ahora, sino es mi nieto, cómo son los amigos de mi nieto. Emerge la persona con su historia y con sus recursos”, detalló. Este proceso “promueve una cultura mucho más respetuosa de todas las personas”.
La familia, según la especialista, ocupa un lugar central en la transmisión de valores y en la socialización primaria: “Siempre tenemos que tener en cuenta que la familia es el lugar donde se aprenden las cosas más básicas, es el lugar de la socialización primaria.”

En su visión, “cuando uno piensa en una sociedad perfecta, una de las características podría ser el cuidado de las personas mayores y de los chicos. Y es en la familia donde se aprende en esta convivencia intergeneracional a cuidar al que tiene un problema, a ayudar al que lo necesita, a considerar al otro como una persona distinta, que a veces puede coincidir o no en algunas ideas, pero que hay que respetarlo. Y todo eso se aprende en la familia.”
“La empatía y la comunicación son la base de cualquier posibilidad de diálogo entre personas. El poder ponerse en el lugar del otro, el poder entender desde qué lado está mirando la realidad, eso le permite comprender los tiempos, las necesidades, los modos de expresión, que seguramente entre adultos y jóvenes va a ser distinta. Pero la comunicación afectuosa hace que esas diferencias, más que algo que aleje, sea una oportunidad de aprendizaje”, sostuvo la especialista.
Programas y proyectos en Argentina
En Córdoba, el “Programa Intergeneracional” busca que las personas mayores y los jóvenes participen en encuentros vivenciales y de aprendizaje. El propósito es mejorar el clima de convivencia ciudadana y generar redes de solidaridad y ayuda mutua.
El intercambio intergeneracional, en este contexto, permite a los jóvenes acceder a la experiencia y orientación de los mayores, fortalece habilidades sociales y emocionales, y reduce tanto la brecha generacional como el aislamiento social de los adultos mayores, mejorando su salud mental y bienestar.

En la provincia de Neuquén, la diputada Lorena Parrilli presentó un proyecto para crear el Programa Convivencia Solidaria Intergeneracional. Esta iniciativa propone que personas adultas mayores ofrezcan alojamiento a jóvenes estudiantes a cambio de colaboración en tareas acordadas, facilitando así el acceso a la oferta académica provincial y promoviendo el intercambio cultural y afectivo.
Parrilli explicó que el programa, de carácter no lucrativo, “fomenta el intercambio cultural y afectivo hacia las personas adultas mayores que se encuentran solas y carecen de contención”.
El modelo, ya aprobado en la provincia de Río Negro y vigente en países como España, Alemania, Bélgica, Austria, República Checa, Corea del Sur y Países Bajos, establece requisitos claros para los participantes, como la acreditación de identidad, informes médicos y psicosociales, y un seguro por accidentes personales.
La sostenibilidad y el impacto de los programas intergeneracionales dependen de una serie de factores que, según Myriam Mitrece, resultan determinantes para su éxito. La doctora en Psicología subrayó la importancia de una “muy buena planificación”, así como de un “acompañamiento profesional especializado, que entienda bien de la situación y continuidad en el tiempo”.

“Todo programa necesita un tiempo para ir ‘aceitándose’, y entonces la continuidad es fundamental”, afirmó. La especialista advirtió que la falta de constancia puede generar frustración en los participantes.
Mitrece remarcó la necesidad de que estos espacios cuenten con “objetivos claros” y “dinámicas participativas para que las personas puedan poner también de lo propio y que se reconozcan las capacidades de cada grupo, tanto de los jóvenes como de las personas mayores”. Además, consideró imprescindible el “compromiso institucional y una sensibilización social”, ya que estos elementos “siempre favorecen para que estos encuentros se mantengan y también generen un impacto real en el bienestar de la comunidad donde se desarrollan.”
La experiencia en España
La experiencia española ofrece ejemplos consolidados de convivencia intergeneracional. En Leganés, el programa “Aprendiendo con mayores en el instituto” lleva a 130 voluntarios mayores a compartir sus vivencias con 570 estudiantes de siete institutos.
Según la concejala de Mayores, Virginia Benito, se trata de “una experiencia positiva y enriquecedora”, que contribuye a la “convivencia y la buena salud de las personas mayores”, según declaraciones en Cadena Ser.

El programa incluye talleres en los que los mayores relatan su juventud a los adolescentes y visitas de los estudiantes a los Centros de Mayores para participar en actividades conjuntas.
El éxito de esta iniciativa ha impulsado la organización de eventos como el “Baile intergeneracional por San Valentín” y la “Verbena Intergeneracional” en el barrio de Zarzaquemada.
En España, los programas de convivencia intergeneracional cuentan con más de 25 años de trayectoria y han sido institucionalizados con el apoyo de empresas especializadas. Una de las modalidades más extendidas es la convivencia entre personas mayores y estudiantes universitarios, donde ambos comparten vivienda y gastos, y los jóvenes colaboran en tareas domésticas y, en ocasiones, en la asistencia domiciliaria.

El intercambio intergeneracional no se limita a los programas institucionales. En el entorno familiar, la relación entre abuelos y nietos es una de las formas más habituales de convivencia entre generaciones. Si bien los beneficios afectivos y emocionales son evidentes, también surgen desafíos relacionados con la sobrecarga de responsabilidades para los mayores, lo que ha abierto el debate sobre los límites y el equilibrio en estas relaciones.
Entre los beneficios más destacados de la convivencia intergeneracional se encuentra el aumento de la solidaridad entre personas de distintas edades, la promoción del envejecimiento activo y la práctica de valores sociales como el respeto, la empatía y la igualdad.
Además, estas experiencias contribuyen a eliminar la discriminación y los estereotipos asociados a la edad, fortalecen la autoestima de las personas mayores y diversifican las redes de apoyo social. El intercambio de conocimientos es otro aspecto fundamental: mientras los jóvenes pueden ayudar a los mayores a familiarizarse con la tecnología, los adultos mayores transmiten saberes sobre historia, cultura y tradiciones.
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