
La práctica de adelantar y retrasar los relojes con el inicio y el fin del Horario de Verano afecta a millones de personas en países como Estados Unidos y diversas regiones de Europa. Pese a las crecientes recomendaciones de la comunidad científica, el cambio de hora dos veces al año continúa vigente. Según publica Time Magazine, especialistas resaltan que el impacto en la salud pública es profundo, aunque los beneficios energéticos originales de esta medida han quedado relegados.
Eva Winnebeck, cronobióloga de la Universidad de Surrey en el Reino Unido, expone que más de un tercio de los estadounidenses duerme menos de siete horas por noche, una tendencia similar en otras regiones industrializadas. “La falta de sueño es muy común. A la gente le cuesta levantarse. El uso del despertador es elevado, la falta de sueño es elevada”, afirma Winnebeck en declaraciones recogidas por Time Magazine. Para la experta, utilizar despertador frecuentemente es señal de descanso insuficiente.
Las consecuencias de la falta de sueño no se limitan a la somnolencia. Diversos estudios citados por Time Magazine indican que la privación crónica incrementa los accidentes de tráfico, la probabilidad de desarrollar diabetes y el riesgo de infartos.

La alteración del reloj biológico afecta procesos corporales fundamentales, como la presión arterial y el comportamiento, y desajusta la sincronización entre el cuerpo y la luz solar. Entre los más impactados se encuentran los trabajadores por turnos, según detalla la publicación.
Terminar con este sistema
Desde hace años, organizaciones como la Academia Americana de Medicina del Sueño (AASM) y sociedades europeas de medicina del sueño han recomendado terminar con este sistema. “Estos cambios horarios estacionales deberían abolirse”, sostiene el comunicado oficial de la AASM citado por Time Magazine. La recomendación, respaldada por instituciones europeas, aboga por mantener un solo horario, preferiblemente el estándar, durante todo el año.
El sistema, adoptado oficialmente en Estados Unidos en 1966 con la aprobación de la Uniform Time Act (Ley del Tiempo Uniforme), buscaba originalmente ahorrar energía al ajustar las horas de actividad humana a la luz natural. La medida, impulsada por el interés en las industrias del transporte, se extendió a escala nacional y se mantiene en vigor.

Hoy los estadounidenses permanecen bajo el Horario de Verano durante ocho meses y utilizan el horario estándar solo por cuatro. Lugares como Hawaii y Arizona han optado por no seguir los cambios.
A diferencia de estos ajustes artificiales, los seres humanos han demostrado una capacidad para adaptar la duración del sueño según la estacionalidad natural. Investigaciones lideradas por Manuel Schabus, profesor de la Universidad de Salzburg, analizan poblaciones preindustriales y muestran patrones de sueño alineados con el ciclo solar.
Datos de un estudio de 2015 señalan que en diferentes comunidades tradicionales las personas tienden a despertarse poco antes de la salida del sol y a dormir tres horas después, variando sólo una hora entre verano e invierno sin intervención de relojes.

Martha Merrow, cronobióloga de la Universidad Ludwig Maximilian de Múnich, subraya que el horario de verano introduce un conflicto con las señales solares. “Con el horario de verano, hay que usar más el despertador. Deberíamos buscar formas de no usar el despertador. Cada vez que lo usamos, nos privamos de dormir”, argumenta, según publicó Time Magazine.
Evaluar el efecto exacto sobre la salud de mantener el Horario de Verano ha resultado complejo, señala Elizabeth Klerman, profesora de neurología en Harvard Medical School. La académica explica que ocurre un fenómeno particular en los extremos de los husos horarios: quienes viven en el oeste sufren un desfase mayor entre el horario legal y el solar, efectos comparables a los que causa el horario de verano prolongado. Un análisis citado indica que en estas regiones se registran más casos de cáncer, obesidad y diabetes, y mayores niveles de privación de sueño.
Diversas investigaciones mencionadas por Time Magazine señalan un pico de accidentes automovilísticos el día posterior al cambio de hora. Además, el retorno al horario estándar coincide con una reducción en los infartos, mientras que el traslado al horario de verano se asocia con un aumento.
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