
Un gran número de monasterios e iglesias de nuestro país cuentan con alguna cripta. En ellas descansan los restos de algunos de los personajes más influyentes en la región o que fueron muy importantes en la historia del templo. Algunas de las más famosas son la de la catedral de la Almudena, en Madrid, o la del Real Monasterio de El Escorial, pero no solo las criptas sorprenden con sus esculturas y decorados, y, sino que se lo digan a Quinto de Ebro, un pintoresco pueblo zaragozano en el que se ubica uno de los lugares más singulares de España.
Así, en lo alto del cerro de La Corona, dominando la margen derecha del Ebro, se alza la antigua iglesia de la Asunción de Nuestra Señora. Este templo ha tenido a lo largo de su historia numerosas funciones, aunque si por algo destaca es forma parte del conjunto de Arquitectura Mudéjar de Aragón, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Pero esto no es todo, pues es también la sede del único museo de momias de España, lo que lo convierte en un destino único que atrae a infinidad de curiosos.
Una obra de arte mudéjar

La iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, conocida popularmente como el ‘Piquete’, se comenzó a construir en el siglo XIV y su arquitecto fue Mahoma Rami, una persona de confianza del Papa Luna. Se sabe que la construcción inicial fue un castillo medieval, pero que con el paso de los años se transformó en un templo mudéjar de alto valor patrimonial. Así, tras una serie de ampliaciones y remodelaciones, la iglesia sorprende con su imponente fachada, siendo uno de los principales monumentos del pueblo. A su vez, durante la Guerra Civil fue bombardeada al ser un refugio para los vecinos de Quinto del Ebro, y en los años posteriores fue utilizada como almacén de Grano.
Sin embargo, si por algo destaca el templo es por el descubrimiento que se hizo en el año 2011. Durante unas obras de rehabilitación para convertir esta iglesia en un centro de interpretación del mudéjar aragonés se encontraron centenares de cuerpos enterrados. Durante las excavaciones, afloraron no solo restos humanos, sino otros materiales y estructuras que permitieron rastrear los orígenes de Quinto hasta hace más de dos mil años. El subsuelo conservaba sedimentos y piezas de fases íbera, romana e islámica, pruebas irrefutables de la ocupación continuada y diversa del lugar.
Momias centenarias en perfecto estado

La intervención en la iglesia reveló al levantar el pavimento una sucesión de enterramientos: al principio unos setenta, cifra que con el tiempo superó el millar de registros documentados. Estos entierros, practicados entre el siglo XIV y el XIX, guardaban una sorpresa inusual. Una quincena de ellos permanecían prácticamente intactos: no solo los cuerpos se encontraban momificados de forma natural, sino que también los ropajes, zapatos, ataúdes y objetos personales resultaron hallados prácticamente como el día del entierro.
La escena, inmóvil durante siglos bajo el templo, comenzó a desvelar las momias de Quinto en perfecto estado. El azar o el destino dispusieron que estos quince cuerpos se hallaran agrupados, convirtiéndose en una ventana privilegiada al pasado, donde el cuerpo de un religioso vestido con hábito franciscano y barba rojiza se convirtió en uno de los principales reclamos del museo instalado en la antigua iglesia.
Un recorrido entre silos, muros y leyendas funerarias

El ambiente que recibe hoy al visitante en la nave de la antigua iglesia de Quinto es de un silencio sobrecogedor. El itinerario arranca con un documental introductorio sobre la historia del edificio y de sus inquilinos momificados. Al salir de esta sala, el recorrido se abre a la derecha por el llamado Foso Arqueológico, una pasarela acristalada que permite contemplar el subsuelo y distinguir los vestigios superpuestos de cada época: desde los antiguos silos islámicos del siglo XI, hasta el muro de cierre del templo primitivo del siglo XV, y las propias fosas donde se hallaron los cuerpos ahora expuestos en la Capilla de Santa Ana.
A su vez, a lo largo de la visita, una serie de paneles informativos acompaña al viajero en una visita donde destaca también el excelente estado de las vestimentas. Las túnicas franciscanas, orientadas hacia el altar, deslumbran por su antigüedad y por detalles inesperados, como la conservación de cabelleras, barbas o zapatos. Especialmente llamativo resulta el caso de los dos clérigos que todavía portan su calzado: un detalle pequeño fue clave para los investigadores, quienes detectaron que ambos zapatos compartían la misma horma, lo que permitió fechar los enterramientos antes de 1850, época en la que empezaron a fabricarse los zapatos diferenciando pie izquierdo y derecho.
De especial impacto resultan las momias de infantes, y entre ellas la de un bebé de pocas semanas que apareció vestido expresamente para su entierro, testimonio silencioso del duelo y las costumbres de la época. Complementando los cuerpos, la exposición reúne ataúdes policromados originales, rosarios de distintas épocas, botones, agujas, pulseras, crucifijos y monedas —un muestrario breve, pero elocuente de la vida cotidiana y los rituales religiosos que acompañaban a los habitantes de Quinto.
Cómo llegar
Desde Zaragoza, el viaje es de alrededor de 40 minutos por la carretera N-232. Por su parte, desde Lleida el trayecto tiene una duración estimada de 1 hora y 20 minutos por la vía AP-2.
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