
La retirada comienza a llamar a su puerta, pero Saúl Craviotto todavía no sabe si está preparado para dejarla pasar. Tampoco tiene claro que Los Angeles vaya a ser su próximo gran objetivo. Ahora solo busca “calma”, esa que no ha tenido en los últimos 20 años, los mismos que lleva subido a una piragua. Necesita ese relax que solo un año post olímpico puede darle en cierta manera tras la vorágine y carga mental que supusieron para él Juegos de París. Inmerso en un año “regenerador”, todavía no tiene claro que haya llegado el momento de colgar la piragua. Prefiere darse tiempo e ir “año a año y mes a mes”. “Si veo que me está costando más de la cuenta, pensaré que ya toca”, ahí llegará el punto y final a su carrera, considera en una entrevista con Infobae España en el Madrid Sports Summit.
Acudir a unos Juegos Olímpicos con todo lo que ello implica es todo un logro, hacerlo con una medalla al cuello es algo histórico. Craviotto cerró la cita parisina colgándose su sexta presea, un hito inédito y que le sitúa en un lugar destacado del deporte español. Una vorágine que termina con el inicio de un nuevo ciclo olímpico. El piragüista, reconoce, quiere tomarse este año post juegos con “mucha calma” y “más relax”. “Es lo que debemos hacer los años post olímpicos y más cuando tienes 40 años. No puedes estar todo el día forzando la máquina”, asegura. Pero la realidad fue muy distinta. “Está siendo casi el peor año a nivel de eventos, viajes y compromiso. Tengo mucho ajetreo, pero estoy viviendo una etapa muy bonita y eso es buena señal también”.
París fue un ciclo más corto debido a la pandemia. Los Juegos Olímpicos de Tokio se retrasaron un año por el Covid-19, el virus que aisló a todo un planeta y se llevó la vida de millones de personas. El deporte no quedó indiferente a la realidad mundial y todos los eventos fueron suspendidos, entre ellos la cita olímpica, la cual se llevó a cabo un año más tarde. De esta forma, los atletas contaron con tan solo tres años de preparación para la cita parisina, en vez de los habituales cuatro. Saúl ya lleva a sus espaldas cinco ciclos olímpicos, por eso “agradece” que este último fuera un poco más corto, aunque asegura que lo vivió muy similar a los anteriores. “El peaje ya lo conocía. Fue duro, pero a la vez bonito”, considera.

Una preparación que conoce bien y que a nivel físico siempre es similar, aunque lo que más le cuesta es “la variable cabeza”. “Es diferente. Tú vas modificando durante el paso de los años las prioridades. Ahora tengo tres hijas que antes no las tenía”. A la familia se suman otros compromisos extradeportivos que cuando tenía 22 años no tenía. “Antes solo me tenía que preocupar de ir a los Juegos y ya está”. El resultado volvió a ser el mismo, una medalla; esta vez de bronce, y aunque reconoce que podría haber sido mejor, está “muy feliz. Al final es una medalla olímpica y hay que valorarlo como lo que es”. Y como tal lo celebró. Nada “muy esperpéntico”, pero sí con la familia, ya que dada la cercanía del evento deportivo pudieron ir a verle.
Ahora, se encuentra inmerso en un año “regenerador” y no será hasta septiembre, que dé comienzo la pretemporada, cuando preste atención a las sensaciones y a los sentimientos que le infundan volver a prepararse para las competiciones. “Iré año a año, mes a mes viendo las sensaciones, pero si veo que no tengo ganas y que me está costando más de la que cuenta, pensaré que ya tocó. Pero bueno, paso a paso”. Y es que, a pesar de ser algo “muy bonito”, es también “un peaje que hay que pagar”. Será lo que marque su “balanza” el camino que tomará de cara al futuro: el de Los Angeles o el de la retirada.
La preparación mental
Para Craviotto lo principal es “tener claro el propósito”, y estructurar “la mente en base a ese propósito”. El piragüista destaca que es importante el punto al que quieres ir y a partir de ahí confeccionar una planificación de equipo, información y estrategia mental. “Papel, lápiz y hacer un esbozo, un borrador y confeccionar esa ruta de GPS”, sintetiza y explica que es algo que sirve para el deporte, los estudios, el trabajo y cualquier aspecto de la vida. Con esta filosofía ha encarado su nuevo reto: un viaje a Groenlandia con Seiko, a los orígenes del piragüismo. “Vamos a volver a los orígenes del kayak, que allí fueron los primeros piragüistas hace 4000 años y creo que va a ser una experiencia bonita”, consideraba antes de embarcarse en la aventura. En una zona que, a pesar de remar entre icebergs, cuenta con una temperatura en torno a 15 grados.
De momento, está disfrutando de esa tranquilidad ajetreada, esa que solo se vive tras unos Juegos Olímpicos. Saúl lo sabe bien, ha vivido cinco citas olímpicas. Ahora, desde la experiencia y buen conocedor del “peaje” que implica preparar una nueva competición de los anillos, duda que vaya a acudir a Los Angeles, aunque todavía no se cierra esa puerta, prefiere disfrutar ese limbo y esa indecisión traducida en calma en la que vive.
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