
“El reconocimiento va y viene”, escribe Katie Kitamura. “Demasiados papeles -en el escenario y en la vida- no duran, y una vez que han desaparecido es imposible recuperar su lógica. Fundamentalmente, lo único que dejan a su paso es un vacío”. Con estas y otras palabras, la novelista estadounidense presenta en España Audición (Sextopiso), un preciso y contundente ejercicio por mostrar hasta qué punto todos podemos encontrarnos frente a la misma oscuridad que rodea a los actores cuando empieza la función.
En esta novela, una actriz medianamente reconocida afronta una difícil obra de teatro en la que no termina de conectar con su personaje. Al mismo tiempo, un joven guapo, “incluso de forma exagerada”, la aborda durante un ensayo para decirle que cree que ella podría ser madre. Esta revelación, que podría parecer imposible, no solo desestabiliza el mundo interior de la protagonista, sino que acaba por afectar de manera directa a su propia vida familiar.
Una cuestión central en sus novelas
Entrevistamos a la autora en la librería Amapolas en Octubre poco antes de que tenga lugar la presentación de su libro. “Audición ha sido un libro difícil de escribir”, confiesa, y también puede que lo sea de leer. No en vano, en poco menos de 200 páginas se construye un extraño e inquietante juego de espejos en el que el lector asiste a cómo la realidad y la ficción se entremezclan. Si el teatro se trasciende a sí mismo y se convierte en un lugar de “transformación”, el hogar y todo lo que damos por sentado se descubre como una parte más de la tramoya: un espacio en el que todos somos actores.

“He estado interesada en la actuación durante mucho tiempo”, afirma Kitamura. En sus anteriores novelas, de hecho, ha abordado también ese tema: si en Una separación la protagonista debe fingir el papel de ser una dolida viuda frente a sus suegros, en Intimidades (finalista del National Book Award, el PEN/Faulkner Award y el Joyce Carol Oates Prize en Estados Unidos) profundiza en el espacio de los tribunales como “una especie de teatro en la forma en que los fiscales presentaban su argumento, o la defensa exponía su posición, o incluso en la forma en que algunos testigos daban su testimonio“.
Sin embargo, Audición es un abordaje mucho más directo de este mismo tema. La protagonista siente una extrañeza enorme al trabajar en un papel que, en cierto sentido, le recuerda a sí misma: una mujer de mediana edad que está a medio camino de un cambio radical. “Todo el mundo le dice que su actuación es muy buena, pero ella tiene la sensación de que no ha explotado completamente las posibilidades del papel”. Eso hace que la actriz, pese a su ya prolongada carrera, se sienta, a medida que se acerca el estreno, al borde del fracaso: “Pero un fracaso muy personal, uno que no sería percibido por el mundo exterior”.
Kitamura apunta que, tras publicar el libro, le han escrito varios actores felicitándola por haber logrado capturar “lo que es hacer ese tipo de trabajo”. Para ella, la razón de ese acierto reside en que sus reflexiones sobre la actuación no han sido sino una evolución de sus pensamientos sobre la escritura. “En el arte, en todas sus formas, esperas un momento en el que algo suceda que esté más allá de tu comprensión, una especie de momento de transformación que está, quizás, más allá de tu comprensión racional de la técnica”. Actores, escritores, también pintores o músicos, buscan superarse a sí mismos a través de la obra. Si consiguen dejar de ser solo ellos mismos, habrán hecho bien su trabajo.

Interpretar una determinada imagen de la maternidad
Ese carácter íntimo de la transformación es lo que acaba revelando cómo esta puede apelar a nuestra propia identidad. La escritora se pregunta si acaso las relaciones más personales -con un marido, un hijo o una madre- pueden funcionar sin que medie una actuación. “La vida familiar que yo tengo”, expone, “especialmente con los niños, involucra muchas actuaciones por parte de todos, como si a menudo estuviéramos interpretando el papel de ser padres, cuando no siempre estamos haciendo el trabajo más convincente, sino que simplemente lo estamos intentando”.
Esta condición permea todo lo que atraviesa a las personas y da inicio a un juego inacabable de cómo deberíamos ser. En él, intervienen cuestiones como la raza, el estatus o, por supuesto, el sexo. “Hay muchas presiones para interpretar una especie de imagen perfecta de la maternidad, que no es simple ni auténtica ni directa de ninguna manera, sino que viene mediada por muchas referencias culturales y mandatos consumistas. Todas esas cosas realmente moldean las relaciones que pensamos que son las más naturales, y que ciertamente son las relaciones más íntimas que tienes”.
Todas esas presiones salen a la superficie en periodos de crisis como el que atraviesa la protagonista. “Me interesan mucho los momentos de desestabilización en la vida de las personas”, comenta al respecto Kitamura. “Siempre me ha fascinado ese punto en el que las cosas que das por sentadas, las relaciones o los lugares, de repente se sienten extraños de alguna manera: cuando lo familiar se te devuelve como lo desconocido”.

Romper las convenciones
Es por eso que Kitamura siempre ha buscado en toda su obra escribir sobre esa inestabilidad. Solo que, en Audición, la escritora decidió ir más allá y escribir desde el desequilibrio, no con un argumento enrevesado, sino simplemente con una estructura en la que el lector se enfrente a la misma historia que creía conocer... sin saber lo que está ocurriendo. “Me atraía mucho pensar cómo puedo crear impulso y tensión sin depender de la trama”, argumenta la autora, “quería pensar si la estructura puede crear suficientes preguntas y dudas, si puede obligar al lector a estar comprometido para seguir leyendo hasta el final”.
El resultado de esa intención es un libro que juega al gato y al ratón con el propio lector. Audición desorienta, extraña e incluso angustia para, finalmente, atravesar a quien lo lee con un gran golpe final que lo desmonta todo y lo llena de sentido. “Hay un par de maneras diferentes de leer el libro”, reflexiona la escritora, “no lo pensé tanto como una solución narrativa, sino en términos de movimiento, como algo que llevara al lector de vuelta al principio del libro”.
Sin embargo, en ese vertiginoso viaje hay algo que permanece y que se mantiene incuestionable: el afecto entre la protagonista y el marido. A pesar de las dificultades, a pesar de la confusión y de que las relaciones pueden cambiar, en ningún momento el amor se pone en tela de juicio. “Me interesaba escribir sobre la parte de en medio de una relación”, aduce Kitamura, “convencionalmente, en la ficción a menudo la atención recae en el final de una relación o en el principio porque se supone que hay más posibilidades narrativas”.
De nuevo, la escritora decidió subvertir esa convención y aproximarse a una relación ya comenzada y a la que no se le presupone un final. “Creo que, en la ficción, cuando eliminas algunos de estos grandes presupuestos de la trama, a veces se genera un espacio para algo más”, explica la autora. En su planteamiento, sin embargo, no faltan problemas en la vida de esa pareja ni en su relación con los demás. Es una dinámica en “constante flujo”, donde predomina el miedo -probablemente universal- de ser definitivamente rechazados por el otro.
Disfrutar del proceso como artista
Así se desarrolla la función y así, acto por acto, se desarrolla también la vida de los personajes, en los que no deja de reflejarse su particular forma de sentir el arte: el joven que quiere triunfar pero no encuentra su voz, el escritor maduro que asiste a su propio envejecimiento y la actriz en el exacto punto medio de su carrera, cuyo relativo éxito “le ha permitido concentrarse más en lo que significa hacer su trabajo y cómo relacionarse con el proceso de hacer arte, según el contexto que la rodea”.
De hecho, es así mismo como Kitamura procura sentirse. El éxito de sus anteriores novelas, que la han llevado a situarse como una autora conocida en todo el mundo, no ha aliviado ese vacío que se siente frente al escenario del mundo. “La razón por la que a algunas personas les gusta más un libro que otro es un misterio inexplicable para mí”, expone. “Eso me hace pensar que lo importante es seguir intentando hacer un buen trabajo y disfrutar del proceso de hacerlo, lejos de todo lo demás”.
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