Edema óseo: causas, síntomas y tratamiento

Esta lesión puede tratarse con éxito en sus fases iniciales y sin consecuencias permanentes

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Un hombre con dolor de
Un hombre con dolor de rodilla (Freepik)

Un dolor localizado en una articulación o un hueso puede ser más que una simple molestia, ya que puede tratarse de un edema óseo. Esta condición responde a la inflamación en la parte interna del hueso, conocido como zona medular. Si no se trata a tiempo, puede derivar en la muerte del tejido óseo (osteonecrosis).

Esta condición médica se da cuando el flujo sanguíneo del interior del hueso se altera y genera una acumulación de líquido que inflama la médula ósea. El edema óseo puede ocurrir tras sufrir un golpe fuerte, una fractura, una sobrecarga física o una infección. Algunas actividades deportivas, como el running, donde los huesos del pie y la rodilla reciben constantes pequeños golpes, pueden a largo plazo provocar este problema de huesos.

Según explican desde Elgeadi Traumatología, el síntoma más característico del edema óseo es un dolor agudo y localizado, que se intensifica con la actividad física y disminuye en reposo. Sin embargo, si la inflamación progresa sin tratamiento, el dolor puede volverse constante, incluso durante el descanso, hasta dificultar tareas cotidianas simples.

Para confirmar el diagnóstico, la prueba más efectiva es la resonancia magnética, ya que permite observar con detalle la extensión y gravedad de la lesión. En cambio, métodos tradicionales como la radiografía o la ecografía no logran detectar el edema óseo con precisión.

Existen dos variantes principales de esta afección: el síndrome de edema óseo transitorio, que se resuelve de forma espontánea y el dolor desaparece sin necesidad de un tratamiento complejo; y el edema óseo irreversible u osteonecrosis, en el que si no se diagnostica a tiempo, el daño puede volverse permanente, con riesgo de pérdida funcional del hueso.

Episodio: Los huesos y el calcio.

Tratamiento del edema óseo

La primera medida para tratar un edema óseo es el reposo absoluto de la zona afectada, ya que es fundamental evitar cualquier esfuerzo o traumatismo adicional para permitir que el tejido se regenere. Entre las terapias más utilizadas se encuentran la magnetoterapia, que estimula la regeneración ósea y la cicatrización a nivel profundo, y el drenaje linfático, que favorece la eliminación de líquidos acumulados y mejora la circulación.

Además, los especialistas suelen recetar analgésicos para aliviar el dolor durante el proceso de recuperación. En general, los edemas óseos reversibles tienden a desaparecer tras varios meses de tratamiento, aunque la duración depende de factores como la gravedad de la lesión y la rapidez con la que se diagnostique.

Esta lesión puede tratarse con éxito en sus fases iniciales y sin consecuencias permanentes, aclaran desde Elgeadi. No obstante, cuando el dolor persiste y no se consulta a un especialista, la inflamación puede evolucionar hacia complicaciones irreversibles. Por ello, ante cualquier dolor óseo intenso y localizado, lo más recomendable es acudir a un traumatólogo que pueda realizar las pruebas necesarias y aplicar el tratamiento adecuado.

La prevención pasa, en gran medida, por una práctica deportiva responsable. Es recomendable alternar deportes de alto impacto con actividades de bajo impacto, de manera que los huesos y articulaciones no reciban siempre la misma carga. El uso de calzado adecuado resulta esencial, ya que una buena amortiguación reduce significativamente el riesgo de microtraumatismos. Igualmente, se aconseja adaptar la intensidad del ejercicio a las capacidades de cada persona y evitar sobreesfuerzos.