“Las personas no lo entienden”: la historia de una niña que vive con esta discapacidad invisible que tiene el 6% de la población

La hija de un conocido actor francés ha compartido su dura historia a través de un vídeo en sus redes

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En España, se estima que alrededor del 6 % de los menores convive con Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH). Además, el número de niños y adolescentes con trastornos del aprendizaje como dislexia, dispraxia o disfasia está aumentando año tras año.

Este tipo de enfermedades afectan significativamente al desarrollo académico, emocional y social, aunque no siempre resultan evidentes a simple vista. De ahí que se los considere una “discapacidad invisible”, ya que, físicamente, no muestran ningún rasgo que haga pensar que tienen una enfermedad.

Esta invisibilidad muchas veces da lugar a la incomprensión, la estigmatización y, en los casos más graves, al aislamiento o al acoso escolar. El acompañamiento adecuado y el respeto por sus necesidades pueden marcar una diferencia crucial. Sin embargo, muchas familias denuncian un sistema sanitario y educativo que sigue sin estar preparado para comprender lo que no se ve.

“Me robaron la infancia, la confianza y la autoestima”

Angèle, hija del actor francés Bruno Solo, lo sabe bien. Este mes, al cumplir 20 años, contó su historia en un video publicado en su cuenta de TikTok. “Tengo múltiples trastornos del aprendizaje y TDAH”, afirma con franqueza, y lamenta vivir con una condición que muchos aún no entienden.

“Es una discapacidad invisible. La gente no lo ve, así que tengo que hacer comentarios estúpidos para que me entiendan”, confiesa. Angèle no tuvo una infancia como la mayoría. “Crecí fuera de sintonía, sola o con adultos”, recuerda. Desde muy pequeña acudió a logopedas, psicólogos y psicomotricistas, pero lejos de recibir el apoyo adecuado, se sintió vulnerada.

“Me robaron la infancia, la confianza y la autoestima. Algunos profesionales me dijeron cosas horribles. Aún estoy traumatizada por los psiquiatras que me trataron mal.” No fue hasta los 17 años cuando pudo ponerle nombre a su experiencia, tras viajar varias veces de París a Lyon para obtener un diagnóstico certero.

Sufrió acoso escolar durante más de una década

“Me intimidaron durante 13 años. Era la rara, la solitaria, la rechazada. Me sentaba sola en el recreo y me acosaban durante horas”, recuerda. La situación llegó a tal extremo que tuvo que abandonar su colegio. Solo la presencia de una monitora de educación especial, a quien aún recuerda con gratitud, logró marcar un punto de inflexión en su vida.

Las consecuencias de su condición la han acompañado en cada etapa. “Puedo tardar 10 minutos en escribir una sola frase. No sé decir la hora, contar dinero ni orientarme. Tuve que aprender a moverme por el metro con ayuda de mi madre y mi hermano. No puedo sacarme el carné de conducir debido al TDAH y la dispraxia”, explica.

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Incluso tuvo que abandonar su gran pasión, la danza clásica, por sus dificultades y malformaciones físicas. “Aprendí a atarme los cordones de los zapatos en quinto de primaria. En gimnasia, me dolía el estómago de los nervios. Siempre me elegían la última”.

Una confesión para sanar y concienciar

Con su testimonio, Angèle ha conseguido sacar todos sus miedos, de forma valiente y ayudando sin quererlo a miles de jóvenes que se encuentran en esta situación. Ha encontrado consuelo en sus nuevos compañeros de la escuela de teatro y en el trabajo personal que ha hecho en los últimos años. “Ahora lucho cada día. Tengo una familia increíble, un psicólogo excepcional… Hace un año no habría podido hacer esto”, concluye.

Su testimonio es el reflejo de cientos de niños que viven en silencio una lucha diaria con trastornos que no se ven, pero se sufren. En una sociedad que tiende a rechazar lo que no comprende, historias como la de Angèle son un recordatorio de que estas enfermedades también merecen apoyo, empatía y visibilidad.