
El 75% del parque inmobiliario europeo sigue sin ser eficiente desde el punto de vista energético y, en el caso español, más del 80% de las viviendas anteriores a 1980 no están lo sufrientemente preparadas para soportar las olas de calor o temporales de frío.
Los edificios son responsables del 40% del consumo final de energía y del 36% de las emisiones energéticas en la UE. Ante estos datos, la Unión Europea planteó una estrategia sobre eficiencia energética de los edificios, que establece que a partir de 2030, todos los edificios nuevos deberán ser de cero emisiones. La meta que marca el bloque comunitario es la de alcanzar un parque inmobiliario de cero emisiones para 2050. Pero nuestro país, al ritmo actual, difícilmente lo logrará: según un informe del Consejo General de Colegios de Administradores de Fincas, España tardaría 600 años en rehabilitar energéticamente sus edificios.
El concepto de edificio de cero emisiones se define como aquel con una eficiencia energética muy elevada, que requiere cero o muy baja energía, y que no genera emisiones de carbono procedentes de combustibles fósiles in situ. Además, se introducen normas mínimas de eficiencia energética para los edificios no residenciales, que deberán situarse por debajo de determinados umbrales de consumo energético en 2030 y 2033.
¿Cómo están clasificadas las viviendas según el uso de energía?
La clasificación energética de los hogares en España se basa en un sistema de etiquetas que dependerá de la eficiencia con la que una vivienda utiliza la energía. Esta clasificación sigue el modelo europeo, con una escala que va desde la etiqueta A hasta la G. Cada letra indica el grado de sostenibilidad y consumo energético de la vivienda, siendo la A la más eficiente y la G la menos eficiente.
Las etiquetas energéticas se asignan tras una evaluación técnica que tiene en cuenta factores como el aislamiento de la fachada y la cubierta, el estado de conservación y la accesibilidad del inmueble, el tipo de ventanas, el sistema de calefacción o el consumo de aire acondicionado o los materiales de construcción.
Según las directrices europeas, todos los edificios residenciales situados en la franja más baja de eficiencia, es decir, aquellos calificados con una etiqueta energética F o G, deben remodelar sus hogares. A este grupo pertenecen, por ejemplo, las viviendas en zonas frías que usan calderas de gasóleo, o aquellas en zonas cálidas que no cuenten con materiales protectores del sol (requerirán mayor uso del aire acondicionado) serán calificadas como viviendas poco eficientes. También aquellas que tengan ventanas anticuadas, que sean propensas a tener humedades o usen electrodomésticos sin etiqueta eficientes también.
Pero que no cunda el pánico. Los propietarios tienen la posibilidad de optar a ayudas para hacer obras en su casa (siempre que sean relacionadas con la eficiencia energética). Y es que parte de los fondos Next Generation de la UE están destinados a financiar esta estrategia. Según explica el ministerio de Vivienda, es posible optar a subvenciones de entre el 40% y el 80% de todas estas obras.
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