
La vida de Dalila Di Lazzaro se ha movido entre rodajes, tragedias y capítulos inesperados. Nacida en Friuli (Italia), su camino profesional empezó lejos de los flashes, limpiando escaparates y pasando por empleos en oficinas como el Censis (instituto italiano de investigación socioeconómica). Su magnetismo personal y ese carácter independiente la llevaron de casualidad al mundo del cine, donde pronto empezó a codearse con nombres del la cúspide internacional.
“Antes de entrar en la morgue me vendaron los ojos”
Pero, según el medio italiano Leggo, lo más importante para Dalila siempre fue la relación con su hijo Christian, el mayor amor de su vida. Christian murió con apenas veintidós años, víctima de un accidente de tráfico mientras cumplía servicio en los Carabinieri (la fuerza militar y policial italiana). Frente a ese duro golpe, Di Lazzaro describe uno de sus recuerdos más difíciles: “Gracias a algunos amigos míos – unos auténticos ángeles - me llevaron hasta él y antes de entrar en la cámara mortuoria me vendaron los ojos. Con los ojos cerrados le acaricié, le di un último beso, mientras desde fuera escuchaba los llantos desesperados de sus amigos. Después me fui: tres meses en Túnez, bebía agua y valium, que me ponían en el vaso sin que yo lo supiera. No consigo soñar con él… quizá duele demasiado. Pero entre el sueño y la vigilia lo veo, con su chaqueta de cuero, guapísimo y avergonzado”.

Sobre cómo logró sobrevivir a la pérdida, Di Lazzaro explica: “A mí me ha ayudado la fe y la idea de saber que siempre está a mi lado, en los momentos buenos y en los malos. Seguro que estuvo cada vez que me anestesiaron para una operación. Cuando era niño me regalaba corazones o cosas con forma de corazón: un lápiz, una esponja, un dibujo, un platito. No hay día en que no vea un corazón en alguna parte, llegué a descubrir uno incluso en el interior del aparato de resonancia magnética, fíjate. Pero cuando murió, no quise verle, de lo contrario, habría muerto junto a él. Quizá me habría quitado la vida. Pero aun así le besé”.
No todo han sido galas y estrenos en la vida de Dalila. Desde hace tres décadas, convive con un dolor neuropático fruto de un accidente de moto, causado por un socavón sin señalizar. Once años pasó prácticamente en la cama, con medicamentos que incluso desembocaron en una pancreatitis. Aquellos años difíciles la llevaron a pedir una ley sobre la eutanasia para quienes sólo conocen el sufrimiento y no tienen opción de cura.
A pesar de tantas pruebas, el amor encontró un resquicio. Hace doce años apareció Manuel Pia, guitarrista y cantautor, más joven que Dalila por unos doce años, aunque la edad nunca se terminó de hacer pública. La historia nació en pleno confinamiento, justo cuando la actriz pensaba que aquel capítulo ya no encajaba en su vida. Así lo contó: “Y pensar que cuando le conocí estaba en ese momento de la vida en el que “la boutique está cerrada”, como dice mi amiga Amanda Lear”.
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