
Las anginas o amigdalitis son una afección común que puede afectar a personas de todas las edades, aunque son especialmente frecuentes en niños y adolescentes. Esta enfermedad consiste en la inflamación de las amígdalas, dos masas de tejido linfático situadas en la parte posterior de la garganta cuya función es ayudar al organismo a combatir infecciones. Cuando se inflaman por una infección, suelen causar dolor, malestar y otros síntomas molestos.
Según la Clínica Mayo, las anginas pueden tener origen viral o bacteriano. En la mayoría de los casos, están provocadas por virus comunes, como los del resfriado o la gripe. Sin embargo, también pueden estar causadas por bacterias, siendo la más común el Streptococcus pyogenes, responsable de la faringitis estreptocócica. Esta afección se transmite por gotas respiratorias expulsadas al toser, estornudar o hablar, así como por el contacto con objetos contaminados, lo que la convierte en una enfermedad fácilmente transmisible, sobre todo en ambientes escolares.
Los síntomas más habituales de las anginas incluyen dolor de garganta intenso, fiebre, dificultad o dolor al tragar, inflamación visible de las amígdalas (a veces con manchas blancas o amarillas), mal aliento, ganglios del cuello inflamados, voz apagada o ronquera, y dolor de cabeza o de oído. En los niños más pequeños, los síntomas pueden ser menos específicos, como irritabilidad, pérdida de apetito o babeo debido al dolor al tragar.
Diagnóstico y tratamiento de la amigdalitis
El diagnóstico suele realizarse mediante una evaluación clínica, en la que el médico observa la garganta y revisa los síntomas. Si se sospecha una causa bacteriana, especialmente por estreptococo, se puede realizar una prueba rápida de antígenos o un cultivo faríngeo. Estas pruebas son clave para decidir si se necesita tratamiento antibiótico o no.
El tratamiento depende de la causa. Si la infección es viral, no se requieren antibióticos, ya que estos no son efectivos contra los virus. En esos casos, el enfoque es aliviar los síntomas con analgésicos como paracetamol o ibuprofeno, hacer gárgaras con agua salada, mantener una buena hidratación, descansar y usar humidificadores para mantener húmedo el ambiente. La mayoría de los casos virales se resuelven en una semana.
En cambio, si la infección es bacteriana, se prescriben antibióticos, siendo la penicilina o la amoxicilina los más utilizados. Es esencial completar todo el ciclo del antibiótico, incluso si los síntomas desaparecen antes, para prevenir complicaciones como la fiebre reumática o infecciones renales.
En ciertos casos, cuando las anginas se vuelven recurrentes o crónicas, o cuando las amígdalas dificultan la respiración o provocan apnea del sueño, puede considerarse una amigdalectomía, es decir, la extirpación quirúrgica de las amígdalas. Esta cirugía es frecuente, sobre todo en niños que sufren múltiples episodios al año, y suele realizarse sin mayores complicaciones.
Para prevenir las anginas, es importante adoptar medidas de higiene como el lavado frecuente de manos, evitar compartir utensilios y bebidas, cubrirse la boca al estornudar o toser, y mantener limpios los espacios compartidos. Además, la vacunación contra la gripe puede ayudar a reducir la aparición de casos virales.
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