
Si la inteligencia es la capacidad de adaptarse a los cambios, la investigación científica es su máximo representante. La amenaza de una futura pandemia en una realidad no muy lejana —ya se está mostrando en millones de pacientes en todo el mundo— tiene en alerta a buena parte de la comunidad científica: y es que la resistencia a los antibióticos ya mata 20 veces más que los accidentes de tráfico en España y se estima que para 2050 sea la primera causa de muerte en el planeta.
Ante una infección bacteriana, los antibióticos son la primera línea de acción. Sin embargo, la proliferación de bacterias multirresistentes a estos fármacos está provocando que enfermedades que antes podían curarse sin mayores problemas, como una neumonía, hoy puedan ser potencialmente mortales.
La Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología (SEIMC) ha puesto cifras a los fallecidos a causa de estas bacterias multirresistentes: superan los 24.000. Un reciente estudio publicado en The Lancet apuntó que, si el panorama actual no variaba, la resistencia a los antibióticos podría matar en 25 años a 208 millones de personas.
La creciente preocupación de los científicos por esta situación ha impulsado el desarrollo de nuevas terapias que puedan hacer frente a esta problemática. En esta búsqueda, los investigadores parecen haber encontrado unos sorprendentes aliados: los virus. Unos virus capaces de “devorar” estas bacterias multirresistentes y convertirse así en una poderosa alternativa frente a los antibióticos.
Los bacteriófagos (fagos) dan el nombre a este tratamiento, conocido como fagoterapia. La doctora María del Mar Tomás, microbióloga en el Hospital Universitaria de A Coruña (CHUAC) y portavoz de la SEIMC, es una de las mayores expertas en la terapia con fagos. Según explica a este medio, estos virus “forman parte del hábitat natural, tanto en el ambiente como en el cuerpo humano”. Tal es su presencia que son considerados las entidades biológicas más abundantes del planeta Tierra. De hecho, se estima que en el océano existen 10³ fagos.

Una alternativa a los antibióticos “rescatada” del pasado
El uso de la fagoterapia para combatir infecciones bacterianas se origina a principios del siglo XX, tanto en humanos como en animales, pero los países occidentales abandonaron la aplicación de esta terapia con el exponencial desarrollo de los antibióticos.
Sin embargo, en 62 países del mundo el uso de fagos en humanos nunca se ha detenido, especialmente en las antiguas repúblicas soviéticas como Georgia o Polonia. En la Unión Soviética de Stalin, los antibióticos escaseaban, por lo que se impulsó la fagoterapia para contrarrestar la carencia de estos fármacos. Al mismo tiempo, era una forma de diferenciarse de la “ciencia de Occidente” en plena Guerra Fría. Uno de los centros más reconocidos en la URSS y en todo el mundo fue el Instituto George Eliava de Bacteriófagos, Microbiología y Virología de Georgia, fundado en 1923 y todavía activo.

En la actualidad, Europa está fomentado a través de programas internacionales de millones de euros la implantación de esta terapia para hacer frente a las superbacterias. Frente a los antibióticos, la microbióloga señala que la fagoterapia destaca por su baja toxicidad, y esta cualidad favorece su inclusión en ensayos clínicos.
Además, según explica la doctora Tomás a Infobae España, se ha observado que los bacteriófagos establecen cierta sinergia con los antimicrobianos: “Este efecto sinérgico hace que volvamos a recuperar ciertos antibióticos, como los betalactámicos. Administrándolos de forma conjunta, potenciarían la resensibilización de las bacterias a los antibióticos. Esto es un punto muy a favor de la utilización de esta terapia”.
Donde los antibióticos no llegan
Como los antimicrobianos (familia que agrupa a los antibióticos, pero también a los antivíricos o los antiparasitarios), los fagos podrían utilizarse para “cualquier bacteria que provocase una infección especialmente resistente a los antibióticos”. Es decir, allí donde ya no existe otra opción terapéutica.
No obstante, la doctora Tomás señala que son las infecciones crónicas donde la fagoterapia se ha mostrado más eficaz, como en infecciones osteoarticulares, infecciones de pacientes con fibrosis quística o en personas que padecen úlceras crónicas, entre otras. Su administración tópica ha demostrado ser realmente útil.
A pesar de que muchas de estas afecciones se dan en pacientes que sufren de otras comorbilidades, ya sea cáncer o que padezcan de un sistema inmunodeprimido, lo cierto es que la resistencia a los antibióticos es un problema de todos, de la comunidad: “Una persona que esté totalmente sana puede infectarse por una de estas bacterias y puede que no tengamos un tratamiento para erradicar la infección”, concluye.
Ante esta amenaza, distintos organismos internacionales están diseñando planes estratégicos con el objetivo de reducir el riesgo de desarrollar esta resistencia a los medicamentos. En España, el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN) está conformado por todas las comunidades autónomas, diez ministerios y más de 70 sociedades científicas con el fin de vigilar el consumo de los antibióticos, controlar las resistencias bacterianas, formar a los profesionales sanitarios y concienciar a la población en su conjunto.