Morgan Freeman, a los 88 años y con más de un centenar de películas, conserva un lugar central en la cultura cinematográfica mundial. Su sola presencia impone respeto; según relató en entrevista con The Guardian, no es extraño que, al aparecer en una sala, alguien exclame: “Dios acaba de entrar”.
Esta percepción, alimentada por sus papeles como el Todopoderoso o Nelson Mandela, consolidó una voz e imagen asociadas a la autoridad y la sabiduría en la pantalla.
Freeman observa este fenómeno con distancia: “Fue interesante el resultado de interpretar a Dios en el cine. El público lo compró. Entro en una habitación y dicen: ‘Dios acaba de entrar’. Digo algo y responden: ‘Oh, es la voz de Dios’. Eso duró mucho tiempo. Hay que tener cuidado con eso. No soy Dios, solo un actor con buena voz”, comentó.

La voz de Freeman, profunda y reconocible, es reflejo de años de formación. El actor recordó con gratitud a Robert Whitman, su instructor de voz y dicción en un colegio comunitario de Los Ángeles, quien le enseñó la importancia de hablar con claridad y marcar la entonación.
“Si vas a hablar, hazlo de forma clara, marca las consonantes finales y haz ejercicios para bajar la voz”, aconsejó. Este trabajo vocal, sumado a su porte y presencia, cimentó una imagen pública que trasciende géneros y épocas.
Los orígenes de Freeman se remontan al sur de Estados Unidos, en plena segregación racial. Nació en Memphis, Tennessee, y pasó la mayor parte de su infancia cerca de Greenwood, Mississippi, territorio de las leyes Jim Crow.

Creció en una familia humilde: su padre era barbero y su madre, maestra. Desde pequeño, el cine lo fascinó, en especial los seriales de vaqueros de los sábados. A los 12 años ganó un concurso estatal de teatro y, ya en la secundaria, participó en una radionovela en Nashville. “Tuve los profesores más alentadores que uno pueda imaginar”, recordó. Uno de ellos le dijo que podía llegar a donde quisiera.
Aunque siempre tuvo clara su vocación, durante la adolescencia contempló la posibilidad de ser piloto de combate. Tras graduarse, ingresó en la Fuerza Aérea, pero haber experimentado el ambiente de la cabina de un avión le hizo entender que su destino era otro. “El destino es el cazador”, reflexionó sobre aquel giro que lo llevó, tras su baja, a Los Ángeles.
Hitos de una carrera en Hollywood
La carrera de Freeman abarca más de seis décadas, con más de 100 películas, decenas de series y documentales. En los años 70 participó en 780 episodios del programa infantil The Electric Company.
Su gran oportunidad en Hollywood llegó en 1987, cerca de los 50 años, con un papel en Street Smart que le valió una nominación al Óscar como actor de reparto. Dos años después protagonizó Paseando a Miss Daisy y Tiempos de gloria, consolidando una trayectoria marcada por personajes diversos y profundidad interpretativa.
Entre los títulos más representativos de su filmografía se destaca Sueño de fuga, en la que interpreta a un veterano recluso amigo del personaje de Tim Robbins.
Si bien la película no tuvo éxito en taquilla en 1994, su posterior impacto en video la llevó al primer puesto del ranking de IMDb y a ser elegida mejor película de todos los tiempos por los lectores de Empire en 2006.

Freeman atribuye su popularidad a la historia de esperanza y redención: “Siempre digo que es una película sobre la relación entre dos hombres, con sus altibajos. Algo en esa historia tocó la conciencia de personas en todas partes”, explicó. Destacó también la relevancia de la narración, inseparable de su voz.
A lo largo de su carrera, Freeman representó figuras de autoridad, desde presidentes hasta Dios, consolidando una imagen de seriedad y peso escénico que, aunque le resulta útil, no define toda su trayectoria.
“Hice comedias también. Pero lo acepto, me funciona, así que no tengo quejas”, reconoció. Sin embargo, admite que la presión de ser visto como una figura divina puede resultar abrumadora, por eso elige mantener los pies en la tierra.
Freeman y Nelson Mandela

El vínculo de Freeman con Nelson Mandela marcó un momento especial en su vida profesional y personal. Cuando se publicó la autobiografía del líder sudafricano, un periodista preguntó a Mandela a quién le gustaría ver interpretándolo en una película. “Dijo Morgan Freeman”, relató el actor.
El productor Anant Singh facilitó el encuentro entre ambos. Freeman pidió acceso directo a Mandela para preparar su papel en Invictus y el expresidente accedió. “Cada vez que estábamos cerca, podía ir a verlo, tomarle la mano y escucharlo. Interpretarlo fue una alegría. Creo que hasta logré sonar como él”, recordó.
Freeman lo describe como una persona humilde, cuya esencia no cambió pese a las décadas en prisión. “Proyectamos la película para él y dijo: ‘Quizá ahora me recuerden’. Así era Mandela”, compartió.
Actualidad y vigencia

En 2008, Freeman sufrió un grave accidente automovilístico en Mississippi que le dejó la mano izquierda paralizada por daños en los nervios. Desde entonces utiliza un guante de compresión que alivia el dolor y favorece la circulación. Este incidente terminó con su afición por pilotar aviones privados, una pasión que lo acompañó desde que obtuvo su licencia en 2002. “Se necesitan dos manos para volar”, afirmó.
A pesar de los obstáculos y el paso del tiempo, Freeman no planea retirarse. Aunque reconoce que su entusiasmo por el oficio disminuyó levemente, cualquier nueva propuesta reactiva su deseo de actuar.
Así, su leyenda sigue creciendo, con la misma voz inconfundible y la presencia que, desde hace seis décadas, continúan cautivando a generaciones como destaca The Guardian en su repaso a una trayectoria única.
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