
La amistad entre Keith Richards y Mick Jagger fue uno de los ejes fundacionales del rock moderno. Desde sus inicios como compañeros de escuela en Dartford, hasta su reencuentro fortuito en una estación de tren —cuando uno llevaba un disco de Chuck Berry bajo el brazo y el otro lo reconoció al instante—, parecía que estaban predestinados a convertirse en leyendas conjuntas, recuerda Far Out.
Ese reencuentro fue el punto de partida de una colaboración que transformó la música popular y que, a pesar de innumerables roces personales y públicos, se mantiene viva sobre los escenarios. “Sabes que me encantaba Chuck Berry, y creía ser el único fan en kilómetros a la redonda...”, escribió Richards en una carta entusiasta a su tía al recordar ese día que definió su destino artístico.
El vínculo con Jagger: inseparable pero no absoluto
Durante décadas, Richards y Jagger compartieron el liderazgo de los Rolling Stones, y una compleja relación de amistad, rivalidad, reconciliación y necesidad mutua. Aun así, cuando se trata de hablar de conexiones emocionales profundas, Richards sorprendió al dejar fuera a su compañero histórico.
En una conversación reciente con la revista Mojo, el guitarrista dejó claro que su definición de “hermano del alma” no recaía sobre Jagger. Aunque reconoce que la historia de los Stones no podría entenderse sin la dinámica entre ambos, Richards optó por reservar esa expresión para alguien más.
Tom Waits, un socio admirado pero no el elegido
Richards también hizo mención a Tom Waits, uno de sus colaboradores ocasionales. Con él comparte una afinidad creativa notable y un aprecio sincero. “Quiero mucho a Tom”, expresó. “Es un tipo brillante, un músico brillante”. La química entre ambos quedó reflejada en los proyectos en los que trabajaron juntos, y la admiración de Richards hacia Waits es genuina.
Sin embargo, ni la brillantez musical ni la complicidad artística fueron suficientes para situar al cantautor californiano en el nivel de intimidad que Richards reserva para una sola persona.
Bobby Keys: músico, cómplice y hermano del alma

El hombre que realmente se ganó el título de “hermano del alma” en la vida de Keith Richards fue Bobby Keys, saxofonista tejano cuya influencia y presencia en la historia de la música van mucho más allá de los créditos formales.
Keys no fue un miembro oficial de los Rolling Stones, pero su sonido marcó una época. Su saxofón se escuchó en grabaciones emblemáticas de la banda durante los años 70, así como en obras de George Harrison, John Lennon, Chuck Berry, Joe Cocker, Eric Clapton e incluso Elvis Presley. Su capacidad para adaptarse a diversos estilos y su talento natural lo convirtieron en una figura clave en el entramado del rock clásico.
Para Richards, sin embargo, lo que elevaba a Keys por encima de todos era algo más que su virtuosismo. “Cuando dices ‘hermano del alma’, ¡él y yo!”, declaró con énfasis.
La relación entre ambos no solo fue musical: compartieron experiencias, excesos y una amistad inquebrantable durante los años más turbulentos del rock and roll.
El legado de un espíritu libre
“Ese gato tenía como vecino a Buddy Holly; a los 15 años, ya jugaba con Buddy Knox. Era el depositario del rock and roll”, dijo Richards al evocar a su amigo. Para él, Bobby Keys no era solamente un músico excepcional, sino una enciclopedia viviente de historias, anécdotas y momentos que definieron toda una era.
La muerte de Keys en 2014 dejó un vacío profundo en Richards. Al hablar de él, el guitarrista se debatía entre la tristeza y la risa: “Nunca sé si reír o llorar cuando pienso en Bob. Suelo reírme”. Esas palabras resumen un tipo de amor fraternal que trasciende la muerte y convierte los recuerdos compartidos en refugios de alegría.
Más allá de los reflectores

La historia de Bobby Keys también representa algo más amplio: la importancia de quienes operan fuera del centro de atención, pero son esenciales para el resultado final.
Mientras las narrativas oficiales tienden a enfocarse en los nombres visibles de las bandas, figuras como Keys personifican el alma de la música desde los márgenes. Richards lo entendió bien, y su homenaje implícito es también una reivindicación de ese papel silencioso pero fundamental.
Keith Richards, figura icónica del rock y uno de los supervivientes más notorios de su generación, compartió escenarios con decenas de músicos. Pero solo uno fue su “hermano del alma”.
En tiempos donde la autenticidad parece una rareza, la declaración del guitarrista resuena como una afirmación de lealtades verdaderas y afectos cultivados en la intimidad de la vida, no en los titulares.
Así, Bobby Keys entra en la historia por las notas que extrajo de su saxofón, y por la profunda huella que dejó en uno de los hombres más duros y entrañables del rock.
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