En el marco del 2° Encuentro para docentes de la Comunidad Ticmas, una jornada dedicada a pensar los retos educativos de la educación actual, la referente mexicana Irma Ibarra disertó acerca de lo qué significa leer, por qué importa automatizar la fluidez, cómo trabajar con textos y formatos múltiples, y qué prácticas sostienen la lectura crítica en el aula y fuera de ella.
Luego de la gran conversación de Pepe Menéndez, que se ocupó de repensar el sentido humanizador de la escuela y la necesidad de poner al estudiante en el centro, Ibarra llevó el trabajo a un nivel concreto y partió de una pregunta que ordenó su participación: “¿Qué es leer?”. Recuperó, entonces, la definición de Isabel Solé y la puso a trabajar en clave escolar: “Leer es un proceso de interacción entre el lector y el texto mediante el cual el lector intenta satisfacer los objetivos que guían su lectura”. En esas líneas, dijo, aparece la complejidad real que la escuela debe atender. Una complejidad que implica un lector activo y con propósitos.
“No leemos de la misma manera un cuento que una novela, que un poema, que una noticia”, dijo. La comprensión se construye con lo que el lector trae y con lo que el texto propone, “cada tipo textual requiere ciertas habilidades”, por eso conviene orientar la enseñanza en función de fines explícitos. Diferenció un componente técnico y otro estratégico en el acto de leer. “Leer es un conocimiento procedimental que tiene un aspecto técnico y otro estratégico”, dijo. Si lo técnico no está automatizado, “no queda espacio cognitivo para poder comprender”; la fluidez es el puente entre decodificar y entender.
Y aunque ese puente muchas veces se da por supuesto, “llegan chicos de sexto de primaria, primero de secundaria, con problemas de decodificación que tenían que ser atendidos en tercero”. Por lo tanto, una práctica necesaria es verificar fluidez de manera sistemática para liberar recursos de atención hacia la comprensión.
Antes, dijo, “se consideraba lector a quien decodificaba” el texto. Esto era así cuando la urgencia social era alfabetizar a gran escala y el aula era el único espacio de aprendizaje. Pero hoy el aprendizaje está “en la escuela, en la red, en la comunidad”, y el docente actúa como guía y diseñador de experiencias.
La tecnología que potencia
¿Cómo tomar aquel titular de 1950, que decía “Los bolígrafos serán la ruina de la educación”? Ibarra partió de esa mirada un tanto conservadora para preguntar qué tecnologías se expulsan por inercia. Lo importante es incorporar herramientas con claros objetivos pedagógicos. Con ese marco, presentó la solución ¡A leer en vivo!, desarrollada por Ticmas.
La propuesta que aborda la comprensión y la fluidez lectora parte de una ficción de streaming donde eligen qué leer y trabajan con guiones que ordenan la lectura en voz alta y la propia escucha. Los chicos “entran en la voz del locutor, hacen su saludo y después leen el texto con entonación y precisión”, dijo. La aplicación permite volver a escucharse y repetir, “cada clic tiene un objetivo pedagógico planteado, probado y analizado”, con el profesor como guía.
“El 43% de los participantes muestra avances en comprensión lectora”, dijo, con registro de velocidad y precisión “con apoyo de la IA” y métricas para que el docente tome decisiones. “El 69% mejora alguna habilidad de fluidez”. Y también dio un dato sobre el catálogo de contenidos: “El 72% explora más de una temática”. La motivación inicial abre puertas y la elección guiada amplía intereses de lectura sin imponer temas ni formatos.
“Lo que queremos es ejercitar la rutina de pensamiento, preguntarse todo el tiempo cosas frente al texto”, dijo. La lectura crítica se sostiene cuando la escuela enseña a formular preguntas y a contrastar.
Ibarra cerró su participación con una cita de Margaret Mead: “Ser usuario de la cultura escrita es entregarnos a la lectura hasta comprender no solo los textos sino también a nosotros mismos”. Y añadió: “Y también comprender a los otros”.
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