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Judith Ruiz-Godoy, decana de la
Judith Ruiz-Godoy, decana de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec Monterrey

“Causamos un caos vial”, dice con una sonrisa pícara Judith Ruiz-Godoy, “pero me encanta que la cultura intervenga la ciudad… aunque sea de esa manera”. Es que cerca del Cintermex, donde se realizó la nueva edición de la Feria del Libro de Monterrey, la odisea de avanzar un par de cuadras en auto podía tomar poco más de cuarenta minutos. No es una exageración. Tampoco es para menos: en nueve días pasaron más de 360.000 personas por el lugar.

Más de 4.000 metros cuadrados, casi 600 encuentros en los que participaron 820 escritores —con la presencia destacada de Rosa Montero, Leila Guerriero y Mario Mendoza—, la visita de 170 escuelas y más de 15.000 estudiantes, talleres, un crecimiento editorial del 24% en presencia de editoriales, 400 periodistas acreditados de 150 medios: un largo salto de aquella feria improvisada que nació tres décadas atrás en un estacionamiento del Tec de Monterrey, con mucha voluntad pero pocos recursos, como iniciativa de estudiantes y docentes de Letras.

“La comunidad de Nuevo León siente como propia la feria”, dice Ruiz-Godoy, que, como decana de la Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey, está a cargo de la Feria. “Todo el mundo la abraza; creo que eso es lo más valioso: recuperar el tejido social de manera fehaciente. Hubo jóvenes haciendo fila desde las 8 de la mañana para una firma de libros; personas que no veía en años y que vinieron a la presentación de poesía o de un libro. La feria es un espacio que reúne y convoca: es el evento cultural más grande del norte del país”.

La cultura es la urdimbre de la sociedad, ¿no? Lo que nos permite conectarnos entre países.

—Sí, y que Colombia haya estado aquí con nosotros, es un ejemplo. Al trabajar con Colombia como país invitado, encontramos muchas similitudes. ¡Tuvimos una discusión profunda sobre si la cumbia era mexicana o colombiana! Concluimos que la cumbia nace donde se le da la gana. Es la segunda vez que tenemos un país invitado —antes fue Cuba—, lo que habla del impacto y de lo necesarias que son las ferias del libro en la región. Para quien dice que las humanidades son cosa del pasado y que la tecnología lo va a sustituir todo, la Feria del Libro —esta y todas— levanta la mano y dice: aquí estamos convocando pensadores, intelectuales, jóvenes y niños para discutir los problemas que nos interpelan.

Leila Guerrriero y Rosa Montero,
Leila Guerrriero y Rosa Montero, destacadas invitadas a la Feria Internacional del Libro de Monterrey 2025 (foto: cortesía prensa FILMTY)

¿Cómo se mide el éxito de la feria?

—No sé si hablar del éxito, porque eso abre una discusión enorme, pero el impacto sí se puede medir y cuantificar. Te pondría dos puntos: uno muy pedestre y otro enfocado en investigación. La noche anterior a arrancar la feria —que siempre es la más crítica— estábamos en el montaje, con grúas, cajas; una locura maravillosa. Convoqué al equipo, que tiene un núcleo pequeño de seis personas, pero, como la Escuela de Humanidades se suma con estudiantes y profesores, es mucha más gente y les hice una pregunta. No hay cheque que alcance esto. Trabajamos fines de semana, 24/7. Les pregunté: “¿Quiénes fueron a la Feria del Libro de niños?”. El 95% levantó la mano. Ahí está el impacto. La feria, además, es un laboratorio vivo: sacamos la investigación de las aulas y la ponemos en práctica.

¿Qué investigaciones llevaron acabo?

—Hubo una que mide la sincronización entre dos personas —madre o padre e hijo—. Les colocamos diademas de medición biométrica y registramos percepciones neuronales de quien lee y de quien escucha. Con la lectura en curso medimos actividad, atención y emoción positiva para observar la sincronización. Nos interesaba ver si hay una conexión significativa. Lo corrimos en esta feria y nos permitirá medir el impacto para la formación de neurohumanidades y enfoques neurocognitivos en infancias y juventudes.

¿Esa es la porción “digital” de Humanidades Digitales?

—La tecnología no llegó ayer: entre ars y tekhné hay una danza histórica; el arte siempre usó tecnología. Podemos llevarlo a lo básico —el lenguaje es una tecnología que amplía capacidades— y a lo actual: una revolución tecnológica que nos empuja. Todavía estábamos midiendo el impacto de la realidad virtual y el metaverso cuando llegó la inteligencia artificial. Las humanidades usan estas herramientas para extender su potencia —del manuscrito al “compusescrito”, y de ahí al uso de IA—, pero no se agotan en la herramienta: sostienen una postura crítica frente a su utilización. Nos hacemos las preguntas de siempre en un universo modificado por lo digital: ¿cómo encuentra el individuo su hábitat?, ¿cómo habita este lugar? De lo instrumental a lo filosófico, ahora en ambientes digitales innegables para todos.

Más de 360.000 persaonas visitaron
Más de 360.000 persaonas visitaron la Feria Internacional del Libro de Monterrey 2025 (foto: cortesía prensa FILMTY)

Tecnología con uso crítico

La Escuela de Humanidades y Educación del Tec de Monterrey abre cinco trayectos de grado: Comunicación y Producción Digital; Humanidades Digitales e Inteligencia Artificial; Innovación y Transformación Educativa; Letras y Emprendimiento Editorial; y Tecnología y Producción Musical. Son carreras pensadas para cruzar cultura, tecnología y edición con públicos reales.

Cada programa dura cuatro años y permite una doble titulación con un año extra. Comparten una base común de dos años y luego avanzan por tres etapas —exploración, enfoque y especialización—. La cursada combina clases presenciales con materias sincrónicas y asincrónicas a distancia. El modelo articula herramientas tecnológicas emergentes —incluida IA generativa— con una reflexión ética sobre su uso. La formación busca perfiles capaces de leer contextos, trabajar en equipos interdisciplinarios y sostener actualización continua. La admisión es selectiva e incluye becas y apoyos.

Siguiendo el modelo Tec21, desde el primer semestre, los estudiantes trabajan con “socios formadores” —empresas, organizaciones civiles, fundaciones— y presentan proyectos ante comités externos. La meta es un egreso con base humanista, pensamiento crítico y autonomía para moverse en entornos profesionales en cambio.

Si hablamos de inteligencia artificial, ¿cómo promueven un programa de estudios que necesita sostén y renovación sin perder el foco e ir detrás de las novedades?

—Es un reto enorme, no solo para la carrera, sino para todos los que ejercemos una profesión, porque de fondo está el temor de que la tecnología venga a suplirte.

La conversación de todas las semanas es: “Cuándo me quedo sin trabajo”. En todas las disciplinas.

—Así es. Nosotros nos enfocamos en formar una especie de traductor entre tecnología y humanismo. El interés de esta carrera no es crear programadores, sino humanistas que comprendan el mundo tecnológico. Veo al humanista digital trabajando en grupos interdisciplinarios y transdisciplinarios. Si quiero conocer las dinámicas sociales que generan estas herramientas y sus resultados, tengo que saber cómo se construyen. No voy a dominar todas, pero sí la lógica detrás. Eso me permitirá actualizarme. El upskilling y el reskilling llegaron para quedarse. Sales de la carrera y mañana ya estás desactualizado, como auto viejo; hay que actualizarse. En todas las carreras del Tec ponemos mucho énfasis en la educación para toda la vida, y más en la parte tecnológica. Ahí el humanista es relevantísimo: no quedarse atrás, actualizar nuestras disciplinas para estar en los espacios donde debemos incidir, en las decisiones en las que tenemos que estar, y en equipos interdisciplinarios que están generando las herramientas.

El campus del Tec de
El campus del Tec de Monterrey

Te hago una pregunta que parece rara, pero si te preguntara por tus características como líder, ¿qué te diferencia?

—Dedico un tiempo importante a la atracción de talento. No tengo oportunidad ni jamás voy a saber todo: necesito a las personas que saben. Tengo buen olfato para el talento: dedico tiempo a decidir quién va a venir a mi equipo, qué sabe, qué hace y dónde está. Esa visión a futuro me importa. Tengo un equipo muy preparado que me asesora en todo lo que no sé —y es mucho—, y necesito a los mejores expertos. La siguiente: hablando de habilidades blandas, dedico mucho tiempo a que ese equipo sea una comunidad. Que no haya competencia entre ellos; detonar que primero seamos comunidad para apostar por la inteligencia colectiva.

¿Podrías darme un ejemplo?

—Para sacar todo el programa de Humanidades Digitales los encerré una semana en el desierto, sin internet. Me odiaron; atranqué la puerta y dije: “De aquí sale el programa; aquí decidimos hacia dónde va la escuela los próximos dos años”. Hicimos rituales, fogatas, pensamos, y de ahí salió el plan de trabajo para los próximos diez años. Creo que es tener al mejor equipo y que ese equipo sepa que lo que va a hacer será significativo y existencial para sus propios propósitos de vida.

Manejo de equipo, liderazgo, comunicación… El líder de antes venía con el látigo. El líder de ahora, ¿cómo juega su autoridad?

—Tomando accountability, asumiendo el propósito. Me encanta platicar con la gente. ¿Qué es lo que veo? El proyecto no es solo mío: cada quien hace el proyecto suyo. No necesito un látigo. Hoy es agencia, liderazgo y seguimiento. ¿Tienes agencia sobre tu proyecto? ¿Te gusta el proyecto? Entonces cuéntame cómo te ayudo. Esa es la clave. Tengo gente verdaderamente apasionada por lo que hace, con mucho propósito; mi trabajo es quitar piedras y vámonos.

Estas preguntas me daban pie para preguntarte por el perfil de los estudiantes. Porque hablamos de tecnología, pero lo que destaca son las habilidades blandas.

—Nuestra mayor responsabilidad es cómo los recibimos y cómo se van. Conecto inicio y final. Apostamos por la selectividad. Me queda claro que el mejor talento que traiga —también en estudiantes— me permitirá egresar a los mejores. Tenemos una cantidad de programas de becas y apoyos económicos, porque hay estudiantes con pocas oportunidades que son brillantes. El Tec apuesta a la selectividad: buscar a los mejores estudiantes donde estén, y eso me permite partir de otro nivel. Tengo pocos estudiantes, pero muy buenos.

Esa es una política del Tec, ¿no?

—De hecho, hemos tenido discusiones con el rector para bajar la matrícula. Es una política al revés: en lugar de crecer y crecer, buscamos los mejores perfiles. Lo que queremos hacer con ellos no es para cualquiera. Necesitamos un estudiante que sea comprometido. No solo con la escuela; buscamos mucha autogestión. Desde el día uno, los estudiantes trabajan con lo que llamamos “socios formadores”: empresas verdaderas, organizaciones de la sociedad civil o fundaciones. Los proyectos finales se entregan a un consejo o comité. Es un encargo real. Eso eleva la exigencia y la excelencia académica. ¿Qué buscamos en el egreso? Alguien capaz de autogestionarse. En Humanidades —hablo por mi escuela—, alguien con pensamiento crítico arraigado y perspectiva ética, con formación humanista, y capacidad de articular upskilling y reskilling. El perfil es curiosidad intelectual y pensamiento crítico: competencias más que contenidos, que se van adquiriendo en el tiempo.

Empecé por el éxito, pero ¿cómo se convive con el fracaso? En la educación es un tema presente.

—El fracaso es el verdadero maestro. El éxito enseña poco: indica el camino. El fracaso, al menos para mí, es el gran maestro. A partir de los errores aprendes. No siempre de los errores y fracasos se sale triunfante, porque la vida no es así, pero sí es un gran maestro que nos permite decir “Por aquí no; por allá, sí”.

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