
En un mundo lleno de estímulos digitales, elegir la lectura como una actividad para compartir con los chicos puede parecer un plan sencillo, pero tiene un impacto profundo. Leer no es solo una forma de entretener: fortalece los lazos afectivos, desarrolla el lenguaje y brinda herramientas para que niñas y niños se expresen con mayor seguridad y creatividad.
Un refugio emocional compartido
Cuando un adulto lee con un niño, ocurre algo más que una simple transmisión de historias: se construye un espacio de encuentro. En ese rato sin apuros, las palabras se vuelven puentes para hablar de emociones, para imaginar otros mundos y, muchas veces, para hablar de uno mismo. Los cuentos permiten nombrar miedos, alegrías, dudas. Los personajes se convierten en aliados que ayudan a comprender lo que nos pasa.
Para Susel Jacquet, psicóloga y especialista en Educación socioemocional, “toda actividad compartida entre una persona adulta y las infancias tiene el potencial de fortalecer el vínculo que las une. El hecho de dedicar tiempo, atención y presencia plena genera un espacio de conexión emocional que deja huellas profundas”. Y estas huellas fortalecen el bienestar emocional tanto de los niños como de los adultos. Además, leer con otros, involucrarse en esa lectura, fomenta el desarrollo de la imaginación, la creatividad y la empatía.
Para Jacquet, “a través de las historias y personajes los chicos pueden reconocer emociones y, con la guía de una persona adulta, relacionarlas con vivencias propias. Esta conexión les permite construir una mayor conciencia emocional, al comprender y nombrar lo que sienten y, al mismo tiempo, ampliar su vocabulario emocional”. Al mismo tiempo, los adultos también se benefician emocionalmente: “esta práctica ayuda a reducir el estrés ya que la lectura genera un momento de calma, conexión afectiva y una rutina positiva”.
Por tanto, la lectura en voz alta —ya sea antes de dormir, en una tarde de lluvia o durante un viaje— no es un simple entretenimiento sino que puede transformarse en un ritual, un espacio para construir lazos profundos y desarrollar aprendizajes que quedarán guardados, no solo en la memoria sino también en el corazón.

Más palabras, más pensamiento
Cuanto más se lee, más se enriquece el lenguaje. Y cuanto más vocabulario tienen los chicos, más posibilidades tienen de comprender lo que pasa a su alrededor y de comunicar sus ideas. Leer ayuda a desarrollar estructuras del lenguaje más complejas, mejora la comprensión lectora y estimula el pensamiento crítico. La lectura frecuente desde edades tempranas tiene una influencia directa en el rendimiento escolar futuro, pero, sobre todo, mejora la forma en que los chicos piensan y se relacionan con el mundo, les da confianza para expresarse. Hablar, escribir, argumentar, imaginar: todo eso también se entrena leyendo. Cuando un chico escucha y conversa sobre lo leído, comienza a construir seguridad para expresarse. Se familiariza con diferentes formas de narrar, aprende a ordenar sus ideas, a describir emociones, a tomar la palabra.
Por eso, más allá de los beneficios académicos, la lectura es una herramienta poderosa para que las infancias ganen confianza, autoestima y autonomía.
Cinco recomendaciones para padres que quieran leer con los chicos en casa
- Hacer las voces y acentuar los sonidos: Animarse a imitar a los personajes o a exagerar las onomatopeyas (¡bum!, ¡grrr!, ¡plaf!) hace que la lectura sea más divertida y memorable. Esto no solo mantiene la atención de los chicos, sino que ayuda a desarrollar la conciencia fonológica, clave para el aprendizaje de la lectura.
- Crear un pequeño ritual diario: No hace falta leer mucho tiempo: con 10 o 15 minutos por día alcanza. Lo importante es la constancia. Puede ser antes de dormir, después de la merienda o durante un viaje en colectivo. Lo esencial es que ese momento sea esperado y placentero.
- Dejar que elijan: Permitir que los chicos elijan qué leer fortalece su sentido de autonomía y su vínculo con la lectura. Pueden ser cuentos clásicos, cómics, revistas o poesías. Incluso podemos inventar historias a “su medida”, dejar que nos sugieran un tema o un final distinto al que tiene la historia en el texto. No se trata de imponer lecturas “correctas”, sino de descubrir juntos qué les interesa.
- Comentar lo que leen: Hacer preguntas simples como “¿qué te pareció?”, “¿te gustó este personaje?”, o “¿qué creés que va a pasar después?” abre la puerta a conversaciones significativas. Esto ayuda a construir habilidades de comprensión y estimula la reflexión.
- Mostrarnos como lector o lectora: Los chicos imitan lo que ven. Si ven que los adultos leen por placer, es más probable que quieran hacerlo también. Compartir libros que te marcaron en la infancia o leer juntos distintas partes de un libro puede ser una forma de conectar desde el ejemplo.
Leer: un regalo que dura para siempre
En vacaciones, fines de semana o cualquier momento libre, leer con los chicos puede convertirse en una experiencia transformadora. No se trata de que aprendan “más rápido” o “mejor”: se trata de crecer más acompañados, más conectados con sus emociones y con mayor capacidad para decir lo que piensan y sienten.
Un libro no es solo un objeto: es un puente. Y leer juntos, hoy más que nunca, es una forma amorosa y poderosa de construir ese puente entre generaciones.
Silvana Cataldo (*) es especialista en innovación educativa y Líder pedagógica del Programa A leer en vivo! en Ticmas.
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