
Entre los 30 autos más vendidos del mercado automotor argentino, la mitad viene equipo con un motor turbo. No es la primera vez que los usuarios se encuentran con esta tecnología. En los años ´90, hubo modelos que incrementaban la potencia del motor aplicando la acción de un turbocompresor también, pero fueron descartados por su fragilidad, ya que una rotura de turbo era tan costosa que los usuarios dejaron de comprar esa tecnología, al menos en autos convencionales.
Sin embargo, el salto tecnológico de los últimos 30 años transformó completamente el concepto de esta mecánica, que ahora ha regresado al mercado con una premisa clara, completamente diferente. Hoy, los autos tienen que generar la menor cantidad de emisiones contaminantes, y el turbo es una herramienta que se complementa a la perfección con esos objetivos ambientales.
Esa es la razón por la que los motores que aplican el uso de un turbo en los modelos de gama baja y media son de baja cilindrada. Incluso, de menos cilindros de lo que hasta hace poco tiempo era lo habitual. En el mercado se encuentran motores de 1.0 litros, 1.2 y 1.3 de capacidad cúbica, con arquitecturas de tres y cuatro cilindros.
En general, los motores turbo de nueva generación tienen una confiabilidad muy superior a los de la era anterior. Sin ir más lejos, la Fórmula 1 compite con motores turbo en un motor de 1.6 litros y por reglamento usan 5 motores por auto cada temporada.
Pero que la tecnología haya mejorado no significa que los usuarios no tengan que tomar ciertas precauciones.
Señales de alerta
La señal más clara es la luz testigo del motor en el tablero, y en algunos modelos, si va a acompañada de un código de error P0299, más elocuente aún. El motor se debe detener y llevar a que lo revisen en un taller especializado.
El otro gran síntoma es una repentina falta de fuerza. El motor turbo se caracteriza por tener respuesta rápida al acelerador, por lo cual si al pisar el pedal derecho el auto se siente “pesado”, puede haber una falla del sistema, aunque también puede deberse a una obturación en el filtro o en el catalizador del escape.
También puede haber señales que no se sientan en el rendimiento, pero si con la vista. Si al acelerar se ve que el tubo de escape libera humo oscuro muy visible aun cuando el motor ya entró en su rango de temperatura normal, puede haber una pérdida de aceite que se quema en el sistema de escape.

La importancia de la lubricación
Para preservar la vida útil de un motor con turbocompresor, el mantenimiento del aceite es fundamental. La mayoría de los desperfectos de los motores con esta tecnología se deben a problemas de lubricación, según asegura Garrett, una de las marcas más importantes de turbocompresores de la industria automotriz mundial.
Los inconvenientes más detectados son el uso de aceites no aptos, intervalos de cambio muy prolongados y la presencia de contaminantes. La misma marca indica que cada motor turboalimentado requiere un aceite específico, y su periodicidad de cambio suele ser menor que en los sistemas atmosféricos o de motores convencionales sin turbina.
La falta de lubricación se puede detectar con otros síntomas como un ruido inusual audible desde el exterior con el capó cerrado. Este sonido puede ser un silbido muy agudo, un zumbido durante la carga de presión del turbo al acelerar o un golpeteo metálico en el momento de arrancar.

Modo de usar un motor con turbo
Por su concepción, el efecto del turbo requiere que el motor esté preparado para la exigencia mayor del sistema. Pero prepararlo no es una tarea compleja sino muy simple. Hay que evitar acelerar el motor fuertemente cuando todavía está frío, por lo que es recomendable dejarlo en marcha regulando unos 30 segundos al encenderlo por primera vez en el día y circular suavemente hasta que la temperatura está en el orden de marcha normal.
Un proceso similar de esperar al motor hay que tener cuando se baja la exigencia. Después de muchas horas de uso con las revoluciones por encima de las del tránsito normal de ciudad, es conveniente dejar el motor encendido otros 30 segundos regulando antes de apagarlo. Esto permite que el turbo baje su temperatura progresivamente, ya que apagarlo de inmediato puede provocar que el aceite se queme y genere residuos, obstruyendo los conductos internos.
Los motores turbo modernos tienen una vida útil bajo condiciones normales de funcionamiento de más de 200.000 kilómetros, dicen desde Garrett. Pero si no se hace un uso adecuado, ese kilometraje se puede reducir hasta la mitad y no pasar de 100.000 kilómetros.
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