
A la par de las trabajosas discusiones, todavía inconclusas, para acordar un congelamiento de precios de una canasta aún indefinida de entre 1.300 a 1.500 productos de consumo masivo, las fabricantes de alimentos y otros elementos de la canasta básica hacen llegar cada semana nuevas listas de precios a supermercados y comercios.
Con una novedad atípica en momentos de alta inflación y expectativas todavía mayores: varias de las compañías que hace pocos días habían comunicado a sus clientes aumentos de entre 8% y 10% comenzaron a revisar esas subas y acomodaron la variación al “tope” de 4% que desde la Secretaría de Comercio se les impuso a las grandes cadenas de supermercados.
Grandes proveedores de productos de higiene y limpieza, además de productores de alimentos y bebidas, revisaron los números a la baja, en gesto de buena voluntad en la negociación con el ministro de Economía, Sergio Massa, y el secretario Matías Tombolini.
Previsiblemente, en plena discusión por cuáles serían los valores a fijar inalterables en las góndolas durante los próximos 4 meses, las subas que habían empezado a comunicar en los últimos días octubre y los primeros de noviembre se ubicaron entre 8% y 10%, reflejo del aumento de costos en parte y en otra parte de la obligada “cobertura” ante el eventual congelamiento.
A pesar de la marcha atrás, lo cierto es que las tratativas no son sencillas y, en algunos casos, ni siquiera cordiales. Pero Economía cuenta en la mesa de negociación con una carta decisiva que logra, por ahora, disciplinar a un gran parte de las 40 compañías con las que se negocia: la promesa de acceso a los dólares para importar los insumos esenciales para producir. Ninguno de los ejecutivos involucrados en la discusión tiene la certeza de que la promesa se vaya a cumplir pero tampoco tienen ninguna duda que, de no acceder a ese pedido, los dólares no les serán otorgados. En esos términos se implementa por estos días la política económica.

No todos las situaciones, además, son iguales y hay compañías que rechazaron de plano el congelamiento por las serias dificultades que ya atraviesan para proveerse de insumos y producir. Sin ir más lejos, el parate de Arauco Argentina, traería aparejadas dificultades en la producción de papel si no se resuelve cuanto antes.
“La industria tiene voluntad de acordar pero, en este contexto, es realmente difícil imaginar precios congelados hasta febrero o marzo. Por lo menos entendieron que la idea de imprimir el precio en el envase era inviable”, admitió a Infobae un alto ejecutivo de una alimenticia, que reconoció la eventual disponibilidad de dólares como contracara de un congelamiento es una zanahoria tremendamente atractiva.
Sin embargo, existe todavía un sinfín de cabos sueltos, como volúmenes comprometidos de abastecimiento y cómo resolver la brecha de precios entre los distintos canales de venta. En el rubro de alimentos, además, las empresas no se cansan de explicar ante Tombolini que no son los alimentos envasados los que impulsan la inflación en la categoría.

De acuerdo a un relevamiento reciente que encargaron en el sector, sólo el aceite y el azúcar aumentaron por encima de la inflación en los últimos dos años y medio. El resto, como fideos, arroz, leche o yerba, lo hizo entre 20 y hasta 100 puntos por debajo de la inflación acumulada desde marzo de 2020, calculada en 228% hasta septiembre último. En contrapartida, señala el informe, los productos a granel como frutas, verduras y carnes, tuvieron un incremento superior a esa cifra, salvo excepciones.
Pero la negociación es espinosa no sólo para los fabricantes. También para los supermercados, con un nivel de consumo que ya da claras muestras de retracción, el congelamiento es un desafío. Por un lado, garantiza una afluencia de público crítica que irá en busca de los precios a las cadenas donde los acuerdos suelen cumplirse pero el programa acota el margen para oportunidades especiales de venta, como lo es todo el mes de diciembre. Promociones y acciones específicas de marketing quedarán relegadas en función de cumplir con lo básico.
“Los proveedores van a compensar la pérdida de rentabilidad que les implique el congelamiento con menos inversión en el punto de venta. Menos recursos para promociones y mucho menor despliegue en góndolas o espacios críticos”, explicó un ejecutivo de una de las principales cadenas. También anticipó que las dificultades para importar bienes de consumo tendrá impacto en la oferta, particularmente hacia fin de año, fecha para la que prevén un clima de consumo poco festivo.
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