“Tener a Maradona en el equipo es algo así como jugar al chinchón todas las manos con el comodín”. El vestuario de Argentinos Juniors ardía de gente. Allegados, curiosos e hinchas pugnaban por tener un lugar allí, para saludar al ídolo. En medio de esa locura, en las entrañas del estadio José Amalfitani, el preparador físico del equipo, Carlos Kenny, soltó esa frase, como pintura exacta de lo que pasaba con los Bichitos en ese 9 de noviembre de 1980. Unos minutos antes, habían vencido a Boca por 5-3, con una actuación formidable de Diego, autor de cuatro goles, que se convirtieron en históricos.
La leyenda del gordito. Más allá de la sobresaliente tarea de Maradona, del muy buen partido que jugaron Argentinos Juniors y Boca, de los cuatro tantos del 10 y varios detalles más, aquella tarde tendrá por siempre adherida la historia de las declaraciones de Hugo Orlando Gatti sobre el número diez. ¿Le dijo realmente Gordito, como quedó en el imaginario o no fue así? La historia comenzó unos días antes. El miércoles 29 de octubre, Boca viajó a Santa Fe para enfrentarse con Unión. Oscar Bergesio, un reconocido periodista de esa provincia, entrevistó al Loco sobre diversos temas de actualidad, hasta que una palabra dicha allí, abriría las puertas de la polémica.
-Bergesio: Comparame el fútbol de tus primeros tiempos con el actual.
-Gatti: Antes había jugadores que te ofrecían la posibilidad de aprender. Con Carrizo a atajar, con Ermindo Onega a jugar, con Sanfilippo y Artime a definir. Ahora el único es Maradona, pero no sale nada nuevo.
-Bergesio: ¿Maradona es un auténtico crack?
-Gatti: Es un muy buen jugador, a quien se está inflando de una manera increíble. Me preocupa su físico. Tengo la sensación de que en pocos años más no va a lograr vencer su tendencia a ser un gordito.
Eran otros tiempos. Ese reportaje, publicado en los medios de la provincia de Santa Fe, no tuvo la amplificación que viviría en la actualidad. Sin embargo, ese extracto apareció en La Razón, en las épocas en las que los vespertinos tenían un enorme caudal de lectores, con sus ediciones 5° y 6°, que estaban en los quioscos en horas de la tarde.

En su libro de memorias “Yo soy el Diego de la gente”, Maradona recordó paso a paso cómo se enteró de la noticia: “Ese diálogo se publicó justo el sábado, la noche anterior al partido que teníamos que jugar con Boca. Yo estaba que me salía de la vaina, porque quería jugar de una vez por todas esa definición para la fase final del Nacional y justo éste me venía a decir eso. Nosotros habíamos jugado el miércoles contra Unión en Santa Fe, al día siguiente, ¡al día siguiente!, tuvimos un amistoso en San Justo, una localidad cercana y ahora estaba la posibilidad de clasificarnos para las finales del Nacional, si le ganábamos a Boca. Al Loco le contesté con todo: dije que más que un problema de locura, era un problema de celos, que para mí había sido un gran arquero, pero que ahora no era nadie, que le metían goles estúpidos. Que se metía conmigo por envidia. ¿La verdad? Me había sorprendido, porque con él teníamos onda”.
En la carrera de Maradona, hay muchos testimonios sobre cómo actuaba en él, como motor, estímulo y motivación, sentirse afectado por alguna frase en su contra. Aquella no fue la excepción: “El Loco me había hecho calentar, y como mi representante Jorge Cyterszpiller ya se había dado cuenta de que cuanto más enojado estaba, mejor jugaba, me empezó a pinchar: ‘Entonces hoy le hacés dos goles y se terminó la historia’, a lo que le respondí: ‘No Jorge, no… dos, no, cuatro le voy a meter’. Antes del partido, Hugo se me acercó y me dijo que él no había dicho eso y que yo era un fenómeno. No me importó. Más me importó cumplir la promesa que le había hecho a Jorge. Y lo vacuné cuatro veces”.
Era un partido clave para ambos, buscando el pasaje a los cuartos de final del campeonato Nacional, en el que avanzaban los dos primeros de cada uno de los grupos. En ese momento, Argentinos Juniors era el cómodo líder de la zona B con 16 puntos, seguido de Unión con 13, Talleres 12 y Boca 11.
El domingo 9 de noviembre los encontró a Argentinos Juniors y Boca en el final de un año diametralmente opuesto. Los Bichitos atravesaban un momento único, bajo el influjo de la magia del 10. En mi opinión, ese Maradona del ’79 y ’80, está entre las mejores versiones de toda su inigualable trayectoria. En el Metropolitano, casi toca el cielo, ya que se consagró subcampeón, con Diego como goleador.

Para Boca, 1980 se había convertido en un Vía Crucis futbolero. Con el inicio de la temporada, llegó Antonio Rattín a la dirección técnica, en reemplazo de Juan Carlos Lorenzo y su exitoso ciclo de cuatro años, con la obtención de dos torneos locales, dos Copa Libertadores y una Intercontinental. El Rata se encontró con un plantel desgastado por la enorme cantidad de partidos que había disputado en los años precedentes, y con varias de sus figuras lesionadas. En la primera rueda del Metro, no pudo salir de los últimos puestos y la palabra descenso, otrora alejada del vocabulario xeneize, comenzó a aparecer. Levantó en las revanchas y, pese a un andar vacilante, tenía chances en el Nacional.
Pero era un Boca deshecho, desangelado, completamente alejado de los resplandores de la gloria cercana. En el ’80 utilizó una enorme cantidad de jugadores, por lesiones y suspensiones, muchos de ellos, distantes de la categoría natural para ponerse esa camiseta. El arranque del torneo no había sido bueno, pero la victoria ante River por 1-0 el domingo anterior alentó las esperanzas. Pero fue un espejismo. Como el jugador empedernido, al que no le queda casi nada y se juega un pleno a todo o nada en el casino de sus ilusiones. Ganó, pero no había respaldo, más allá del resultado. Y apenas tres días más tarde, también en La Bombonera, cayó estrepitosamente 4-1 frente a Huracán, en una floja noche de Gatti.
En la tarde de Liniers se dio un partido vibrante desde el inicio, con buenos ataques y flojas respuestas de las defensas. A los 20, D´Angelo cruzó con violencia a Coscia dentro del área y Jorge Ribolzi convirtió con su reconocida certeza para los penales, el 1-0 para Boca. Tres minutos más tarde, Maradona recibió una pelota dentro del área, se le fue apenas largo el control e improvisó una rabona, que rebotó en el brazo extendido de Hugo Alves. Diego tomó a su cargo la pena, colocándola con clase a la derecha de Gatti, que se arrojó al otro palo. Tan solo 120 segundos más tarde, llegó otra emoción a la, por entonces, nublada tarde de Liniers. Silvano Espíndola, el principal socio del 10, ejecutó de manera brillante un tiro libre, que superó a la barrera. El Loco Gatti hizo el resto, quedándose estático y Argentinos ya estaba 2-1. Pero el ida y vuelta no terminó allí. Enseguida, Mario Zanabria hizo lo propio en el otro arco, con un disparo que se desvió en la barrera para estampar un nuevo empate.

Parecía que se iban a los vestuarios con el 2-2, hasta que llegó una jugada que así evocó Maradona: “Me fui con la pelota por la derecha, a cuatro o cinco metros de la banderita del córner y en diagonal al centro de la cancha. Ruggeri me hizo foul, ellos se desconcentraron un poco. Aproveché y pateé enseguida. La pelota se metió arriba y en el segundo palo”. Fue un golazo, de esos que nunca faltan en las recopilaciones de “Maradona grandes momentos” o cosas por el estilo. El bonus track se dio cuando la hinchada de Boca lo aplaudió en su regreso al centro del campo. Como en las mejores historias de amor, el primer indicio del romance…
Para el segundo tiempo, algunas cosas cambiaron (hubo sol y Argentinos Juniors salió con camiseta de manga corta) y otras permanecieron igual (el dominio del cuadro de La Paternal y la magia del 10). Los relojes marcaban apenas tres de esa etapa, cuando Diego puso el 4-2: “La trajo Pasculli como puntero izquierdo. Yo piqué por el medio, me la tiró perfecta al borde del área, le sobró a Abel Alves y entonces la bajé con el pecho. Después me fui más a la derecha y cuando salió Gatti, la toqué de cachetada, suave, al segundo palo”.
La hinchada de Argentinos deliraba. La de Boca sentía el dolor de una nueva goleada (sufrió varias en ese olvidable 1980), pero reconocía la presencia del genio, con nuevas muestras de afecto. Era una tarde de fiesta perfecta. A los 60, la visita se quedó con 10 por la expulsión de Ribolzi y 15 minutos más tarde, llegaría el cuarto del diez, en una jugada que se ha visto mucho, pero sigue siendo un deleite 45 años más tarde: “Tiramos una pared con Pasculli, me fui por el medio y Abel Alves me hizo foul desde atrás. Me parece que ya estaba dentro del área, pero el referí lo cobró afuera, del centro, un poco a la derecha. Vidal se puso delante de Gatti, aprovechando que ellos ponían a Hugo Alves al lado de un palo, por lo que no había offside. Le pegué fuerte, al palo del arquero y se clavó en el ángulo”. A falta de seis minutos, Ricardo Gareca, anotó el descuento para decorar el 3-5 final.

Argentinos Juniors jugaba sin parar. No solo por lo que demostraba dentro de la cancha, sino porque tenía amistosos todas las semanas. Apenas concluido el partido, la delegación partió raudamente hacia Ezeiza para poder embarcarse rumbo a los Estados Unidos, donde disputó dos encuentros. Para Diego, además, fue la posibilidad de llevar a su familia y conocer Disneyworld junto a ellos.
Quedaban tres fechas por delante. Los Bichitos siguieron sumando puntos y se clasificaron primeros en el grupo. En la fecha final, vencieron 2-0 a Platense en La Paternal en el que fue el último partido oficial de Diego con esa camiseta. Había una disposición de AFA que indicaba que los futbolistas convocados para el Mundialito, a disputarse en Montevideo un mes más tarde, no podían estar presentes en la rueda final. Para Argentinos fue un golpe letal. El as de espadas, el comodín del chinchón, no estaba, y quedó rápidamente eliminado en los cuartos de final con Racing de Córdoba
El paso vacilante de Boca terminó de derrumbarse con esa goleada en cancha de Velez. Dejó una opaca imagen, sin llegar siquiera a la última fecha con chances de pelear por el segundo puesto. Rattín renunció al tiempo que concluían los 20 años de mandato de Alberto J. Armando como presidente, quien no se presentó a las elecciones, en las que el vencedor fue Martín Benito Noel. El panorama era sombrío. Nadie podía soñar con el título que se avecinaba, y mucho menos con la presencia de Diego.
Aquella tarde del 9 de noviembre del ‘80 fue la precuela de lo que Maradona y Boca estaban por vivir exactamente 100 días más tarde, cuando se confirmó la transferencia que conmovió al país futbolero. Una unión eterna. En sus memorias, así lo recordó: “Cuando terminó el partido en Velez, la tribuna de Boca me gritó por primera vez ‘Maradoooooo, Maradoooooo’. Fue una emoción enorme. Eran los mismos que me habían cantado, pocos años atrás “que se quede, que se quede”, cuando hacía jueguito en los entretiempos de los partidos de Argentinos. Ya se empezaba a dar entre nosotros algo muy especial. Amor, que le llaman”…
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