
“Yo me inmolé por Boca y no me arrepiento. Es lo mismo que sepa que van a entrar a robar a mi casa con mis hijos adentro y me quede de brazos cruzados sin hacer nada. El tiempo me fue dando la razón pero ya está, ya pasó. Nunca quise hacerme famoso y siempre preferí resguardar a mi familia. Algún día nos vamos a sentar dos horas y voy a contar todo, pero hoy no es el momento”. El que habla, pelo más corto que aquella noche en que se hizo conocido para todo el mundo, es Adrián Napolitano. Sí, el Panadero. El hombre del gas pimienta, el que arrojó aquel líquido en el entretiempo cuando el plantel de River volvía para jugar los 45 minutos restantes y que terminó suspendiendo el partido de octavos de final de la Copa Libertadores 2015 del 14/5/15 que estaba cero a cero (en la ida había sido triunfo Millonario 1 a 0) y con la Conmebol dándole el triunfo “en el escritorio” a River por 3 a 0. Copa que terminaría con River campeón.

Una exacta década después, el Panadero no está arrepentido de lo ocurrido. Y se muerde la boca para no hablar. Sus hijos aún están en edad escolar y dice que salir a contar su verdad va a remover todo un escándalo que ya dejaron en el pasado. Atrás quedaron los días en que lo escrachaban en la panadería de Valentín Alsina, atrás quedaron las jornadas en que su cara era el rostro del mal para los habitantes de la Bombonera. Hoy el Panadero sigue trabajando en el rubro de siempre y se maneja con un bajo perfil absoluto que, afirma, le permitió recuperar la vida. Y a diez años del episodio que lo marcó para siempre sólo agrega “el fútbol es una runfla” y no dice más.
Su discurso, claro, no ha variado mucho. Hace cinco años le decía a este periodista algo muy parecido. “La gente se está dando cuenta de por qué se hizo lo que se hizo. Estaba todo arreglado por Burzaco para que pasara River, igual que todo lo que vino después (NdR: por Alejandro Burzaco, mandamás por entonces de la empresa Torneos, responsable de las transmisiones de Conmebol quién después terminó condenado en la causa del Fifagate). Nunca quisimos suspender el partido, era sólo meter presión y se fue de las manos, porque la idea no era dañarlos físicamente, sino que sintieran que esto es Boca. Y hoy, después de todo este tiempo, la gente está viendo lo que pasa. Que estaba y está todo arreglado. Por eso creo que voy a poder volver a la cancha: el hincha sabe que nunca quise perjudicar a Boca y que quienes lo están perjudicando son otros”.

Lo cierto es que después de tanto tiempo, Adrián Napolitano está libre de culpa y cargo. Cumplió la probation que acordó con la Justicia ayudando en la parroquia de su barrio y colaborando con otras entidades y también se le venció a fin de 2019 la prohibición para ir a la cancha. Después vino la pandemia, claro, y la pregunta del millón es si volvió o no a la Bombonera. Ninguno de sus allegados responde pero más de uno se sonríe cómplice ante la requisitoria. El Panadero siempre dijo que vivía por Boca y esa pasión no retrocedió ni un ápice. De hecho la gente que lo rodea cuenta que los primeros tiempos tras la sanción judicial fueron un calvario. Porque si bien pudo recomponer su vida normal cuando los ecos del escándalo se acallaron, los días de partido eran su talón de Aquiles. Porque mientras sus amigos iban a la cancha a la primera bandeja que da a Casa Amarilla, la misma desde donde apretó el gatillo del gas pimienta, él tenía que ver todo por televisión. Y se encerraba en la panadería para ver el partido sólo, lidiando con su destino. Por eso y si bien nadie admite nada, la sonrisa sobre si volvió a pisar la Bombonera se vuelve cómplice, casi una confesión.
Su rutina de cualquier manera no ha cambiado. Admite que el negocio anda bien y que se sigue levantando de madrugada para amasar y hornear el pan junto a dos colaboradores y después agarrar la camioneta con la que repartirá el producto desde las siete, no sólo en su confitería de Valentín Alsina sino también proveyendo a otras de la zona, como una de Lanús que era suya y después del escándalo de la Libertadores 2015 decidió transferir. A media mañana la rutina sigue por la compra de productos para volver a amasar lo que se venderá desde la tarde y acopiar para el día siguiente. Después se dedica a su familia (tiene una hija adolescente y un hijo más chico) y a vivir como cualquier hijo de vecino más. Porque en la calle ya nadie lo insulta, en el barrio volvió a ser el Tano, el pibe que hace el pan y habla de Boca, y suele ir a comer afuera pasando inadvertido. “Ustedes me trataron como a un delincuente pero la gente sabe que no lo soy y sólo me desbordó la pasión”, le dijo tiempo atrás a este cronista justificando aquel accionar que no sólo sacó a Boca de aquella Libertadores sino que fue un mojón importante en lo que construiría después el River de Gallardo. Porque si bien un año antes ya el team del Muñeco había eliminado al Xeneize en las semifinales de la Copa Sudamericana, tras pasar a Boca en los octavos de la Libertadores empezó a generar esa paternidad copera dejando afuera al clásico rival en esa instancia, ganándole la final de la Copa en 2018 en Madrid y también eliminándolo en 2019 en la semifinal.

Claro que para el Panadero todas esas circunstancias deportivas hubiesen seguido igual aún si él jamás hubiera actuado como actuó diez años atrás. Porque como buena parte del mundo Boca, cree que River tenía un arreglo con la Conmebol. Por eso dice “yo no quiero hablar pero si van a escribir, vayan a la realidad”, abonando la teoría conspirativa. Por eso, aunque no lo dice, cree que el mundo Boca lo perdonó porque todo estaba ya planeado para beneficiar al primo de Núñez pasara lo que pasara. De hecho hasta la sacó muy barata en la Justicia gracias a los oficios de su abogado Javier Raidan, actual ministro del Superior Tribunal de Justicia de Chubut: si uno pide el certificado de antecedentes de Adrián Napolitano, no aparece ninguno, porque aquel hecho en la Bombonera terminó cumplido y dejando su foja libre de cualquier acto ilícito.
Si se le pregunta por la actualidad de Boca, no responde. El que participó en política en la agrupación de Roberto Digón se llama a silencio. Dice que no es momento de exponerse. “Ya nos vamos a volver a cruzar y voy a hablar”, le asegura a este cronista a quién le confesó el hecho diez años atrás cuando supo que su nombre ya se había filtrado, al que siete meses después le contó que ese acto le había arruinado la vida “porque yo vivo por y para Boca” y que tuvo que irse de su vivienda durante dos semanas porque era blanco fácil en la calle de la bronca de los hinchas. Hasta que el tiempo hizo lo suyo y lo volvió a dejar en el anonimato, ese que tenía hasta el 14 de mayo de 2015 y que diez años después espera mantener aún cuando una vez más, no se arrepienta de nada.