
“Soy veterano de la guerra de Malvinas y volé la matrícula I-014 del Mirage III que hoy se exhibe en Bariloche. De hecho, también doné el casco que usé en ese entonces para que sea expuesto en una de las vitrinas del nuevo museo de la ciudad. Pasaron 43 años del conflicto y siento que, con esto, la vida me bendijo”, contó a DEF el brigadier retirado Jorge Luis Huck, actor fundamental en el traslado del avión que la Fuerza Aérea Argentina decidió llevar a Bariloche para que forme parte del patrimonio de este punto de la Patagonia.
El dato: días atrás, la ciudad de Bariloche presentó el nuevo Museo de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur. A pocos metros del edificio, y sobre el lago Nahuel Huapi, la ciudad instaló el Mirage III. Además, decidió elevarlo para representar los arriesgados vuelos al ras del agua que los pilotos de la Fuerza Aérea Argentina tenían que protagonizar para evitar ser detectados por los británicos.
Los secretos del Mirage III de Malvinas que llegó a Bariloche
¿Por qué Huck hace hincapié en la matrícula del Mirage? Resulta que el avión que se encuentra en el Nahuel Huapi lleva grabada la I-014. Pero el fierro en sí no es el mismo que protagonizó 16 misiones en la guerra de Malvinas. “Con el grado de capitán, fui jefe de la Escuadrilla de Mirage III. Operé con la matrícula de este avión, la aeronave original no está más, porque se perdió en un accidente que tuvo lugar a fines de la década del ochenta en la provincia de Entre Ríos”, detalló el oficial de la Fuerza Aérea.
“Todas las aeronaves de la Fuerza Aérea tuvieron un rol fundamental. Cada una cumplió la misión que le era ordenada y se hizo lo mejor que se pudo. Yo, con esa matrícula, realicé cuatro salidas hacia las islas. Quizá la que más recuerdo fue la primera, pues uno estaba asustado. Todos tuvimos miedo, la cuestión era poder dominarlo”, confesó.

Brigadier Huck: “Teníamos que cumplir el juramento de morir por la patria”
Durante la presentación del Mirage, el brigadier está exultante. Celebra con sus amigos y camaradas con la complicidad de aquellos a quienes, en el pasado, los unió la guerra: “Este avión se lo pedí a la Fuerza Aérea hace tres años. La solicitud siguió su curso y, finalmente, se cumplió un sueño”.
Cabe aclarar que el avión fue trasladado por vía terrestre desde la ciudad de Río Cuarto, Córdoba. Al llegar a la Patagonia, se lo armó en un hangar cercano al Centro Cívico y, finalmente, lo llevaron por las calles barilochenses: “Creo que el papel que hicimos en la guerra fue el que nos ordenaron. Estábamos convencidos de que teníamos que cumplir el juramento de morir por la patria”.

Perona: “No lo hicimos solos, con nosotros, estaban ‘los magos’”
Junto a Huck, el brigadier Carlos Eduardo Perona también se emociona. La comunidad de Bariloche se acerca y le pide fotos y hasta autógrafos. No es para menos, son celebridades que portan un legado que se lleva en el corazón: su presencia hace latir la épica de un país entero.
El Mirage le devuelve el pulso de la vida: imposible no regresar mentalmente a aquel instante que torció para siempre el rumbo de su destino. “Este fue uno de los primeros Mirage que desplegó en la guerra de Malvinas”, cuenta Perona.
Por entonces, el oficial tenía 31 años y el grado de primer teniente. “De volar Mirage, recuerdo absolutamente todo. Creo que vale la pena destacar que el Reino Unido es un país guerrero. Por eso, cuando nos dijeron que nos íbamos a Río Gallegos para recuperar Malvinas, empezamos a estudiar las aeronaves que podían llevar. Entendimos que ellos llevarían los Harriers. Así que nos metimos de lleno en las tácticas de combate para enfrentarlos. No lo hicimos solos, con nosotros estaban los ‘magos’, los mecánicos de la Fuerza Aérea Argentina. Es decir, nos preparamos para la guerra”, dijo a DEF.

Entre la vida y la muerte
En Malvinas, Perona realizó misiones trascendentales. Una de ellas terminó siendo un momento bisagra en su vida. El primero de mayo, él y otros pilotos salieron a darlo todo en defensa de Puerto Argentino: “Ese día, la Fuerza Aérea puso toda la carne al asador. Nosotros salimos para brindar protección a los cazabombarderos. Finalmente, entré en combate con un Harrier, quien se acomodó para tirarme fue el teniente inglés Paul Barton”.
Cuenta Perona que, mientras volaba sobre el mar, el misil impactó directo. Contaba con poco tiempo para tomar una decisión: si se eyectaba, al no llevar traje antiexposición, moriría en el acto. Entonces, el oficial optó por acercarse a la costa: “Terminó siendo la isla Borbón, aunque en ese momento lo desconocía. Apenas me acerqué a tierra, me eyecté. Gracias a Dios, me fue a buscar el Ejército”.

Una eyección en primera persona: “La adrenalina y el miedo me hicieron caminar”
¿Qué recuerdos tiene de aquel momento? “Vivo agradecido, sobre todo con el piloto que me fue a buscar. Al caer, me esguincé las dos piernas, me fracturé tres costillas y el fémur. La adrenalina y el miedo me hicieron caminar. Pero llegó un momento en el que no pude continuar, estaba de rodillas y muerto de dolor. Fue entonces cuando vi un helicóptero. No sabía quiénes eran. Nosotros, los pilotos, llevamos un revólver de supervivencia. En ese momento, pensé que tendría que utilizarlo, aunque no podría hacer mucho contra las ametralladoras de la aeronave. Finalmente, el piloto lo colocó de costado y pude ver nuestra escarapela, se trataba del Ejército argentino. Ellos me sacaron de ahí y me llevaron al Aeródromo de Puerto Calderón”.

Cuenta Perona que esa noche lo cuidaron los efectivos de la Infantería de Marina: “Se me cayó toda la estantería cuando me puse a pensar en qué podría haber pasado con mi familia si yo hubiese muerto. Tenía una hija de tres años y mi esposa estaba embarazada de mi hijo Damián”.
Finalmente, en la tarde del 2 de mayo, lo llevaron a Río Grande, en Tierra del Fuego, y, desde allí, al hospital Aeronáutico en Buenos Aires. “Al fin llegó el 14 de junio. Fue una gran desilusión, pero la Fuerza Aérea no se rindió, fue un cese del fuego”, reflexiona a 43 años del conflicto. A propósito del reencuentro en Bariloche, añade: “Acá está mi vida”.

Carlos Cachón: “En estos encuentros, me siento contenido”
“Yo no tengo más que palabras de agradecimiento para la Fuerza Aérea porque, pese a que venía de muy abajo, me formó humana y académicamente. Yo vivía en el campo, en San Manuel, partido de Lobería. Terminé mi primaria en una escuela rural. Luego, seguí estudiando en un pueblo cercano y, para poder terminar los estudios, nos mudamos a Tandil y luego a Mar del Plata. Finalmente, en 1971 me fui a Córdoba para ingresar a la Fuerza, mi segundo hogar. Justamente, una de las cosas impensadas que me ocurrieron dentro de la institución fue que pude llegar a ser veterano de guerra”, cuenta a DEF el capitán retirado Carlos Eduardo Cachón, quien, si bien en Malvinas no pilotó el Mirage, tiene una historia junto a los A-4 argentinos que merece ser contada.
“Yo era primer teniente y tenía 30 años cuando nos sorprendió lo de Malvinas. Tecnológicamente, no estábamos a la altura, pero pusimos los conocimientos, la lógica, el sentido común y lo que nos enseñaron nuestros superiores para lograr los objetivos”, relata Cachón.
Sobre su presencia en Bariloche, resume emocionado: “En estos encuentros, me siento contenido y comprendido. Siento que vuelvo a casa. Además, en estas ocasiones, los veteranos nos sentimos mimados. Siempre que regreso de este tipo de actos, con la cabeza en la almohada, pienso ‘Dios mío, qué regalo me hiciste’”.
El día más negro para la flota británica
Cachón fue uno de los pilotos argentinos que se impuso a los británicos el 8 de junio de 1982, día en que, por los daños provocados, es considerado como el más negro para la flota británica.
“Recuerdo que, ya en vuelo hacia las islas, Pablo Carballo, mi jefe, me dijo que debía hacerme cargo y conducirlos hasta la gloria. Yo me quedé helado porque nosotros teníamos la consigna de no hablar, todo se hacía en silencio”, recuerda el piloto de Lobería. Además, continúa con su relato: “Ese día, nos dirigimos hacia la zona de ataque y vimos los blancos. El teniente Hugo Gómez me guio hasta los buques y, cuando los tuve a la vista, metimos potencia. Al aproximarnos, vi que se trataba de dos buques, así que le dije a los numerales uno y dos que se dirigieran a la derecha y el resto iríamos hacia la izquierda. El asunto es que les dimos a los buques logísticos de desembarco Sir Galahad y Sir Tristan”.

Héroes de guerra en Bariloche
Vale la pena señalar que la inauguración del nuevo Museo de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur en la ciudad de San Carlos de Bariloche, acto al que concurrieron los veteranos de guerra de la Fuerza Aérea Argentina, no fue una simple ceremonia: fue un espectáculo de argentinidad. Se vieron lágrimas, probablemente provocadas por el recuerdo de una causa que sigue viva y una usurpación que aún no tiene justicia; hubo abrazos entre los vecinos, muchos de ellos atravesados por el recuerdo de una guerra que tocó la fibra íntima de cada argentino; y, principalmente, reconocimientos populares. Es decir, fueron los ciudadanos los que rindieron honor y decidieron recordar el conflicto que tuvo lugar en defensa de nuestra soberanía.
En esta oportunidad, con la presencia de autoridades militares y funcionarios provinciales y nacionales, los pilotos militares estuvieron dispuestos a contar la historia de los 55 caídos de la Fuerza Aérea que dieron la vida por la soberanía.
En el acto, los caídos tuvieron un merecido homenaje, que no solo incluyó monumentos: mientras los músicos de la Escuela Militar de Montaña ejecutaban el tradicional silencio militar a orillas del lago, tres aviones de la Fuerza Aérea Argentina sobrevolaron el Nahuel Huapi. Un Hércules C-130 encabezó la formación, detrás lo siguieron dos IA-63 Pampa. Uno de ellos se desprendió y elevó su vuelo hacia el cielo, un acto simbólico que representa al numeral caído en la guerra.

El Mirage, un símbolo de gloria aeronáutica
Presente en Bariloche, el brigadier retirado Horacio Mir González, veterano de la guerra de Malvinas, recordó su paso por el conflicto armado. Además, el piloto militar contó a DEF que, durante su juventud en la Fuerza Aérea, voló el sistema de armas Mirage III y fue testigo de la llegada de estas aeronaves al país.
¿Por qué este avión fue tan relevante en la historia aeronáutica militar? “El Mirage III tiene un radar, que sale del medio de la trompa, porque fue pensado para ser caza interceptor supersónico. Cuando fue adquirido a Francia, Argentina no tenía este tipo de sistema. En el año 1973, se compraron 12, recién salidos de fábrica. Vinieron en cajas y acá se los armó”, respondió, al tiempo que agregó que inicialmente fueron a la VIII Brigada Aérea de Moreno. “Todo estaba impecable y había sido pensado para alojar esos aviones. Igual que lo que se está haciendo ahora con el F-16. El Mirage era de lo mejor en el mundo. En 1977, me designaron para volarlo, tenía el grado de primer teniente. Para mí, fue importante porque pasé a conformar un selecto grupo de élite. Teníamos que estudiar todo el día. Este avión era un lujo: era una aeronave que, en el año 1973, podía enganchar un blanco, de día o de noche, sin necesidad de visualizarlo. Era un interceptor puro”, rememora.

Según cuenta Mir González, en la década del cincuenta, Tandil alojaba a los Gloster de la Fuerza Aérea. Pero, con el tiempo, esos aviones se trasladaron a la capital de Argentina y los hangares quedaron abandonados: “Hicimos de nuevo la V Brigada Aérea. Luego, ese mismo lugar recibió a los aviones Pampa. Y ahora, en poco tiempo, volverá a ser una brigada estrella cuando reciba los F-16”.
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