
Sobre una base de sal flotan una pluma blanca y, un poquito más allá, flores de diente de león. Protegidas por cristales, la composicipon de las obras de Trinidad Lemos (Galería de arte Local15) poseen una belleza singular, sencilla, transmiten esa pureza que el color nos representa, y nos dicen, a la vez, que fuera de esa cápsula, de ese instante, de ese equilibrio, una brisa podría desencadenar el final de la ilusión.
“Me gusta pensar el presente como un todo, allí está el pasado, y lo que aún no. Es un momento donde lo liviano, lo frágil, se posa sobre lo mineral, lo duro, generando una tensión que puede cambiar“, dice la artista a Infobae Cultura.
En un estado de suspensión, de un momento y de belleza frágil, se desarrolló la segunda edición ampliada de la Feria de Arte Salta (FAS), con mucho más espacio de exposición, así como también de galerías, y una expansión de ofertas a lo largo de la ciudad.

Más de 200 artistas de distintos puntos del país, representados por 33 galerías, de las cuales 15 participarán por primera vez, convirtieron el Condominio La Trinidad, un complejo de casas de hormigón en alquiler, en un espacio donde el territorio, lo matérico, lo histórico y, por su puesto, lo contemporáneo, se manifestaron en obras en un latido profundo del estado del arte por fuera de las grandes metropolis.
Hay una producción que necesita y merece ser observada y que se materializa las ferias provinciales, que en general muestran un crecimiento sostenido, y que exponen un mapa de artistas del país que ingresan, a través de la profesionalización galerística, en un circuito comercial que, hay que decirlo, aún debe crecer dentro de sus propias provincias para que algún día esas obras circulen tanto en hogares y museos, como lo hace en las paredes de colecciones privadas de otros destinos.
Pero eso, claro, no es trabajo de una feria, sino de otros tipos de políticas que se planteen al mediano-largo plazo, una mayor proyección de los eventos dentro de sus comunidades. Volveremos a ese punto. Ahora, a la feria.

En la zona de San Lorenzo Chico, cada galería habitaba una casa a estrenar, en algunos casos compartían morada, por lo que la propuesta era abundante: obras en el comedor, en la cocina, en las habitaciones, toda un mini vecindario vestido de arte.
Esta edición tuvo como característica una fuerte presencia de lo textil, algo que se observa en todas los eventos del tipo del país, como también del exterior, lo que nos habla ya no de una “recuperación” o “puesta en valor”, sino de una institucionalización.
Como muestra, el Museo Rawson de San Juan inauguró el incipiente programa de adquisiciones; en otras palabras, es el primero en llevarse obra que después será apreciada por el público de la provincia. Y eligió “3 Piezas Unidas”, una obra colaborativa entre las artistas Candelaria Aaset (de galería UNCU - Tilcara, Jujuy) y María Candelaria Traverso con la diseñadora de indumentaria en Tierra del Fuego, Juliana Garcia Bello.

La idea, según relata Aaset, fue “probar, construir algo colectivamente”, partiendo de la recolección de prendas económicas en ferias de Maimará y Tilcara, para luego desarmarlas y ensamblarlas en un patchwork que, tras recibir acabados de la diseñadora, se transforma en ponchos multifuncionales.
Aaset destacó que la intención era crear “como vestimentas peregrinas, como para que puedan ser refugios también, como toldería, también como las ferias que tienen estos toldos” a partir de un proceso creativo que se nutre de materiales provenientes de bolsas milleras, que llegan desde Chile con ropa de todo el mundo, incluyendo prendas de Corea, Estados Unidos y Europa.
Por supuesto, la tradición en clave moderna podía verse en los ya emblemáticos trabajos de Pajita García Bes y María Martorell en Galería Rosario Cornejo, como también la contemporaneidad de Guido Yannitto (Remota), Claudia Pucheta (Biga) o Federico Kirschbaum (Tierra Arte Contemporáneo), donde lo geométrico ingresa en lo paisajístico como relectura, y la recuperación de los saberes ancestrales en Jesus Casimiro (Casagalería), ganador del Premio In Situ no adquisición a artistas, por nombrar algunos.

Por supuesto, no se es feria sino aparecen los históricos en pintura, que durante mucho tiempo fueron los que marcaron el pulso de la construcción del imaginario, con Ramiro Dávalos, Luis Ramoneda, Carybe (Fausto), Luis Preti y Raúl Brie (BAC) o Timoteo Navarro (Biomba), entre otros.
Ente este cruce entre pintura y textil, Mauricio Molina (AlNorte Galería) presentó una delicada serie de intervenciones que le valieron el Premio Beca La Nave a artistas, para realizar una residencia de artistas en el espacio de Escobar dirigido por Andres Waisman y Gachi Prieto; galardón que también obtuvo la ceramista del Gran Chaco Elida Mendoza (Casagalería).
Usando un muestrario de telas de su hermana diseñadora de moda, Molina mostró una experimentación cromática donde surgía su conexión con la naturaleza local, a partir de aninales, que además sugería una búsqueda que iba más allá de lo visible, que ingresaba en el terreno de lo fantástico, lo surreal.
El artista se definió como un espectador de su propio viaje creativo, guiado por una visión que trasciende lo tangible: “Considero que soy como un espectador, como una especie de vidente. Entonces, era eso, ir dibujando y pintando lo que iba viendo como en este viaje”.

El espacio que compatieron LuCo Arte y Maleza, por esas cosas del azar, tuvo una propuesta que parecía ser curada por el diálogo temático y con puntos de conexión estético entre artistas.
El pintor Fernando Belton mostró retratos y, en otras pinturas, a animales en espacios de yunga, con un movimiento entre lo real y lo misterioso, todas con un trazo delicado, en algunos casos con la oscuridad como fondo, mientras que Eugenia Correa, por su parte, la representación del inicio de la selva aparecía en sus dibujos centrados en la línea, realizados con material brea, donde pasaba de los paisajes a ingresar en detalles, en esos rincones que en la inmensidad pasan desapercibidos.
Por su parte, Lucas Rizo presentó detalles de escena de la ciudad donde el empaste, arremolinado, creaba un clima más allá de lo representado y, ya saliendo de la pintura, pero no de la figuración, las últimas obras en acuarelas de Caroline de Chaunac resultaban un deleite visual y técnico.

Con obras en gran formato, con esta técnica que es la más ingrata de todas, la artista compuso una serie que concentraban elementos de sus trabajos anteriores: el paisaje, la noche, la escultura y los niños, con un gran manejo del trabajo de la textura, fondo y frente, en una invitación
En lo escultórico, uno de los grandes sucesos -en ventas y atención del visitante- vino de la mano de Osvaldo Cassina (Sasha D), quien introdujo el universo de la cerámica silbadora, en la que se revelaba una conexión profunda entre tradición, experimentación y el azar sonoro.
“La idea viene de los pueblos originarios del Ecuador y Perú, para acá llegó no hace mucho”, explicó, sobre estas obras con formas animales y humanas en las que mediante un sistema interior y el uso de agua generaba diferentes sonidos, desde grillos, perros y búhos a pájaros y “la mujer que canta muy agudo”.

Otras obras destacadas fueron las de Vane Amenabar, quien a través de cortes con tijera en diferentes papeles creó una serie de majestuosos penachos de los pueblos originarios, que resultan imposibles de comprender cómo no son recreaciones literales realizadas con plumas.
En Serna Galería, Evi Tartari, ganadora del Premio FAUSTO para jóvenes artistas, presentó dos series que, desde diferentes abordajes, ingresaban en la exploración de la memoria arqueológica y la (re) construcción de objetos perdidos o inexistentes.
Para “La permanencia de la oscuridad” relevó piezas arquerológicas incompletas, a través de fragmentos de los dibujos de la culturas del Valle Calchaquí, la Aguada, Santa María y los Quilmes, a los que completó para luego llevarlos a tres dimensiones, “buscando un poco que exista ese objeto que en realidad ya no”, utilizando como material una arcilla importada de España, decisión que responde a su búsqueda de “completar esta misión poética de reconstruir una memoria”. “Me interesaba como esa información genética, digamos, de un territorio y que al hacer la operación inversa restituir imágenes de esta historia”, dijo.

En “Las formas del deseo”, por otro lado, recurrió a la inteligencia artificial para generar nuevas formas a partir de imágenes arqueológicas de diferentes partes del mundo: “Le pido que configure un nuevo objeto con una gran cantidad de imágenes que le doy. Entonces, la I.A. me devuelve una propuesta y a partir de eso rediseño como para crear de vuelta un imaginario que tenga una reminiscencia a las piezas que conocemos, pero actual”. La iluminación juega un papel central en las instalaciones, ya que Tartari decidió, “pensando en la idea de contraluz, como desde la fotografía, iluminar el detrás de la historia”.
En el universo de las resignificaciones, pero en otra clave, Sergio Díaz (Mamoré) -uno de los ganadores del Premio Coscio aquisición- introdujo sus intervenciones y collages que toman a los billetes como lienzo, con un mashup de lo contemporáno a partir de personajes pop, como Superman, Batman o Totoro.
Las piezas no sólo están plenas de humor, sino que resguardan elementos de lectura política-económica -y cierta arqueología del futuro como las intervenciones en billetes que ya no circulan- que las despegan de lo mero ilustrativo: sobre el concepto de un “peso fuerte”, que ha nutrido de referencias tanto económicas como culturales, el billete se carga de simbolismo de la coyuntura nacional.

Ya fuera del predio ferial, la escena tuvo un crecimiento notable desde el debut del año pasado, con las galerías de la ciudad presentando propuestas y generando así una mini “semana del arte”, con inauguraciones, performances y eventos especiales. Incluso, el evento también generó, por ejemplo, el nacimiento de una feria paralela: la Feria de Arte Joven, de la que participaron 20 estudiantes de la escuela de Bellas Artes Provincial Tomás Cabrera.
En el apartado de premios, además de los ya nombrados, el ya clásico Premio In Situ, que se otorga en todas las ferias provinciales y en arteba, fueron para Galería Uncu y Antonio Morales (BAC). El Premio Coscio aquisición, para artistas emergentes, a través de Galeria El Espejo, fue para Matías de la Guerra (Remota), Rosario Mitre (La Arte) y Victoria Jaffe (Diderot.art)
Y desde AccionArte, organizadores de la feria, se reconoció a diferentes coleccionistas, con regalo de obras, a modo de reconocimiento. El local Agustín Usandivaras fue homenajeado con una obra de Alejandro López (Galeria Quilla); Abel Guaglianone y Joaquín Rodríguez, organizadores del Premio In Situ, recibieron una pieza de Karim Ayame (UN Muro), y a Freddy Suárez y Luis Ayala les entregaron una de Emiliano D’ Amato Mateo (Maleza).

Al igual que el año pasado, FAS se realizó en alianza con una empresa constructora, en un acuerdo virtuoso que por un lado le permitía a la feria, a falta de un espacio expositivo de envergadura en la ciudad, contar con los metros -y las paredes- suficientes para llevar adelante el evento y a la compañía mostrar a una gran cantidad de público las nuevas viviendas.
El sitio fue otra vez la zona de San Lorenzo Chico, aunque ya no sobre la ruta como en 2024, sino ingresando unos minutos en auto. En un sentido, tiene cierta lógica si se recuerda que hace unos años hubo una protoferia, antes de que FAS existiera, que se realizó justamente en hogares (habitados) de la misma zona.
Ahora, si bien la locación facilita su existencia, dificulta por otro lado que la feria se convierta en un bien social para un público más amplio, por lo que reduce su trascendencia a un grupo reducido, aquellas con movilidad propia, ya que el transporte público de cercanías no abunda.

En ese sentido, el objetivo de una feria es vender, no hay que ser inocentes con esto, pero a su vez puede ser una experiencia que se abra más a una comunidad que no participa o no está habituada a hacerlo.
Incluso, es un momento para que los estudiantes de arte, los más jóvenes, las próximas generaciones que participarán allí, puedan ver lo que se está produciendo en la región, en su provincia y un poco más allá.
Si bien la organización es privada, a partir del grupo de coleccionistas y galeristas AcciónArte, hay que preguntarse cómo desde la esfera pública se puede contribuir a que la fiesta de FAS sea más inclusiva, para que la celebración trascienda a San Lorenzo Chico y se convierta en un hito provincial. Quizá, con colocar un servicio de colectivo, en distintos horarios, durante sus tres días, se pueda dar una primera solución a ese problema.
Invitar a vivir al arte, nunca le ha hecho daño a nadie. Esta edición de FAS, con muchos estímulos, con artistas que repiensan las tradiciones, la historia, desde la complejidad de la investigación o una simbología que nos es familiar, es otra evidencia potente de que, con mercado o no, los artistas tienen mucho para decirnos aún. Y que en la vida, sobre la dureza de la superficie mineral, también resulta bonito flotar como una pluma, como un diente de león, aunque sea por un instante.
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