
Simon Reynolds parece ajeno al calor porteño, así como se presenta en una oficina de Recoleta en una tarde soleada que preanuncia el verano. Podría ser un ejecutivo de televisión o tal vez, el CEO de una start up, pero no: es uno de los críticos culturales más lúcidos de este tiempo, un certero cronista de síntomas y tendencias del universo de la música pop, destacado por un enfoque singular que combina experiencias personales en fiestas electrónicas con referencias a pensadores como Jacques Derrida y Roland Barthes.
Reynolds llegó a Buenos Aires para participar del festejo por el 20° aniversario de la creación del sello editorial Caja Negra, que ha sido su vehículo de ingreso al conocimiento del público lector en español. Sus libros -basta con citar Retromanía. La adicción del pop a su propio pasado (2012); Energy Flash. Un viaje a través de la música rave y la cultura del baile (2014) o Futuromanía (2024)- son vivaces en referencias e información contextual, ubicuos en las coordenadas de espacio y tiempo, y certeros en el análisis musical desde perspectivas de género, raza y clase social, lo que permite establecer ingeniosas conexiones entre la música pop (rock, electrónica, hip hop) y sus circunstancias. Un desafío satisfactorio para el lector interesado en sumergirse en algo más que la escucha de un disco, por cierto.
Y como se desprende del título de una de sus obras más relevantes, una definición suya apuntó directo al corazón de ciertos fenómeno cultura que, aquí y ahora, sucede en Buenos Aires en el fin de semana de los conciertos de la gira de reunión de Oasis, por ejemplo. El término “retromanía”, acuñado por Reynolds, funciona como diagnóstico y advertencia sobre el devenir de la cultura contemporánea; define una era marcada por la nostalgia y la compulsión de volver la mirada hacia el pasado. La lógica de este fenómeno puede llegar a explicar, en buena medida, la fatiga cultural omnipresente en el análisis de la música de las últimas décadas.

En diálogo con Infobae Cultura, Reynolds discurrió sobre las nociones de pasado, presente y futuro de la música pop, del rock, el hip hop y la electrónica, los 80 años recién cumplidos de Neil Young, la novedad del ambicioso nuevo disco de Rosalía, el nuevo poder latino global y el rock de guitarras entendido como una música marginal, ajena al mainstream de las multitudes. Aunque Oasis haya vuelto para llenar estadios alrededor del mundo.
—¿Ha pasado el tiempo de la retromanía o la futuromanía, y vivimos un presente continuo, eterno, también en la música?
—En uno de mis libros hablo sobre el “nowism” (ahorismo). Esta obsesión con el “ahora”. En una época había mucha música que pensaba en este término, en Estados Unidos especialmente, donde las canciones tenían esta idea de que era “el último día de tu vida”. Había una canción de Ke$ha llamada “Die Young” y la idea era “vamos de fiesta como si fuéramos a morir esta noche”. Es un tema recurrente: vivamos como si no hubiera un mañana. O sea, en cierto modo, es una cosa de larga data en la música pop. Prince tenía “1999” que era “el mundo se acaba así que vamos a hacer lo que quieras”. Es una especie de idea recurrente en la música pop, como vivir el ahora. Los Beatles tenían todo eso. John Lennon solía decir, “Todo el mensaje de Los Beatles es estar aquí ahora”.
Así que hay una especie de idea utópica en eso. Pero también creo que la forma en que tú lo dices es menos utópica y más aterradora. No hay historia y la gente realmente no tiene mucho sentido del futuro. Todas nuestras ideas de futuro ahora son un desastre, ¿no? El tema climático, los microplásticos y la temperatura del planeta subiendo. Todas son visiones del futuro que son bastante oscuras.
—Bueno, estamos cerca de los 50 años del “No future” punk ¿Ha vuelto esa idea?
—Tal vez es la correcta para este momento. Y creo que la tecnología lo hace muy... Ni siquiera fácil, lo hace obligatorio. ¿Conoces este término “doom scrolling”? (N. de la R.: pasar compulsivamente mucho tiempo desplazándose online por noticias negativas y contenido angustiante). Deslizas el dedo por la pantalla del teléfono y el algoritmo empieza a saber en estás interesado solamente en cosas malas. Y luego muy ocasionalmente tienes “hope scrolling” cuando, por ejemplo, hay una buena como en Estados Unidos que recientemente hubo algunos resultados electorales realmente buenos para el Partido Demócrata. Así que haces “hope scrolling” y aparece una buena noticia.

En este momento, ya sabes, es muy difícil proyectarse hacia adelante. Y creo que a la gente le cuesta imaginar un buen plan para sí mismos hacia adelante. Así que viven de esta manera, de momento a momento. La política contribuye. Antes los gobiernos hacían cosas que eran a largo plazo y tenían buenos resultados, durante décadas. No recuerdo quién fue, pero en Estados Unidos hubo un plan llamado de “electrificación rural”, donde llevaron electricidad al campo. Y eso fue algo que tomó décadas en completarse, pero lo empezaron y resultó. Ahora ni siquiera es que los gobiernos solo miren lo que les va a ayudar a ganar la próxima elección, realmente están mirando lo que les va a dar atención mediática, cobertura de las noticias ese día. Alguien como Donald Trump, por ejemplo, para quien se trata solo de dominar los titulares del día.
—¿Este presente continuo es bueno o malo?
—Bueno, creo que es ambivalente. Escribo un poco sobre eso en el nuevo libro que estoy haciendo, que trata sobre esa era de “slackers” (N. de la R.: alguien que evita el trabajo, el deber o la responsabilidad y a menudo visto como perezoso) y el “shoegaze” (N. de la R.: término que alude a un subgénero del rock de los años noventa, con un sonido de guitarras con distorsión; y que a la vez se sirve de la figura del músico ensimismado en el ruido, mirando hacia abajo, hacia sus zapatillas y la pedalera de efectos).
La música de My Bloody Valentine por ejemplo. Solo te pierdes en eso, no piensas en el pasado, no piensas en el futuro. Hay algo extático en eso, como psicodélico... Vives en el momento que está intensificado y es sensacional. Todos tus sentidos están vivos y te pierdes en el sonido o tal vez también en imágenes con luces brillantes. La escena rave en la que yo estaba, es muy de la misma idea. Hay una canción llamada “3 AM Eternal”: esta idea de que estás fuera del tiempo de alguna manera, en el espacio de la rave. Dejas atrás el mundo real y dejas atrás el tiempo normal porque estás bailando en un momento en que todos los demás están dormidos y soñando. Estás como viviendo un sueño de una manera extraña. Creo que el tipo de experiencia que tenemos ahora, a través de las redes sociales por ejemplo, es una forma más oscura y ansiosa de eso. Vivir en el ahora, donde sientes que no puedes recordar lo que hiciste la semana pasada. Pero tampoco puedes pensar hacia adelante. No sabes qué va a pasar después. Y así es una especie de presente perpetuo negativo en el que vivimos demasiado, creo. A la vez, es ambivalente. Hay una especie de cosa de solo disfrutar cada día, salir y oler las flores. Disfrutar el momento: no te preocupes por tus arrepentimientos del pasado. No te preocupes por el futuro. Eso es algo liberador, pero luego también te sientes incapacitado de tratar de proyectarte hacia adelante positivamente.

—En este contexto “social”, ¿hay lugar para el surgimiento de algo realmente nuevo, original, en la música?
—Creo que sí. La gente siempre es muy creativa y no es que se haya dejado de querer hacer cosas nuevas. Yo escucho cosas que me parecen nuevas, muy originales y también muy individuales. Hay cosas donde dices “Solo esa persona pudo haber pensado algo así”. “Nadie más pensó esa idea”. A veces no es tanto en el sonido sino las letras. Todavía hay gente escribiendo sobre nuevas emociones o nuevas formas de expresarse. Igualmente se siente como que no ha habido nada realmente nuevo desde hace un tiempo. Incluso en géneros establecidos como el hip hop, que a veces pasa por cambios muy grandes: estuve muy metido en ese período del hip hop de 2015 a 2020, cuando muchos raperos empezaron a usar autotune de una manera muy interesante y casi post-verbal, post-lingüístico. Hacían sonidos extraños (risas) Y ya no se trataba tanto de las palabras, era solo este tipo de efectos vocales extraños que se les ocurrían.
Y pensé que eso era muy interesante, una fase muy nueva del hip hop. Luego eso se volvió un poco aburrido y se repitió demasiado. Pero por un tiempo me pareció muy nuevo y me entusiasmaba mucho encender la radio en el auto, en Los Ángeles por ejemplo, porque escuchabas discos realmente extraños que eran bastante vanguardistas aún estando en el mainstream. Muchísima gente los escuchaba en streaming y veía los videos en YouTube. Se sentía como cultura de masas pero era vanguardista. Aunque no creo que hubiera nada políticamente liberador en eso. Era bastante reaccionario en términos de valores, pero solo las técnicas de sonido parecían muy radicales e interesantes, pero también disfrutables. Algo experimental pero que también era agradable de escuchar.
—¿Y el rock?
—Desde mediados de los ’60 en adelante con Los Beatles y gente como Jimi Hendrix, la gente trata de hacer cosas nuevas con la guitarra eléctrica. La pasan por efectos y en el estudio la superponen, le graban encima. Eso continuó en los ’70. Y luego el post-punk fue toda una nueva fase de hacer cosas interesantes con guitarras. Y luego llegas a este período del que escribo en mi nuevo libro, finales de los 80, cuando Sonic Youth hablaba de la reinvención de la guitarra, My Bloody Valentine... Todavía se están inventando cosas nuevas. Sigue siendo música rock. Todavía hay gente haciendo cosas interesantes con la guitarra ahora.

—Sin embargo, ahora el rock no es mainstream. Tal vez ha vuelto a ser...
—¿Marginal? Puede ser. Creo que en cierto modo lo es, sí. Aunque todavía hay algunas bandas realmente grandes que usan guitarras como su instrumento principal. Los Rolling Stones, o Pixies.
—Oasis, que ha vuelto y toca este fin de semana en Buenos Aires en un gran estadio.
—Exacto, sí. No puedes decir que Oasis es underground. Pero en cierto sentido, la música de guitarra es marginal porque la mayoría de la música pop no tiene guitarras, ¿verdad? Todo es electrónico. Todo se hace en el estudio, con tecnología. Es bastante raro escuchar una guitarra eléctrica en un ranking de singles. En todo caso, Oasis representan una forma de música más antigua. Ahora es una música tradicional: un gusto minoritario de una manera extraña (risas).
—En este contexto, cabe preguntarte si la idea de “el rock ha muerto” tiene sentido para vos.
—Creo que cuando la gente dice que el rock está muerto, lo que realmente dicen es que ya no es central. Durante mucho tiempo, décadas, fue la definición de la música juvenil y ahora es más de varias opciones. A mi hijo o a los estudiantes a los que enseño, pueden gustarles algo de música rock pero lo que posiblemente es más central para ellos es el hip hop o la música electrónica. Les puede gustar una banda shoegaze moderna o una banda indie moderna pero si piensas en jóvenes y música, no pensarías en una guitarra eléctrica. Y de hecho, si piensas en guitarra eléctrica, probablemente pienses en gente de nuestra edad o mayor. Voy a un festival llamado Cruel World, donde tienen todas estas bandas góticas y alternativas de los ’80 y la mayoría del público es mayor, o algunos jóvenes van con sus padres. La gente en el escenario es mayor y en el público.
Pero tengo estudiantes que tocan guitarra eléctrica y les encanta, y están tratando de hacer cosas nuevas. Así que creo que el rock no está completamente terminado o muerto. Tampoco está necesariamente agotado. Creo que mucho más central sigue siendo el hip hop, como la voz de la música juvenil Pero incluso el hip hop es bastante viejo. O sea, es muy viejo. Tiene como 40 años.

—Neil Young cumplió 80 años esta semana. Y están Paul McCartney, Mick Jagger, Bob Dylan, todos arriba de los 80. Pronto van a morir, es un hecho. ¿Qué cambiará en el mundo sin ellos?
—Ya ha habido algunas muertes de gente de los ’60. No me sorprende tanto cuando mueren. Como cuando murió David Bowie, Lou Reed o el baterista de los Rolling Stones, Charlie Watts. Así que dices, “Oh, qué triste. Qué gran pérdida...” Es como la banda sonora de mi juventud temprana cuando era casi un niño y escuchaba esos discos. Pero lo que realmente me impacta es cuando muere gente importante de cuando yo era adolescente y estudiante. Como Terry Hall de The Specials. Para mí son los del post-punk. Me pega porque son de mi misma edad. O a veces son más jóvenes que yo.
—Tal vez las dos mayores estrellas pop del mundo hoy en día son de habla hispana: Bad Bunny y Rosalía ¿Te interesa su música por algún motivo?
— Sí, me gustan. Particularmente Rosalía. Es muy interesante el uso del flamenco que hace. No he escuchado el nuevo disco. ¿Es realmente bueno?
—Es ambicioso.
—Bien. ¿Está trabajando con alguien en particular?
—Un ejército de productores, la Orquesta Sinfónica de Londres y canta en 13 idiomas.
—No puede ser... (risas)
—Sí.
—Oh, wow. Es un poco como, no sé, ¿quién? Como Björk o Bowie. Muy hambrientos de nuevos tipos de música. Por otra parte creo que es muy llamativo que haya habido este este desafío a la hegemonía anglófona. Y cuando digo anglófona, digo Estados Unidos, porque no creo que Inglaterra, Australia o Canadá tengan mucho que ver con esa hegemonía. También una gran proporción de la población estadounidense tiene el español como primer idioma así que tiene sentido. Y es extraño que haya tardado tanto. Quiero decir, hubo una gran cosa por los ritmos latinoamericanos, creo, en los años ’40 y ’50: mambo, rumba y todas esas cosas. Así que esto que sucede no es completamente sin precedentes. Pero supongo que el hecho de que se cante en español es lo llamativo. Aunque dices que son 13 idiomas. Wow. Bueno, tendré que escuchar eso cuando regrese a casa.
[Fotos: Jaime Olivos]
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