
Lina, una artista y diseñadora joven y talentosa, recibe un premio entre desconocidos en una ciudad bella pero ajena. Hay algo de desamparo ahí donde se encuentra: viajó sin familia ni amigos, la soledad es absoluta. Lina está en Ginebra y, aunque todo a su alrededor parece brillar con la luz del éxito, su mirada es repentinamente tomada por una oscuridad sin nombre. Hay un lago, aguas revueltas que la convocan y, en lo que parece un sueño —o una pesadilla—, obedece a un impulso que puede terminar en tragedia. El comienzo de Las corrientes, la nueva película de Milagros Mumenthaler es tan perturbador como hipnótico.
En su tercera película (luego de Abrir puertas y ventanas y La idea de un lago) la directora argentino-suiza se sumerge en la vida de Lina (Isabel Aimé González Solá), alguien que huye de su pasado y que lidia con un presente que la agobia aunque, a primera vista, no le falte nada. A lo largo de la proyección sabremos que está casada con Pedro Campbell (Esteban Bigliardi), un hombre de clase alta que la ama, que ambos son padres de Sofía (Emma Fayo Duarte), una hija pequeña, y que en el camino hacia el éxito y la seguridad buscó dejar atrás a la locura, que nunca es complaciente con nadie.
Hay algo en la familia y el ambiente en el que se mueve Pedro que la incomoda profundamente. Siente todo el tiempo el rechazo de los demás por no “pertenecer” desde la cuna y a eso se suma la culpa del tránsfuga de clase, aquel que se sobreadapta a un mundo que no le estuvo dado por origen. Hay en ella un desdoblamiento que no consigue resolver: siempre será Cata para quienes la conocieron antes y será Lina en el mundo profesional y en el del entorno de los Campbell, ese apellido prestado que se propuso tomar como propio, contrariando la era de los derechos de las mujeres que le toca vivir.
La soledad que abraza a Lina en Ginebra cuando está sola desnuda el tormento y aquello que la desequilibra retorna desde el fondo de los tiempos. Ese episodio recuerda de alguna manera al punto de partida de La mujer sin cabeza, la película de Lucrecia Martel protagonizada por María Onetto (su personaje es Verónica), que también retrata el quiebre personal de una mujer que lleva una buena vida. Ocurre a partir de un accidente en la ruta, un accidente que, en apariencia, no la dejó herida pero que la convierte en otra persona.

A su regreso a Buenos Aires y a su vida cotidiana después de su “accidente”, Lina ya no será la misma. Ensimismada y perdida dentro del mundo que hasta hace poco la contenía, solo la presencia de su hija parece sujetarla como arraigo. Ese obligado pliegue sobre sí misma con el que sabía convivir se transforma en distancia en su relación con los demás y también en fobia y obsesión, como un castigo.
Solo regresa a los pies sobre la tierra ante la palabra o la demanda de Sofi o cada vez que su suegra (una sorprendente Claudia Sánchez –la famosa modelo en los ‘60 y ‘70—, espectacular como una despectiva y hostil señora “bien”) le recuerda que ocupa un lugar que no le corresponde. Otro personaje que es central y sorprende en la película, pero del cual conviene no adelantar mucho, es el que protagoniza Susana Saulquin, destacada investigadora y autora de numerosos libros sobre diseño e historia de la moda en la Argentina.

La historia que cuenta Las corrientes se desgrana con un orden propio. Hay un personaje central representado por Isabel Aimé González Solá, una actriz mendocina radicada en Francia que le suma a su singular belleza un gran talento para decir sin hablar, y también desfilan por la película personajes pequeños que toman cuerpo gracias a las particulares formas narrativas que elige la directora, con las que retrata momentos de sus vidas, entre el realismo y la ensoñación.

La fotografía, el vestuario y la dirección de arte se destacan por la elegancia inteligente que convierte a los colores en personajes —el agua es otro personaje clave– y también hay aciertos en la música y en los espacios físicos, que sostienen como escenarios todo lo deslumbrante y lo sórdido que atraviesa la historia.
Plena de símbolos y referencias (el pequeño tapiz ginebrino que termina flotando en el lago y que nunca será bordado; la casita de muñecas con la foto de Amélie, las imágenes prerrafaelitas de las que habla el personaje de Ernestina Gatti cuando le lleva la propuesta de una campaña a Lina), Las corrientes es el retrato íntimo y delicado de una mujer al borde de la locura.
Las corrientes tuvo su premiere mundial en la sección oficial del Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) y fue galardonada con el Premio RTVE en la reciente edición del Festival de San Sebastián. Además participó de otros festivales internacionales. La película se estrena en veinte salas de la Argentina este jueves 13 de noviembre.

Egresada de la Universidad del Cine a fines de los 90 y con una muy interesante trayectoria que incluye varios cortos y sus tres largometrajes, Milagros Mumenthaler nació en Córdoba, Argentina, en 1977 y pasó su infancia y su juventud en Suiza, donde debió exiliarse su familia. Lo que sigue es la transcripción de un breve diálogo que Infobae mantuvo con la directora y guionista de la película.
— Me gustaría saber cómo surge la idea de Las corrientes, si hubo una imagen disparadora o algún personaje que empezó a insistir en tu cabeza.
— En uno de mis tantos viajes a Ginebra, que es mi lugar de crianza y al que vuelvo seguido para visitar mi familia, paseando por el lago me imaginé a una mujer que se arrojaba al río helado. Esa imagen se instaló en mi cabeza y, a partir de ahí, empecé a pensar en esa mujer, y fue entonces que un personaje se fue desarrollando poco a poco.

— ¿Hay algo de la historia que fue más difícil de conseguir en términos narrativos? ¿Recordás en particular alguna traba en el guion o alguna escena que haya sido más complicada de filmar? Imagino que la escena en el lago no fue sencilla…
— Creo que en términos de narración, lo difícil, después de un inicio impactante, fue pensar cómo sostener el relato y pensar en términos de atención/tensión. El camino elegido fue plantar un misterio, y que el espectador intentara resolverlo de la mano de la protagonista. Alguna dificultad fue pensar el flashback, en relación al inicio. Que se desvelara algo puramente informativo, o algo más relacionado a una memoria sensorial. Me pareció, por respeto al personaje y al punto de vista, que el camino era la segunda opción. Y con respecto al rodaje, diría que trabajar con una niña tan pequeña siempre es difícil, sobre todo porque no son escenas improvisadas, sino que lo que se dice y hace es información importante.

— ¿El tema de las diferencias sociales y de origen de la protagonista estaba desde el principio en la historia que querías contar?
— Me interesa el concepto de pertenencia. Para mi, Lina, la protagonista, siempre fue un personaje desclasado, que se va de su lugar de pertenencia, por obligación, por un instinto de supervivencia, para acomodarse al entorno socio-económico de su pareja. Es un esfuerzo constante de parte de ella, quien aparenta pertenecer, ser parte de. Y ese ejercicio diario la vuelve frágil, permeable a posibles desequilibrios psíquicos.
— El personaje de Catalina –Lina, Cata– lo lleva adelante una actriz que es argentina pero que, sin embargo, no que conocíamos. ¿Cómo fue esa búsqueda?
— El personaje de la película está en una, en un estado suspendido digamos, o porque no, en una deriva activa. Ese corrimiento del personaje nos llego a pensar junto a la directora de casting que tal vez la actriz no tuviese una argentinidad tan a flor de piel. Así que iniciamos una búsqueda de actrices argentinas, pero que vivían afuera. Así descubrimos a Isabel Aimé Gonzalez Solá, que vive en Paris hace 16 años.

— Naciste en Argentina, creciste en Suiza, conocés el mundo. El mundo de hoy no parece un espacio amable para la creación, el pensamiento, la investigación. Me gustaría saber qué pensás y cómo imaginás que hay que responder ante una embestida tan brutal como inesperada.
— Creo que en esta sociedad tan polarizada, dónde los discursos y los diálogos están tan empobrecidos, los espacios de discusión escasean más, incluso dan miedo. Parece que las expresiones artísticas tienen que ser también más directas, sin vueltas, sin grises, y eso es una lástima. Pero por otro lado, el arte a lo largo de historia fue un espacio de resistencia, así que no está mal hacerse valer de eso y que sea un impulso, una acción, en esta sociedad que parece por momentos anestesiada.
……………………………………
* Las corrientes, de Milagros Mumenthaler. Con Isabel Aimé González Solá, Esteban Bigliardi, Claudia Sanchez, Ernestina Gatti, Jazmín Carballo, Emma Fayo duarte, Sara Bessio, Susana Saulquin.
Dirección de Fotografía: Gabriel Sandru.
Dirección de Arte: Ailí Chen.
Edición: Gion-Reto Killias.
Vestuario: Simona Martínez.
Sonido: Federico Esquerro, Carlos Ibañez y Denis Séchaud.
** Salas en las que se estrena la película
Cine Arte Cacodelphia, Cinépolis Recoleta, Atlas Patio Bullrich, Multiplex Belgrano, Hoyts Unicenter, Showcase Norte, Cinépolis Avellaneda, Cinépolis Luján, Rocha – La Plata, Espacio INCAA Centro Cultural Florencio Constantino - Bragado, Espacio INCAA Unicen - Tandil, Espacio INCAA Barrio Alegre - Trenque Lauquen, Hoyts Mendoza, Las Tipas - Rosario, Las Tipas – Rafaela, Espacio INCAA Cine Teatro Rivadavia - Unquillo, Espacio INCAA Cine Teatro Renzi - La Banda, Espacio INCAA Orestes Caviglia - Tucumán, Espacio INCAA Centro Cultural Cotesma - San Martín de los Andes, Espacio INCAA Centro Cultural José Hernández – Rawson.
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