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Florencia Dapiaggi explora el deseo
Florencia Dapiaggi explora el deseo y la identidad lésbica en su nuevo poemario "Cerezas y fuego" - (Gentileza de la autora)

A los 22 años, Florencia Dapiaggi ya se consolida como una de las voces jóvenes más destacadas de la poesía argentina, con dos poemarios publicados y una presencia en crecimiento dentro del mundo literario nacional. Cerezas y Fuego es su último poemario publicado y la autora conversó con Infobae sobre el recorrido íntimo y desafiante que implica escribir desde el cuerpo y el deseo.

“Para mí, este libro se decantó por el cuerpo y el erotismo. Siento que cuando empecé a escribir sobre mi propio deseo como mujer y como lesbiana, tuve que derribar un montón de tabúes”, expresó Dapiaggi, abriendo el juego a una conversación donde la poesía trasciende la palabra y se transforma en acto de autoconocimiento y rebeldía.

Dueña de una sensibilidad intensa, Florencia no teme mostrarse vulnerable. En Cerezas y fuego, el deseo, la identidad y el tránsito hacia la adultez se entrelazan en un poemario con mirada contemporánea. Desde chica Dapiaggi tenia dificultades para expresar sus sentimientos, pero en la poesía encontró un lugar en donde podía refugiarse. Escrito entre los 18 y los 20 años, el nuevo poemario es resultado de un proceso de transición y cambio.

"Cerezas y fuego" narra el
"Cerezas y fuego" narra el proceso de autoconocimiento y maduración emocional a través de la poesía - (Gentileza de la autora)

El origen de Cerezas y Fuego se remonta a los años de confinamiento, cuando Florencia, recién egresada del colegio y comenzando la universidad, volcó en la escritura sus experiencias de encierro, descubrimiento y los primeros pasos en la intensidad del centro porteño. “El primer poema, que es como un prólogo largo, tiene esta cuestión de salir de las primeras salidas después de la pandemia. La ciudad me parecía enorme”, relató.

A diferencia de su debut con Ella es mi chica solar, donde predominaba la tristeza y cierta timidez a la hora de habitar el mundo, en Cerezas y fuego aparece una voz poética marcada por la culpa, el perdón y la construcción de carácter: “Siento que el libro tiene dos partes, dos voces: una con miedo, con culpa de sentir, de ser, y otra que se va asomando de a poco, como una llama lenta que se va avivando”.

Así, el poemario narra también una maduración emocional y literaria, que se traduce en mayor firmeza y en la irrupción de emociones muy presentes en esta nueva etapa de su escritura: “En este libro me enojo. Antes estaba siempre triste y llorando. Acá me enojo”.

La joven poeta argentina apuesta
La joven poeta argentina apuesta por una mirada honesta sobre el erotismo, la culpa y la reconciliación femenina - (Gentileza de la autora)

Cuerpo, deseo e identidad: vulnerabilidad y reconciliación en la poesía

Desde las primeras páginas de Cerezas y Fuego, el cuerpo emerge como un territorio múltiple: es estética, es afecto y también política. Florencia sitúa su poesía en la exploración del deseo, el erotismo y la ruptura del tabú, iluminando una zona aún incómoda en la literatura joven argentina. “Para mí este libro tiene dos vertientes súper interesantes: una es el erotismo como placer, aprender a pasarla bien también, porque siento que a nosotras, las mujeres, eso nos lo enseñan con el tiempo”, reflexionó.

Su reivindicación del goce no es solo literaria, sino vital, e insiste en legitimar el cuerpo real y el placer propio. “No me interesa hablar de si tengo una cinturita ni ajustarme a modelos hegemónicos. Me gusta escribir sobre lo que me da placer y cómo se articulan esas sensaciones en la poesía”.

Atravesar el cuerpo como materia poética fue, para Dapiaggi, un acto de autoconocimiento pero también de valentía. Detrás de cada poema hay el pulso de una educación sentimental, una batalla contra temores sociales y culturales. “Siempre me sentía en una trinchera cuando hablaba de esto, porque más allá de que me critiquen por ser mujer, también por ser lesbiana. A veces tenía miedo de la reacción, de la opinión ajena, de si se percibe como algo prohibido”.

El debut de 'Ella es
El debut de 'Ella es mi chica solar' se caracteriza por la tristeza y la timidez en su narrativa - (Gentileza de la autora)

El salto ocurre cuando decide apropiarse del lenguaje: “Hubo un momento en el que me sentí muy cómoda mencionando hasta partes del cuerpo en el poema. Como, ¿por qué no puedo usar la palabra ‘pezón’? Es parte de mi cuerpo. Si no, la poesía sigue pecando de mental. Yo busqué conciliar lo físico y lo sensible en mis textos”.

La autora desafía los estereotipos y pone en jaque la mirada ajena, reconociendo las tensiones propias de una sexualidad femenina expuesta al juicio social y marcada por la vergüenza. “Muchas veces, nuestro deseo está mitad sumergido en algo súper ajeno, que es lo social, y la otra mitad cargado de vergüenza. ‘Me da vergüenza sentirme deseada, desear a otra persona. ¿Cómo me va a dar vergüenza algo que es mi novia?’”. Pero esa contradicción es resignificada: “Cuando escribo, trato que la poesía le ponga nombre y lenguaje al deseo. Es la única forma de apropiármelo”.

El cuerpo, además de ser espacio de goce o de inseguridad, es para Dapiaggi una apuesta feminista. “Para nosotras la lucha es por nuestros cuerpos. Nos enseñan a desear cualquier cosa, pero no a desear como iniciativa propia, ni a decir: ‘Me pasa esto’. Yo quise ponerle palabras a mi deseo y también mostrar que el cuerpo puede ser lugar de placer, de tristeza, de enojo y de reconciliación”.

Florencia Dapiaggi consolida su voz
Florencia Dapiaggi consolida su voz en la literatura argentina con una propuesta valiente y contemporánea - (Gentileza de la autora)

En su vida personal y en su escritura, su relación actual representa un punto de quiebre y aprendizaje. “Es muy lindo porque hay poemas en los que alterno entre lo que siento yo y lo que imagino que siente ella. Cuando leía en voz alta los poemas de La miel en los dedos, sentía ese ciclo del placer propio y el placer de la otra. Creo que lo mejor del amor, y de la poesía, es ese ida y vuelta donde las dos personas se encuentran de verdad”.

Así, Cerezas y fuego orbita entre la sensibilidad y la política, entre el cuerpo y la palabra, entre la confesión y el activismo. Florencia insistió: “No hay nada más sensible que el cuerpo. Yo leí muchos libros sobre esto, pero lo real es que el deseo existe cuando nombrás lo que sentís”.

En este poemario también se entrelaza la identidad lésbica como bandera y proceso de autodefinición. “Siento que los poemas que más me dolieron escribir en Cerezas y fuego son los que hablan de mi identidad. Hay uno que dice la palabra ‘lesbiana’ y otro sobre ‘no puedo traer una nena al mundo’. Esos son los que acusan más dolor, porque para mí fue y sigue siendo un trabajo de reconciliación con esa palabra, con lo que significa crecer en este mundo”.

Asumirse y reivindicarse es un trayecto lleno de vértigo, pero hoy Dapiaggi se reconoce en paz con su identidad. Mientras tanto, en ese proceso, los versos fueron refugio: “la poesía es como un lugar acolchonado, lindo, donde puedo decir todo lo que me pasa”, confesó.

La identidad lésbica y la
La identidad lésbica y la ruptura de tabúes marcan el recorrido poético de Florencia Dapiaggi - (Gentileza de la autora)

Entre emociones, capítulos y poetas: el arte de construir un poemario propio

En la intimidad del proceso creativo de Flor, la poesía se cocina como un entramado de referencias, intuiciones, rutinas y ruptura de moldes. Si bien Cerezas y fuego es profundamente personal, su arquitectura responde a una búsqueda colectiva de sentido y a las huellas de quienes la antecedieron. “Me gusta mucho que el libro tenga capítulos. Se lo robé a la narrativa y lo traje a la poesía. Pude separar el poemario en siete capítulos porque me di cuenta de que había siete emociones que se repetían mucho, siete estados que podía agarrar y ordenar”.

Cada una de esas partes tiene remite a una emoción o una dimensión particular de la experiencia. “Por cada capítulo es una emoción. Y además, para cada uno, elegí una cita de una poeta que me inspira muchísimo. Quise que se note el diálogo ellas, que fuera explícito. Por ejemplo, para lo erótico elegí a Cristina Peri Rossi, que es súper erótica y lésbica. Para la tristeza, a Alejandra Pizarnik, obvio. Para las contradicciones del amor pensaba en Idea Vilariño, que sufría el amor a su modo, siempre con esa ambivalencia. Y para el amor tierno, a María Elena Walsh. No solo es una mujer que nos marca desde la infancia, sino que tiene poemas de amor dulcísimos”.

A la hora de pensar en lo que está por venir, Florencia Dapiaggi se muestra cauta y entusiasta a la vez. Su recorrido como autora joven no parece tener intención de encasillarse o repetirse. “Estoy probando nuevas cosas, buscando otras formas de contar, pero la poesía nunca me abandona. Yo puedo dejar de hacer un proyecto poético, pero la poesía está en mí, es mi manera de vivir y de entender el mundo”.