La nueva película de Alejandro Amenábar, titulada El cautivo, explora los años de cautiverio de Miguel de Cervantes en Argel y desafía los límites de la interpretación histórica y la representación de la sexualidad en el cine español. El director, en conversación con el El País, subraya la importancia de abordar sin reservas la dimensión homoerótica entre Cervantes y su captor: “Si hubiera aparcado este tema habría sido mojigato por mi parte y habría renunciado a mí mismo”, afirma Amenábar, quien considera que el respeto por el espectador y la honestidad artística deben prevalecer en su obra.
El origen del proyecto se remonta a una sugerencia de su productor, Fernando Bovaira, durante una pausa en la financiación de su anterior filme. “La idea original la tuvo, hace ocho años, mi productor, Fernando Bovaira. En un momento de parón en la financiación de Mientras dure la guerra, me puse a buscar otra historia. Y Fernando me habló de este periodo de Cervantes, que tenía mucho de peripecias. Parecía una novela de Alejandro Dumas. Me enganchó mucho la historia, no solo por la parte de aventura, sino por lo importante que es para entender al artista y a la persona”, explica el cineasta. El proyecto, que inicialmente contempló como serie, solo cobró vida cuando lo concibió como largometraje: “Solo fluyó cuando lo planteé como una película y no como una serie de televisión”.
La libertad, en todas sus formas, atraviesa la filmografía de Amenábar y se intensifica en El cautivo. “En mi obra está presente el concepto de libertad, sobre todo la intelectual, algo que he descubierto después.
En El cautivo está en todas las capas: libertad intelectual, artística, física y sexual”, sostiene el director, quien reconoce que su inquietud por el fanatismo se remonta a su infancia en un colegio religioso, donde su razón se rebelaba contra el dogma.

La posible relación entre Cervantes y Hasán Bajá, el señor de Argel, ha generado debate incluso antes del estreno. Amenábar considera que la reacción del público ante este aspecto puede servir como indicador social: “Creo que mi filme puede ser un buen termómetro para saber si realmente la diversidad y la sexualidad en nuestra sociedad está tan normalizada como creemos. Porque evidentemente tener relaciones homosexuales u homoeróticas, lo que se venía a llamar sodomía en el siglo XVI, era un problema. De hecho, por eso Miguel de Cervantes realiza Información de Argel, para poder volver sano y salvo a Madrid. Pero en el siglo XXI en España no debería ser un problema”.
El director reconoce la dificultad de separar la ficción de la historia documentada, especialmente ante teorías como la de Fernando Arrabal, quien sugirió que la condena a Cervantes en Madrid se debió a actos homosexuales.
“Y no hay pruebas que confirmen eso, empezando por la misma sentencia, cierto, que no lo menciona. Arrabal aplicó su imaginación, algo que también reivindico en la película. El cautivo es un filme sobre la imaginación, sobre el poder de contar historias”, aclara Amenábar, quien insiste en que la película se mueve en el terreno de lo probable, no de lo imposible.
La estructura narrativa de El cautivo se inspira en el esquema de Las mil y una noches, donde Cervantes se convierte en un narrador que cuenta historias para sobrevivir. “Cuando asumes que vas a filmar parte de la vida de uno de los mejores contadores de historias de todos los tiempos, hay algo que te empuja a hacer un homenaje al arte de narrar historias. Y lo que convierte a Cervantes en leyenda es precisamente Don Quijote de la Mancha, que se escribió décadas después. A mí me ha gustado muchísimo poner en duda la historia oficial. Cervantes estuvo en Argel, ¿y ya está? No, mira, repasemos algunas cosas porque no puede ser que un hombre que cuatro veces intenta fugarse no acabe ajusticiado”, reflexiona el cineasta.

La película también invita a cuestionar los prejuicios históricos, como ocurrió con la ocultación de la homosexualidad de Lorca tras su asesinato. “Yo planteo que Cervantes, como Lorca, era un ser profundamente empático, un ser lleno de luz, una persona fundamentalmente optimista, capaz de embarcar a varios de sus compañeros en cuatro intentos de fuga, y en algún momento se le ve con un hombre. ¿Dónde está el problema? La respuesta tiene que ver, más que con El cautivo, con quien se enfrenta a la película. Es el público quien completa el rompecabezas”, sostiene Amenábar.
El director reconoce que la interpretación de la relación entre captor y cautivo varía según el espectador: “Hay una parte de público que cree que esta relación entre captor y cautivo es recíproca, y otros piensan que Cervantes se está dejando querer, porque tiene que salvar su vida. Es una relación tóxica de abuso de poder, y es interesante cómo cada uno lo completa a su manera”.
El contexto político actual en España añade otra capa de complejidad al estreno de la película. “Me gusta ser muy sincero, honesto, con lo que hago, llevar mis películas hasta las últimas consecuencias, siempre teniendo en cuenta que mi respeto por el espectador es sagrado y soy muy consciente de que mi público es transversal. Eso se vio en Mientras dure la guerra. En mi propio modo de ser tiendo a ser moderado, no me gusta situarme en el extremo. Busco encontrar, y creo que esto es bastante cervantino, el lado humano en la persona que tienes delante”, explica.
El cineasta reconoce que el ejercicio de hacer cine le ha permitido expresar su libertad y conectar con su entorno: “Cada vez soy más consciente de que hacer cine es un ejercicio de expresión en libertad y doy gracias de poderlo realizar en la sociedad en la que me encuentro. El cautivo es una película sobre la libertad en todos sus niveles, y hoy eso es algo que pongo muy en valor”. Además, encuentra un paralelismo entre Cervantes y el director de cine: “En esta película, sí he encontrado una conexión a posteriori y me he dado cuenta de que ese Cervantes delante de un montón de gente contando historias es un director de cine, crea un vínculo entre el narrador y los oyentes”.
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