
La búsqueda de una vida más elevada y la posibilidad de experimentar la trascendencia en medio de la rutina cotidiana constituyen el eje central de Transcendence for Beginners, la más reciente obra de Clare Carlisle. Esta filósofa, reconocida por sus biografías de Søren Kierkegaard y George Eliot, parte de una vivencia personal ocurrida hace dos décadas en el Himalaya para explorar, a través de seis ensayos interconectados, la pregunta de si es posible acceder a una perspectiva más noble de la existencia.
El punto de partida de Carlisle no es una revelación filosófica tradicional, sino un encuentro inesperado con un hombre santo que residía en una cueva a media montaña. Lejos de la imagen arquetípica del asceta, este personaje vestía ropa moderna y no ofrecía enseñanzas profundas. En su última reunión, ambos compartieron risas y una experiencia lúdica, observando los dibujos de un cojín que ella le había regalado. Tras despedirse, Carlisle experimentó un anhelo persistente por algo intangible que había surgido en ese intercambio: la sensación de que existe una manera más elevada de vivir, una apertura a la trascendencia.
Este episodio, que permaneció en segundo plano durante años, resurgió cuando Carlisle fue invitada a dictar las Gifford Lectures de 2024, una serie de conferencias dedicadas a la “teología natural”. Decidió entonces convertir aquel encuentro en el hilo conductor de sus charlas, que posteriormente dieron forma a los ensayos reunidos en este libro.

El primer ensayo narra la experiencia en el Himalaya, mientras que los siguientes profundizan en distintas dimensiones de la vida y el pensamiento. El segundo texto introduce una distinción fundamental entre la vivencia personal y la mirada biográfica. Carlisle, a partir de su experiencia como biógrafa, señala que mientras vivimos, nuestra existencia se percibe como un flujo inacabado y cambiante, semejante a un río. Las experiencias nos envuelven, como describió Virginia Woolf, en una “lluvia de átomos”.
Sin embargo, carecemos de la perspectiva para contemplar el sentido global de nuestra vida. El biógrafo, en cambio, observa desde fuera una vida ya concluida, lo que permite identificar su forma y significado, tal como una imagen satelital revela el curso completo de un río. Carlisle recurre a la expresión de Spinoza para describir esta visión: ver la vida “bajo el aspecto de la eternidad”.
Para ilustrar esta diferencia, la autora recurre a una fábula infantil relatada en Out of Africa de Karen Blixen. En ella, un hombre deambula en la oscuridad, cambia de dirección y tropieza varias veces antes de regresar a la cama. Solo al amanecer descubre que sus huellas han dibujado la figura perfecta de una cigüeña. La moraleja, según Carlisle, es que al vivir creamos una imagen significativa sin ser conscientes de ello, salvo que logremos vislumbrar esa perspectiva más amplia a través del arte o la mística.

Cada ensayo conduce al lector hacia conceptos más abstractos y hacia la noción de trascendencia. Uno de los capítulos, “The Milieu”, examina los contextos amplios —históricos o sociales— que enmarcan una vida. Otro, “Incarnations”, explora las posibilidades espirituales encarnadas en individuos concretos.
El ensayo titulado “Arunachala” se centra en la figura de Ramana Maharshi, un sabio que, tras superar el miedo a la muerte, se convirtió en místico y maestro. Finalmente, el capítulo “Transcendence for Beginners” integra los temas anteriores y plantea la cuestión de si es posible acceder a un ámbito noble o radiante sin abandonar la vida cotidiana.

A lo largo de la obra, Carlisle guía al lector por un recorrido conceptual que, aunque se adentra en lo inefable, resulta accesible gracias a su enfoque gradual. Al igual que William James, quien también impartió las Gifford Lectures y se interesó por las experiencias difíciles de describir, Carlisle combina análisis detallados de textos —en particular de Spinoza, Eliot y Proust— con episodios autobiográficos. Si bien en ocasiones las referencias literarias se suceden con rapidez, sus interpretaciones extensas resultan conmovedoras y esclarecedoras. Destacan especialmente su lectura de Daniel Deronda de Eliot y los pasajes dedicados a la artista Celia Paul.
Al concluir el libro, el lector advierte que el territorio recorrido no se limita a lo religioso, ni es exclusivamente estético, literario o psicológico. Como en la fábula de Blixen, cada uno puede descubrir una figura distinta en el trayecto, dependiendo del momento y el estado de ánimo. Esta apertura es uno de los méritos de Carlisle: su obra permite que cada lector configure su propio sentido, ya que evita el dogmatismo y se muestra en permanente búsqueda. Todas las posibilidades permanecen abiertas en este libro sutil, generoso y profundamente humano.
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