
Por los ventanales que dan a la Manuel Quintana se filtran haces de luz que golpean sobre obras translucidas y, como en un prisma, se proyectan sobre un espacio en el que las volutas de humo generan una sensación de inquieta quietud.
En la galería Del Infinito, las Corrientes alternas de Matilde Marín y Margarita Paksa crean un “fluir” conceptual en el que las obras se articulan entre silencios y emergencia, entre lo que advierte y lo que es tardío, como dos ríos que confluyen en un mismo final.
La propuesta de realizar una exposición conjunta surgió tras una conversación con el equipo de la galería, dijo Marín (Buenos Aires, 1948) en un recorrido con Infobae Cultura, y la elección de Paksa (Buenos 1932 - 2020) no fue casual: “Hacía tiempo que no se veía su obra. La conocí en los ’90, nos apoyamos mucho en el montaje en una muestra, porque teníamos instalaciones grandes”, comenta sobre una relación que no era de amistad, pero sí de “respeto y admiración”.
Para articular el diálogo entre ambas trayectorias, se convocó a Javier Villa, quien abordó la obra de Paksa, y Cinthia Mezza, especialistas en los archivos de Marín, para llevar adelante un proceso de selección que se centró en piezas emblemáticas de Paksa de los años 60 y 70 como también otras de los 2000, que dialogan con la serie de Marín iniciada en 2010, “Cuando divise el humo azul de Ítaca”.

“Las corrientes alternas no son solo líneas que se cruzan, sino flujos que resuenan en el contacto, energías que comparten un mismo campo magnético. Matilde Marín y Margarita Paksa son polos de una misma carga cultural, donde sus obras se activan con distintas intensidades. En ellas, el arte no es solo forma sino también vacío o voltaje. La electricidad, aquí, no alimenta máquinas: enciende miradas, activa memorias y propone ver al mundo fracturado de otros modos”, escriben en el texto curatorial.
La serie de Marín toma su nombre de La Odisea y la figura de Ulises: “El azul en griego antiguo no existe, pero es un color que me gusta y porque allí está el hogar. Entonces hay como una vuelta: todas estas situaciones que se producen en el mundo nos van alejando del hogar y el personaje de Ulises trataba de llegar a su hogar. Entonces yo pensé: Ulises quizás pensaría ‘cuando divise el humo azul, ¿estaré cerca del lugar donde me toca estar?’”.
Por años, la artista fue colectando imágenes de artículos de diferentes periódicos del mundo en que se ilustrara con algún tipo de tragedia, humana siempre, por más que fuera en un espacio natural en el que se desencadenase un incendio o, al menos, una fuerte impronta del humo, como en una explosión controlada.

“Yo vacío los textos, dejo la imagen, la maqueta de un periódico” comentó sobre el proceso que pueden observarse desde la mítica Olimpia, donde “hubo un incendio terrible que casi llegó a quemar el templo” o al de Notre Dame de París, como también para presentar “la falta de equilibrio en un volcán en Islandia” que estalla o “las quemas del Amazonas” y los humos detrás de cuestiones sociales como en la película Argel, “que habla de toda la situación política que se vivió durante la revolución de Argelia” y “los chalecos amarillos, cuando hubo esa manifestación inmensa que rodeó el Arco del Triunfo”.
En Marín la imagen se transforma en un documento silencioso que testimonia la desaparición de un mundo, la extinción de una era y, a su vez, desde esas ruinas de civilizaciones, de esos monumentos de viejas conquistas europeas, que conviven con las tragedias de hoy, traza una continuidad sobre la escenia de la Historia humana.
“Yo manejo lo que tiene que ver con el conceptualismo caliente que es de esta época: busco la cosa donde explota lo cotidiano. Margarita maneja un conceptualismo de los 60″, dijo.
Y es que a finales de aquella década, Paksa se consolidó como una de las figuras centrales del conceptualismo argentino, con una obra que se caracteriza por una exploración de los sistemas de control y la dimensión política tanto del cuerpo como del lenguaje.

Esta mirada puede verse a partir de piezas como Fuego (1969), donde la artista presenta un blanco que opera como un disparo poético, aludiendo a lo urgente y lo incendiario en el plano sociopolítico y artístico. En esta pieza, el diseño gráfico en rojo y negro funciona como advertencia visual, mientras que la palabra representada ya se encuentra “en llamas”.
Mientras que en la serie Silencio (1967), Paksa crea un espacio hermético y transparente, donde lo dicho y lo no dicho permanecen en tensión. Los cubos de acrílico cristal actúan como contenedores vacíos que materializan la imposibilidad de expresión: la transparencia, lejos de revelar, amplifica lo que se omite.
Así, los silencios premonitorios de Paksa se forjan bajo las imágenes mentales de esa memoria social que resurge furibunda pero límpida en las tragedias que Marín saca de contexto y pone en primer plano.
En las piezas de Paksa de las series Escrituras Cuadradas y Obras tipográficas, de finales de los 70, como en los de La Guerra de Irak, de los dosmil, el entrecruzamiento con las operaciones grafistas de Marín se hace contundente: la escritura como constructra y destructora de sentidos, el símbolo como cuerpo aislado y cuerpo social.

En la sala final de la muestra, se incluye Fábrica, un video de Marín realizado en 2015, que documenta la implosión del edificio 53 de la fábrica Kodak en Rochester, Estados Unidos. “Se termina la era analógica. A mí me pareció tan simbólico porque se demolió todo”, relató sobre este material que, en su original, fue obtenido gracias a un obrero que filmó la demolición y autorizó a la artista a utilizarlo.
El vínculo entre ambas artistas se extiende a la experimentación tecnológica con Ultima Escena III, un backlight digital de Paksa, pionera en incorporar recursos digitales y registrar el código de barras como símbolo de la transformación y control social.
“Ella empieza a trabajar digitalmente y a registrar el código de barras, que también fue una situación en la que se decía que todos íbamos a tener el código de barra, que todos íbamos a pasar por el scanner, y que ahora sucede lo mismo, pero con el chip”, señaló Marín.
Corrientes alternas es una comunión sosegada, una danza sorda, un manotazo de ahogado: un cruce que genera un silencioso estruendo. Y recorrer mientras se oye: How can we dance when our Earth is turning? How de we sleep while our beds are burning?
*“Corrientes alternas. Matilde Marín – Margarita Paksa" en galería del Infinito, Av. Pres. Manuel Quintana 325, CABA. De lunes a viernes de 11 a 17 hs, hasta mediados de agosto. Entrada gratuita
Fotos: Gentileza Galería Del Infinito
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