
“Eso es lo que me hace feliz”, confiesa Terry Gilliam al reflexionar sobre el impacto de sus películas en el público, reconociendo que lo que más valora es escuchar cómo sus obras han hecho reír, pensar y dejado huella en quienes las han visto. A sus 40 años de la emblemática Brazil, el cineasta estadounidense-británico se prepara para asistir al Umbria Film Festival en Italia, donde el filme será homenajeado. En conversación con Deadline, Gilliam repasó su trayectoria, los desafíos actuales para sacar adelante nuevos proyectos y la vigencia de su visión satírica sobre el poder y la sociedad.
El director, conocido por su estilo visual inconfundible y su inclinación por la sátira, no ha dirigido un largometraje desde El hombre que mató a Don Quijote, estrenado en 2018 tras una producción plagada de obstáculos. Ahora, busca financiación para su próxima película, Carnival at the End of Days, para la que ya ha reunido a un elenco que incluye a Johnny Depp, Adam Driver, Jeff Bridges, Jason Momoa, Tom Waits, Asa Butterfield y Emma Laird. “Lo que hice de forma inteligente fue enviar el guion directamente a los actores que conocía. No pasé por agentes, porque los agentes son personas muy cautelosas y preocupadas”, explica Gilliam.
A pesar de contar con el compromiso de estos intérpretes, el principal escollo sigue siendo el dinero: “En el mundo independiente, o tienes productores sólidos que trabajan por debajo de los $10 millones, o los que son más aventureros, más locos, más socialmente exigentes… que al menos intentan hacer algo más caro, pero después de un par de años, estoy preparándome para volver a hablar con los estudios”.

Gilliam lamenta que la industria cinematográfica actual esté dominada por el miedo y la falta de riesgo: “Creo que los productores, los financiadores, los estudios, son muy tímidos hoy en día”. Esta actitud, según él, dificulta la aparición de películas que desafíen al espectador o provoquen debate. “Veo películas ahora, y son técnicamente muy hábiles, pero no hacen nada para cambiar mi visión del mundo. No me sorprenden. No me hacen pensar. Y eso es lo que me deprime, me hace sentir viejo”.
El guion de Carnival at the End of Days comenzó a tomar forma en 2020, cuando Gilliam decidió colaborar con el joven dramaturgo Christopher Brett Bailey para mantener el pulso con las nuevas generaciones. “Escribimos este guion, y es muy, muy divertido”, asegura. Sin embargo, el contexto mundial ha cambiado tanto que parte de la sátira ha quedado desfasada: “El guion, en cierto modo, está desactualizado porque era una sátira del mundo de hace dos años, y Donald Trump ha llegado y él es el carnaval. Ha puesto el mundo patas arriba todo. Puede que tengamos que rehacer parte de la historia porque había partes muy específicas sobre el maravilloso mundo woke antes de que Donald volviera a tomar el control”.

La trama de la nueva película, que Gilliam describe como “un cuento sencillo de Dios decidiendo destruir a la humanidad, borrarlos por arruinar su hermoso jardín, ¡una comedia!”, enfrenta además el reto de los costes de producción: “Cuando tienes que lidiar con el apocalipsis y cosas así, se vuelve más caro. El apocalipsis siempre va a ser caro”. El realizador, que renunció a la ciudadanía estadounidense hace años, observa con distancia la situación política de Estados Unidos: “No he vuelto a vivir a América desde hace mucho tiempo, y no tengo intención de hacerlo. Creo que América está en una posición muy difícil ahora porque Trump y compañía son bastante extraordinarios. Por otro lado, puede que logre lo que otros no pudieron, de una manera extraña. Es como Richard Nixon, que logró el acercamiento con China”.
Sobre la relevancia de Brazil cuatro décadas después de su estreno, Gilliam destaca que la película no ha perdido vigencia: “Eso es lo que me gusta del éxito de la película, el hecho de que ha perdurado. No parece anticuada. La gente sigue acercándose a mí y me dice: ‘¿Cómo supiste que el mundo iba a ser así entonces?’ Y yo digo: ‘Bueno, solo tenías que mantener los ojos abiertos’. Básicamente, la mayoría de la gente no piensa en el futuro. Parecen estar lidiando solo con el ruido diario. Pero para mí, era sobre entonces, y entonces es igual que ahora, solo que los jugadores han cambiado”.
El cineasta recuerda con ironía la batalla que libró con Universal y su entonces presidente, Sid Sheinberg, por el estreno estadounidense de Brazil: “Fue casi divertido tener esa pelea con Universal. Estaba tan decidido a que no cambiaran la película. Como resultado, durante un tiempo, otros cineastas pensaron que yo había cambiado las reglas. Hubo una pequeña apertura durante unas semanas, y luego se cerró de nuevo. Y tienes que decidir si quieres una carrera o quieres hacer tu película como tú quieres. Simple”.

Gilliam también reflexiona sobre la experiencia colectiva del cine frente al auge del streaming: “Hay muchos días en los que estaría feliz de trabajar para Netflix o cualquier otra plataforma porque, después de casi 10 años sin hacer una película, es hora de volver al trabajo. No importa. Excepto que anoche vi F1 en Imax y es realmente bueno, especialmente en Imax. En una pantalla grande, con gran sonido, de eso trata el cine. Si lo ves en tu iPhone o en tu pequeño ordenador en casa, no es la misma experiencia. Por eso me gusta la pantalla grande, porque también es un poco más una experiencia religiosa. Pagas dinero, entras en esta catedral de oscuridad, donde la pantalla está ahí fuera, y partes de una posición de respeto por el cine”.
Al mirar atrás, Gilliam admite que ya no se reconoce en el autor de sus películas más célebres: “Bueno, no soy el tipo que hizo esas películas. Ese tipo se agotó hace años, o creo que murió. No estoy seguro de cuál fue el accidente, pero ya no vive en este cuerpo, es todo lo que puedo decir”. Recientemente, al supervisar la versión 4K de The Adventures of Baron Munchausen, se sorprendió: “Salí como si nunca hubiera visto la película antes. Dije: ‘Esta es una maldita gran película. Es tan buena. Ojalá pudiera hacer algo así’”.
A pesar de la distancia, el director sigue disfrutando del reconocimiento de los festivales y del público: “Básicamente voy a festivales de cine solo para escuchar a la gente decirme cuánto aman las películas que he hecho, y eso me hace sentir bien, y eso es todo lo que realmente quiero oír, que las películas marcaron la diferencia en la gente, les hicieron reír más, pensar más, tuvieron un impacto en ellos”.
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