La verdad, no se esperaba que este año fuera tan movido el debate final de la Feria del Libro de Buenos Aires. Aunque el tema a tratar ya estaba planteado de manera levemente irónica -La Cultura, en el País de la Libertad-, aunque fuera evidente que varios de los participantes tendrían posiciones encontradas: se sentaron a discutir los novelistas Claudia Piñeiro, Dolores Reyes y Marcelo Birmajer y el filósofo Tomás Abraham. En este contexto Abraham dirá: “Olvidate de los Falcons verdes porque la vida sigue de otro modo y la podemos transformar” y el público le cantará “Memoria, memoria” con aplausos. Pero habrá más que eso.
El debate final -hay que recordar- fue creado en 2024, tras un comienzo de Feria con señalamientos muy duros contra el Gobierno nacional y después de que el presidente Javier Milei respondiera no menos duramente y cancelara la presentación de su libro. Ese año, en que la feria estuvo cruzada por acusaciones, encontrar miradas diferentes para dialogar parecía imprescindible.

No fue así la Feria del Libro 2025, entonces el debate -que coordinó Hinde Pomeraniec poniendo paño frío tras paño frío- se centró en lo que pasa no dentro sino fuera de la Feria: básicamente, los ataques a escritores y artistas y el pedido de que se retiraran de las escuelas algunos libro por “pornográficos”. Uno de esos libros fue Cometierra, escrito por Dolores Reyes, una novela sobre la violencia contra las mujeres que, paradójicamente, terminó entre los más vendidos a partir de su objeción.
La charla empezó con los cuatro participantes muy serios, tal vez tensos. Pomeraniec explica quién es cada uno y arranca Birmajer, autor -entre otros- de Historias de hombres casados y columnista del diario Clarín. ¿Censura? El escritor recordó que en 2011, durante el gobierno de Cristina Kirchner, “se impidió la salida de los diarios Clarín y La Nación” por un bloqueo del Sindicato de Camioneros. Y trajo un episodio personal: “En ese entonces yo estaba contratado para dar charlas en Santa Cruz y me preguntaron qué opinaba de lo que había pasado; dije que era censura paraestatal porque el sindicato de Camioneros era aliado a Cristina Kirchner". Días después, dice, le avisaron que se habían cancelado esas charlas, que organizaba la Secretaría de Cultura de la Nación. Eso, dijo, era censura.

Pero, afirmó, dentro del mileísmo aparecieron “inaceptables persecuciones contra periodistas, intelectuales y escritores que se expresan tanto por medio de la palabra del Presidente como por las redes sociales, con ingentes cantidades de seguidores fanáticos, vulgares y groseros que persiguen la libertad de expresión y que tiene una gravedad ineludible por quien ocupa el sillón de Rivadavia”.
¿Qué pasa con los escritores? “El defensor de la libertad está obligado a no dormir tranquilo y a permanecer alerta en la multitud de peligros que amenazan la libertad”, dijo Birmajer.
Y cerró -es narrador- con un relato: “Si yo fuera en un avión, en el destino que elegí hacia la libertad y estuviera seguro del pasaje que tomé y viniera la azafata y me dijera que voy a tener que comer basura le diría que no. No me tiraría del avión ni comería basura, buscaría por medio de la creatividad cómo hacer para no caer en ninguna de las dos alternativas”.

Birmajer aseguró que nunca se callaría “frente a la persecución de alguien que piensa distinto” pero, anotó, “parte de la construcción de este momento vulgar, grosero, desagradable, es responsabilidad del movimiento woke y el progresismo” que no ha luchado contra el fundamentalismo que, por ejemplo, atenta contra la igualdad entre hombres y mujeres. “El progresista pretende dormir tranquilo: ‘Yo estoy del lado del bien, hice todo bien’. Y es muy difícil dormir tranquilo, son muy pocas noches...”
Escribir resistiendo
Dolores Reyes -que fue docente en el conurbano durante 20 años y tiene siete hijos- arrancó recordando cómo Antonio Di Benedetto escribía mientras estaba detenido por la dictadura militar y cómo logró sacar sus textos de la cárcel, haciéndolos pasar por sueños en sus cartas, porque “la patota le rompía los papeles” si escribía ficción.
Y preguntó, refiriéndose a Birmajer, en qué país había igualdad entre hombres y mujeres, porque “en el mío matan a una mujer por día, la diferencias salarial es enorme y la pobreza está feminizada”
Turno de Claudia Piñeiro, que va otra vez sobre la censura. ¿Por qué volvió esa palabra? Porque volvió la censura, aseguró una de las lectoras más leídas de la Argentina. Volvió, pero de otras maneras.

“En general es como le pasó a Dolores: hay una denuncia de una mujer o de un hombre, que dice que tal libro es pornográfico y la denuncia es por corrupción de menores”. La autora consideró que la denuncia suele tener intención política -en el caso de Cometierra contra el gobierno de la Provincia de Buenos Aires, que compró el texto para las bibliotecas- y que en la confusión da la sensación de que chicos de primaria leyeron “un libro que no es para su edad”.
Y lo que sigue, dijo Piñeiro, es así: “Dolores abre su Instagram y hay gente que la insulta”. Entonces, argumenta, los maestros a los que les objetan libros el año que viene van a decir: “por qué nos vamos a meter en este lío, el año que viene no lo demos”. La conclusión, dijo Piñeiro, es: “los chicos leen cosas cada vez más cuadriculadas, dentro de un pensamiento que impide abrir la cabeza”. “Cuidado -dijo la autora, que acaba de publicar La muerte ajena- con dejar pasar las agresiones". Porque todo se va poniendo cada vez peor.
No hay censura
El momento disruptivo llegó, de frente, con la intervención de Tomás Abraham, autor de libros como La máscara Foucault, La matanza negada y El deseo de revolución, entre otros.
“No veo un problema de censura en nuestra sociedad”, arrancó. El sistema democrático, sostuvo, lo impide. “Hemos conocido dictaduras, como las del 60, en las que se perseguía a hippies, judíos, ateos y adúlteros, además de prohibir la palabra Perón. Otra dictadura mataba y hacía desaparecer a los que señalaban como subversivos”. Pero la democracia no garantiza la libertad si hay mafias, señaló. Como en el asesinato al fotógrafo José Luis Cabezas.

En cambio, sí hay formas de callar voces, dijo. Que no son estatales: “En nuestros tiempos hemos visto nuevos modos de exclusión, como el que ha sido llamado ‘cancelación’. Y además el ninguneo llevado a cabo por los formadores de opinión pública pertenecientes al poder cultural”.
Un poder de los que hacen la cultura para decidir qué sí y qué no, estaba diciendo. “Artistas, científicos, periodistas, actores, escritores, educadores, influencers dictan desde su autoridad -sostenida por algún prestigio- qué no debería leerse, quién no debe ser nombrado, qué libros no merecen reseña alguna en ningún suplemento cultural o en qué universidades no se será invitado”. Abraham es elocuente: “Ninguneo al por mayor. Listas blancas, listas negras impuestas por una hegemonía que logra establecerse con ayuda del Estado en las llamadas batallas culturales”.
Aunque en un rato Abraham cuestionará a Reyes. preguntando por qué creía que a ella sí la invitaban a ferias y congresos, ahora dirá sin quejarse que esas exclusiones son “el precio de la libertad”.
Como respuesta, penes
Claudia Piñeiro dice que no. “No coincido que no haya censura, se ejerce sobre nosotras de otras formas. Si pongo determinadas cosas me mandan penes, videos de mujeres violadas, fotos de Falcons verdes con mensajes que dicen ‘te estamos pasando a buscar’”.
Dolores Reyes ahonda: “Nos llegaban fotos mías con mis hijos chiquitos con balazos y decían ‘te vamos a buscar a la puerta de la escuela de tu hijo’, con la dirección de la escuela. No saben el horror que es recibir 400 mensajes por día. Que no haya una figura de censor no quiere decir que no haya censura”.
El público aplaude. No será la primera ni la última vez, el público aplaudirá mucho y aunque a veces lo aplaudirá a él, Abraham se sentirá crecientemente molesto con esto.
Entonces Birmajer reafirmará su compromiso con que cada uno escriba lo que quiera pero señalará un matiz: “en el albertismo hubo una imposición estatal de usar la e. la obligación estatal de usar la e”.

Reyes salta: “Soy maestra y docente desde los 17años, nadie impuso que hablaran con la e, fueron los mismos chicos los que nos vinieron a enseñar a nosotros que con el lenguaje también se lucha. A veces me pregunto si yo les enseño a los chicos el lenguaje inclusivo y me da risa, en todo caso ellos me enseñan a mí”.
Pero volviendo al tema, dice: “A más censura más libros, recién llegué de México y allí también todos hablan de este libro, El Eternauta. Antes nadie conocía la historia". Reyes recuerda que Oesterheld y sus cuatro hijas fueron secuestrados por la dictadura y están desaparecidos. “La resistencia quizás sea uno de los actos de libertad más hermosos. Por eso, El Eternauta no deja de actualizarse y resignificarse".
Aplausos, aplausos, aplausos.
Pero Abraham tiene algo más, otra manera de ver las cosas: “No queremos salir de un lugar, queremos estar siempre ahí. La lista de víctimas diarias de todo tipo es infinita pero siento que no queremos salir de ahí. No nos queremos olvidar de los Falcons verdes.. Bueno, olvidate de los Falcons verdes, la vida sigue. Un poco de dignidad. Hay que batallar, queremos hacer un mundo nuevo". Y más: “Memoria todo el tiempo. Es un país que vive de la memoria”.
Y Reyes: “Además del fútbol, el deporte nacional de este país es la memoria”.
Y Abraham: “Por eso no quieren salir del pozo. Porque el pozo sirve. Y yo digo una cosa: hay muchas cosas en la vida”.
Desde la sala, algunos cantan “Me-mo-ria, Me-mo-ria”. Abraham se enoja: “Yo he denunciado más que ustedes. Pero veo la complacencia, se complacen en la tragedia y el dolor”, dice. Y responde Claudia Piñeiro.
-Yo no yo no traje el Falcon verde, me lo mandan en las redes.
Y Abraham: “Borrate de las redes”.

Pomeraniec intenta calmar las cosas. Se discute un poco más sobre la “e”, si se impuso o no se impuso. “Siempre defendí la libre elección sentimental de los adultos. No creo que hablar con la e haga que eso se respete más”, dice Birmajer.
Sin victimizarse
Pronto volvemos a la censura. Abraham dice que autocensurarse, no. “Yo jamás me autocensuré. Nunca. Lo que sí me callé cuando hubo miedo. Cuando hay peligro puedo tomar la decisión de no hablar por miedo, pero no cambio las palabras. Y cuando hablo digo lo que pienso. De ningún modo lo compenso, lo mitigo, lo adorno. Pero sí, estuve muchos años sin hablar, muchos años durante toda la dictadura. Desde el año 1984 vivo en una sociedad donde disfruto hablar y puedo decir lo que quiero y cómo quiero. ¿Y si yo me pongo a hablar de todas las veces que me putearon, que me escupieron, que me separaron, que no me invitaron más, que cruzaban la calle cada vez que me veían?“
Pero no importa, dice, porque hay cosas más relevantes: “¿Qué voy a ser, una víctima más? Mi actitud es una actitud de enfrentamiento y me parece que al victimizarme le regalo al otro algo y no se lo voy a regalar porque lo voy a combatir y estoy por encima de él en cuanto a dignidad".
Habrá más, alguna chicana, alguien del público que señala que cuando se censura también se priva a los lectores de una voz. Al final, Dolores Reyes advierte:
“En Argentina se está dando el mensaje de que ciertos libros de ficción son peligrosos, eso ya lo vivimos y no queremos vivirlo más”.
En eso, seguro, estaban todos de acuerdo.
Fotos: Cortesía @ferialibroba
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